El galo Julien Laurençon y su socio François Nolet crearon Procens, un emprendimiento a partir de la crianza y alimentación con desperdicios de larvas provenientes de la mosca soldado negra
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“Era un sueño al inicio pero hoy es una realidad”. Con ese sentimiento, el francés Julien Laurençon habla de su emprendimiento Procens, que creó dos años atrás con su socio belga François Nolet.
Con un mismo espíritu, los dos europeos se encontraron a mediados de 2018 en la ciudad cordobesa de Colonia Caroya y decidieron comenzar un proyecto de economía circular. En este contexto, a partir de la crianza de larvas provenientes de una mosca llamada soldado negra, orientaron un emprendimiento alimenticio para animales. El año pasado consiguieron una inversión de US$200.000 y para mediados de diciembre de 2021 terminarán con una ronda de inversión de US$1,5 millones.
Con 43 años, Laurençon recuerda su vida de chico en el sur de Francia, cerca de Bordeaux. Luego, sus estudios en finanzas lo llevaron primero a París y después al sudeste asiático, más precisamente a Singapur durante cinco años, donde su crecimiento laboral parecía no tener techo.
Sin embargo, cada día más sentía que esa vida que llevaba le daba todo menos felicidad. Fue así que decidió realizar un retiro de silencio en la isla de Bali. “Un día me desperté diciendo tengo todo pero no soy feliz. Me sentía al borde del precipicio. Ya no quería seguir haciendo eso en mi vida. Me empezaba a plantear cuál era mi aporte al mundo. En una sesión de meditación, me encontré con mi niño interior que me dijo que era momento de cambiar ese camino. Volví y le dije a mi jefe que todo eso me hacía mal. Renuncié y emprendí un viaje por un año a descubrir 18 países”, contó a LA NACION.
Así, hacia fin de 2016 llegó a la Argentina para hacer un voluntariado en la Fundación SÍ y en “Un techo para mi país”, donde conoció el país de punta a punta. “Me enamoré de este país, de su locura, de sus paisajes y de su gente. Aquí, todos los días hay grandes desafíos pero a la vez miles de oportunidades. La Argentina está en un lugar que no corresponde: básicamente porque hay gente muy capaz y recursos naturales en abundancia”, describió.
Tras sus experiencias voluntarias, hizo un máster en la UCA sobre ambiente y desarrollo sustentable y otro en la Universidad de San Andrés en dirección en organizaciones sin fines de lucro. Comenzó a trabajar en la cooperativa “En buenas manos”, que ayuda a la inclusión en el ámbito laboral de personas con discapacidad y luego se puso a trabajar en un proyecto agroecológico. “Sin fines de lucro no significa con fines de pérdida, como dice Patricia León”, destacó.
Por su parte, con 28 años, la vida de Nolet transcurrió en Bruselas y su actividad profesional comenzó en la Fundación Zeni. Su inquietud por generar proyectos personales relacionados con el impacto ambiental lo condujeron a tener un primer emprendimiento.
“Con la borra de café recolectada de bares comencé con un socio a producir hongos. Eso me llevó a conocer al economista belga Gunter Pauli, especialista en economía circular que se basa en replicar procesos naturales, aprovechando desechos como insumos de ese nuevo proceso productivo”, explicó.
De la mano de Pauli, llegó a la Argentina donde el experto estaba llevando a cabo unos programas de sustentabilidad. Una tarde de julio de 2018, ese encuentro de ambos casi por casualidad los llevó a encarar un emprendimiento de impacto positivo en el ambiente, “con una base de una economía circular sostenible y cuyo eje sea la reconversión de desperdicios. Además de un fertilizante para cultivos”.
En Córdoba, si bien en un principio fueron para el lado de la producción de hongos, enseguida se encaminaron hacia las larvas, que en el viejo continente ya hacía un par de años estaba desarrollado. Con ahorros personales y plata de amigos que apostaron al proyecto, compraron un contenedor usado para adaptarlo a la producción.
Luego, viajaron al norte argentino en busca de esa mosca nativa para domesticarla y luego criar larvas con ese fin productivo. “Los insectos son una fuente muy grande de proteínas para los animales. Las larvas de la mosca llamada Soldado Negra, que es autóctona del país, son muy eficientes a la hora de convertir residuos orgánicos en proteína”, destacó Nolet.
Así nació Procens. Sin embargo, cuando todo comenzaba a encarrilarse, la pandemia los dejó a medio camino. Casi sin dinero para seguir invirtiendo, un contacto con una firma de papas industrializadas en Balcarce, McCain, los llevó en septiembre de 2020 a reinventarse en otro lugar. Cargaron todo su emprendimiento, incluso el contenedor, en un camión de transporte para instalarse en esa ciudad, donde en la actualidad tienen su planta procesadora.
“Llegamos a un acuerdo con esa empresa. Les retiramos sus residuos industriales de la papa que procesan; a nosotros nos sirve como materia prima”, describió el francés.
Luego firmaron un convenio con el Banco de Alimentos de Balcarce para adquirirles los desperdicios de frutas y verduras que reciben. Según indicaron, se trata de dos soluciones para la ONG: por un lado, generan un ingreso extra y, por el otro, les retiran del lugar lo que no les sirve para alimentos. También se pusieron en contacto con una fábrica de cervezas para hacerse del bagazo que les queda. Estos desechos también forman parte de la alimentación de las larvas.
En cuanto al proceso productivo, en promedio, las moscas tienen una vida de diez días. En ese tiempo, se les adapta un ambiente para que se reproduzcan y pongan los huevos: a saber una temperatura constante de 30º, humedad de más del 60%, 12 horas de luz y 12 horas de oscuridad. La cosecha de huevos es diaria que luego de hacerlos eclosionar se recuperan las larvas. En 14 días, terminan de madurar y alimentándose con el preparado que le brindan, su peso se multiplica por diez mil. El proceso se realiza en el sistema digestivo de la larva. Luego, las larvas se deshidratan para convertirse en harina (proteica y aceite). Al menos un 2% de esos huevos se recuperan para formar la colonia de moscas que pondrán posteriormente los huevos. En tanto, el 98% restante se convertirá en larvas que serán cosechadas.
De cada 1000 kilos de desperdicio con el que alimentan a las larvas logran 200 kilos de larva fresca que se convertirán en 61 kilos de harina y unos 11 kilos de aceite.
“Por otro lado, la materia prima que queda biodegradada es un abono natural que sirve como fertilizante para regenerar los suelos”, detalló Nolet.
Si bien aun trabajan en pequeña escala, para el próximo año tienen proyectado procesar al menos cinco toneladas diarias. En una primera etapa el producto estará dirigido para mascotas y peces, pero a futuro se lo encontrará también para cerdos (en su primera etapa de crianza) y pollos.
Tanto Laurençon como Nolet están felices. Su vida está de parabienes. Días atrás recibieron su DNI de residencia temporaria especial. “Nos lo dieron y estamos orgullosos de ello. Este documento se los dan a quienes aportan al bien común de la Nación. Nuestra idea es replicar este modelo de producción en distintos lugares del país y de Latinoamérica”, destacó Laurençon.
Una oportunidad
Para los emprendedores, existe una enorme oportunidad para la industria basada en insectos y la Argentina tiene una ubicación estratégica para ello. Como primera cuestión, está la escasez de proteínas para alimentar a los 10.000 millones de personas que se esperan para 2050 y por otro las cada vez mayores cantidades de desechos orgánicos.
”En promedio, se desperdicia el 35% de la producción mundial de alimentos que asciende a 1300 millones de toneladas por año, contribuyendo a la contaminación ambiental. En el país, son 16 millones de toneladas de desechos orgánicos, disponibles a un costo de compra muy bajo, sumado a un fuerte sector agroindustrial con tecnología, mano de obra calificada e instituciones técnicas que acompañan los proyectos”, indicaron.
En este sentido, el Senasa le dio un respaldo al emprendimiento. Para esto creó una nueva categoría de actividad productiva y así concretar “el primer paso que es la inscripción del establecimiento en el Renspa”, dijeron en Procens. Asimismo, el organismo está colaborando en la parte normativa y tecnológica, ya que en el país no existe todavía una normativa al respecto.
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