Más de 200.000 empresas agropecuarias están apostando al desarrollo y requieren señales positivas
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El próximo gobierno debe reordenar los precios relativos de toda la economía, a través de la unificación de los 16 tipos de cambio más conocidos, ya que en el sector agroindustrial cada producto posee su propio valor del dólar en función de los derechos de exportación que recaen en cada uno.
Históricamente y más aún en la actual crisis con niveles de incertidumbre impensados y con medidas que profundizan la crisis económica, financiera, social y ambiental que atravesamos, el empresario rural toma decisiones en base a la capacidad de compra de sus productos, como es el caso de los granos, la carne, el arroz, el azúcar, el algodón, frutas, huevos, lana, uva y aceituna, entre muchos otros.
Los ingresos de los productores se encuentran minimizados por los derechos de exportación y sus costos comparten el desorden económico del famoso y bien conocido como el “alto costo argentino”. Este alto costo que significa pérdida de competitividad se produce por la falta de competencia en los medios de transporte, la mala infraestructura de rutas y caminos de tierra, la baja inversión en las vías navegables, entre otros factores.
A esta situación también le resta al negocio agropecuario la agobiante presión impositiva, con tasas e impuestos que recaen sobre la tierra como es el caso de la triple imposición y a lo largo de la cadena agroindustrial, además de algunas “aduanas internas interjuridicionales” que atentan en contra del comercio interior y externo.
Solo cabe observar el índice de participación de los impuestos y tasas que realiza FADA, que dice que cada 100 pesos que se genera de renta en los granos en promedio 76 se lo llevan los distintos anda niveles del estado, nacional, provincial y municipal.
En el actual escenario la adquisición de alta tecnología e insumos estratégicos es otra tarea titánica, ya que gran parte de los mismos son importados y cotizan en dólares, y la pregunta del millón sería ¿Cuál es el valor de ese dólar?, ya que es obvio que no corresponde con el valor del dólar oficial.
En consecuencia, el productor posee un dólar disminuido para sus ventas y un dólar elevado para sus compras. El valor del dólar para el productor de soja hoy ronda los 269 pesos, y el valor de dólar para comprar insumos varía entre 376 y 872, es evidente que persiste una gran desventaja para brindarle sustentabilidad al negocio agropecuario, a pesar del esfuerzo que realiza la familia rural, en mejorar la productividad en una relación muy amigable con el ambiente.
Si bien esta situación se va distorsionando por el Programa Impulso Exportador, que beneficia momentáneamente a algunos productores, pero que continúa destruyendo las actividades intensivas de producción de carnes, debe corregirse a través de la eliminación definitiva de los derechos de exportación.
En el escenario manipulado de restricciones a las importaciones y demoras en la nacionalización de los productos el valor de los insumos estratégicos es más alto a lo que deberían estar y esto perjudica aun más los beneficios del negocio agroindustrial. De esta manera se genera un encarecimiento del país en dólares.
Para colmo la balanza comercial es deficitaria, durante este año hemos tenido el peor déficit comercial mensual de la última década, mostrando un déficit acumulado que superará los 7000 millones de dólares y al déficit de reservas se agrega los más de 52.000 millones de dólares que se les deben a los importadores que los fondean las casas matrices, ya que el BCRA no dispone de dólares.
La manipulación continua y las restricciones generan distorsiones enormes, con pérdida de competitividad altísimas, más aún para las empresas rurales que se encuentran muy alejados de los grandes centros de consumo y de los puertos para llegar a todos los rincones del mundo. Hoy los precios relativos están muy distorsionados.
Por ello, se requiere una visión de largo plazo que estimule la inversión, con políticas de Estado que den el puntapié inicial al sendero del crecimiento sostenido, en este sentido es prioritario un ajuste fiscal que nos permita alcanzar superávits gemelos, unificación del dólar, una economía bimonetaria, apertura inteligente de la economía, reducir la presión fiscal y volver a disponer de reservas para honrar nuestras deudas y respaldar la moneda.
Más de 200.000 empresas agropecuarias están apostando al desarrollo, invirtiendo con alto riesgo climático, alta volatilidad en los mercados y un escenario incierto para nutrir al país de divisas. Reordenar nuestra economía no será una tarea fácil, será una tarea titánica, pero si no mejoramos la competitividad, impulsamos la inversión y generamos un ambiente amigable para los negocios, nuestro país seguirá ocupando el podio de la peor inflación, pobreza, indigencia y desconfianza entre otros indicadores que en estos últimos años hemos alcanzado.
Nos merecemos un país serio, confiable y digno, tenemos los recursos naturales y humanos necesarios para construir una argentina mejor.
El autor es consultor en agronegocios y energías renovables
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