Se trata de emprendimientos, como en tambos, que desarrollan sistemas productivos que satisfacen las crecientes exigencias de cuidado ambiental, bienestar animal y trazabilidad de la producción
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Todas las actividades humanas generan beneficios y perjuicios. En el caso de la lechería, produce alimentos para la humanidad, pero simultáneamente genera desechos que contaminan el ambiente si no son bien tratados.
La cuestión ambiental, el bienestar animal y los controles sobre la salubridad de los alimentos están cobrando cada vez más importancia en los consumidores, que exigen que lo que compran sea producido de manera sustentable, con animales que vivan en condiciones confortables y con trazabilidad a lo largo de todos los procesos. Son tendencias que están creciendo en el mundo y que en pocos años tendrán una gravitación trascendental en los sistemas nacionales de producción.
Por otro lado, se habla cada vez más de Economía Circular, un concepto que apunta a que los sistemas de producción tengan procesos cerrados, es decir conformen circuitos donde los efluentes -por ejemplo heces y orina del tambo- sean reciclados y vuelvan al campo como fertilizantes retroalimentando los sistemas de manera circular.
El tema ha sido tratado por Mauro Gorgerino, asesor de Select-Debernardi, quien impulsa el concepto de “Tambo Circular” , de acuerdo lo que se observa en la lechería de los países que llevan la bandera en esa actividad.
“En octubre de 2022 viajamos con la firma a Estados Unidos, donde vimos una empresa que tiene 10 módulos de 5000 vacas lecheras cada uno, que mantiene un convenio de integración con una industria. La usina le paga un importe equivalente a una rentabilidad del 15% sobre los costos de producción a cambio de un modelo 100% eficiente, que incluye todas las exigencias de bienestar animal, manejo de efluentes y salubridad del producto”, afirma Gorgerino.
Estas tendencias están acercándose rápidamente nuestro país. Entonces, “los tamberos deberían seguir preocupándose por la hipocalcemia, por la mastitis y por otros problemas cotidianos, pero también deberían levantar la vista y preparar sus empresas para cumplir con las nuevos requerimientos de los consumidores, sobre todo en el cuidado del ambiente y en exhibir una huella de carbono positiva”, aconseja el asesor.
Otro ejemplo es el de Mike Mc Klosky, de Nueva Jersey, que tiene 65.000 vacas a galpón, 60.000 con free stall y 5000 con cama de compost. En los últimos tres años puede mostrar una huella de carbono positiva, a diferencia de la negativa que exhiben la mayor parte de los tambos estabulados.
La huella de carbono representa el volumen total de gases de efecto invernadero que produce una actividad económica del ser humano. Se expresa en toneladas de CO2 emitidas. Concretamente, en los últimos años, Mc Klosky se alejó del free stall, un sistema donde los animales tiene muy limitados los movimientos, para volcarse a la cama de compost en los galpones, en los que las vacas pueden moverse libremente y salir a patios.
Así, el empresario cumple con la exigencia del consumidor de ordeñar “vacas felices” en el tambo, a semejanza de las “gallinas felices” que ponen huevos en libertad.
También cumple con otro requisito, el de la alimentación a través del pasto. Esto no significa que deban pastorear, sino ser alimentadas con productos provenientes del pasto, como silaje de buena calidad, en el galpón. En síntesis, “el mundo va hacia un modelo productivo más holístico, que cuida el ambiente y los animales”, adelanta Gorgerino.
Pasos necesarios
A partir de las realidades descriptas, en la Argentina se están desarrollando planteos que apuntan a satisfacer las demandas de los consumidores con miras al tambo circular. El proceso completo tiene seis pasos:
- Bienestar animal. Se debe asegurar el confort de las vacas, con alimento y agua sin restricciones a lo largo del año, sin estrés.
- Dieta saludable. Los animales deben consumir principalmente alimentos hechos con forraje como base, aunque no pastoreen.
- Recuperación de la materia fecal. Para minimizar la contaminación ambiental y mostrar una huella de carbono positiva.
- Rescate de materiales orgánicos de la bosta para fertilizar los lotes.
- Desarrollo de energías renovables a partir de los desechos animales. Se puede producir gas para motores de vehículos o electricidad para la empresa o para la comunidad cercana.
- Captura de minerales a partir de la bosta (calcio, magnesio, etc.) y creación de un fertilizante orgánico (Biol). Estos productos son la principal facturación de Mc Klosky, muy por encima del cheque de la leche.
Con esta visión de tambo circular, en sistemas lecheros intensivos la bosta deja de ser un problema incómodo para pasar a ser una fuente de ingresos que, además, permite demostrar que se cuida el ambiente.
En la Argentina, Nicolás Fissore, un productor lechero con dos galpones en Marull, Córdoba, ha desarrollado los primeros pasos del tambo circular. Por ejemplo, no optó por un free stall, sino por un compost con cama de estiércol y construyó un digestor para aprovechar la materia fecal.
Los sistemas disponibles de tratamiento de purines llevan la materia fecal a una pileta donde se separan las partículas más groseras, que se distribuyen en los lotes. Lo que queda va al digestor, que produce gas que se usa como tal o que genera electricidad.
Después de la acción del digestor queda un sobrenadante -el Biol- que es una excelente fertilizante biológico que se puede vender a muy buenos precios. Mc Klosky da un paso más en el proceso y también recupera minerales de los residuos y vende un mantillo que se usa como tierra para macetas. Con todos estos procesos se evita que la materia fecal contamine y se reduce la huella de carbono del tambo.
Fissore ya llegó a producir electricidad para su empresa y fertilizante para los lotes a partir de la bosta, procesos están al alcance de muchos tambos. “Es una cuestión cultural desarrollarlos, que, además, abre la posibilidad de generar ingresos”, alerta Mauro.
De cara al futuro, el profesional afirma que, hace 40 años en la Argentina había 40.000 tambos con 2 millones de vacas. En los últimos años se redujeron a 8000 tambos, con 1, 7 millones de vacas. Gorgerino estima que seguirá el proceso de concentración en los próximos años, que dejará solo 4000-5000 tambos activos.
“Es un fenómeno mundial, que se da en Estados Unidos y en los países europeos, que determina que la producción de leche quedará en manos de empresarios grandes muy eficientes, que deberán cumplir las exigencias de la sociedad, que serán respaldadas por legislación. Entonces, además de preocuparse por los problemas cotidianos, los tamberos deberían ir pensando cómo superar estos nuevos desafíos de la actividad, que se acercan más rápido que despacio”, enfatiza finalmente Gorgerino.
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