Los grandes escritores que se ocuparon del gaucho, siempre han escrito sobre el fogón que los acompañó. El fogón como algo útil al hombre que andaba en la intemperie o usaba campamentos rústicos, muchos de esos escritores lo vivieron.
La palabra fuego, del latín focaris, deriva de focus "hogar". Un fogoncito prendido por más que se esté en la mayor pobreza, a la intemperie y con rigores invernales, proporcionó y proporciona el abrazo del hogar; esto lo viven todavía algunas personas. En el pasado, el fogón fue imprescindible en campamentos militares, en todas las tolderías y a todo gaucho que andaba en la huella. Hasta muy avanzado el siglo XX, en la enorme geografía argentina fue útil para todo aquel que por el motivo que fuera tenía que adentrarse en las profundidades de nuestro territorio.
Con todos los adelantos modernos, podríamos decir que el fogón prendido es algo que tiene que ver con la tradición y una cierta veneración a las llamas del fuego que es ágil, alegre, y vínculo de cohesión entre las personas. Cuando salen las lenguas de fuego, de la llama principal, solo duran un instante en el aire y desaparecen hacia arriba. El fuego tiene el poder de fascinar al ser humano.
El uso racional del fuego dio origen al ser humano tal cual lo concebimos, todas las culturas de todos los tiempos lo valoraron.
En un campamento criollo, el primero que se despierta antes del amanecer hace fuego, avivando un tizón prendido que dejaron desde la noche anterior, que le suelen llamar nochero y es un tronco grueso, pone una o dos pavas a calentar de acuerdo a cuantos hombres son. Luego rodean al fogón tomando mate, algunos ponen pan contra el fuego. Si hace frío la base del fogón les proporciona calor a los pies. La llama les da calor y luz, el humo amortigua los aromas. El fuego ahuyenta a los animales peligrosos. Los bancos bajos y/o calaveras de vaca son prácticos contra el humo y el frío.
Luego los hombres se van a cumplir con sus obligaciones y regresan al medio día donde los espera el cocinero con el agua caliente y la comida cocinándose o asándose. EL fuego es así el hogar de ellos.
Si es verano (días más largos), después de una corta siesta vuelven a sus obligaciones hasta la media tarde, donde no regresan al campamento, sino que en el mismo lugar de trabajo hacen un fueguito para el mate cocido. Siguen con su trabajo hasta que regresan al campamento.
Al anochecer toman mate. En la noche una vez que ya han preparado, la cena, para ver mejor al comer, suelen agregar al fogón, palitos finos y ramas secas, que logran un gran fuego alumbrando el ambiente, mucho más que con las llamas de un fogón común o normal. Además, el fuego tiene su propia música y exige ser escuchado, no cualquiera sabe comportarse frente a un fogón.
El paisano y el nativo en general saben cómo hacer fuego si ha llovido y todo está mojado, saben luchar contra el viento, saben las virtudes para el fuego de las distintas variedades de leña, le da usos de lo más variados a las cenizas, al tizón encendido, a la misma llama, al humo, al rescoldo, a todo el fenómeno fogón en general.
De un modo u otro el fuego, o algo que simula la llama, está presente en los lugares sagrados de todas las religiones. Un niño sabe del fuego en la llama de las velitas de su torta de cumpleaños. Hay estancieros que por tradición jamás apagan el fogón de la cocina principal por décadas; hay casos de películas.
Los lugares donde se presenta a los asados criollos en toda su magnificencia le dan al fuego una importancia casi de culto, tal el caso de un fogón en Merlo, San Luis, que hace diez años no se apaga y si se apaga queda el tizón encendido, en el lugar llamado "Entre Negros" creen que eso es parte fundante de todo.
El fogón criollo no solo es útil, sino que es la forma en que le ser humano agradece los grandes beneficios que la llama le ha brindado.
Nada mejor para un criollo, cualquiera sea su condición, que tomar mate a la orilla del fogón mientras se está haciendo el asadito.
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