El sector viene esperando hace años que alguien entienda que se está “con el freno de mano puesto”
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Después del balotaje y viendo las reacciones de políticos, el rol de Mauricio Macri y los reportajes a Milei ya como presidente electo, me surge una reflexión expresada en clave agronómica, impronta que no puedo evitar por la naturaleza de mi oficio. Cada uno lo vera desde su ángulo o le pondrá su impronta.
Sabemos que en la Argentina en general, pero en el sector agroindustrial en particular, venimos esperando alguien que entienda que estamos hace años con el “freno de mano puesto”. Las palabras libertad y competencia no son ajenas al farmer en el mundo, ni al productor argentino.
Y aunque parezca un contrasentido, una actividad de riesgo como la agropecuaria prefiere pocas intervenciones para tener la cintura de adaptarse regional y temporalmente a los cambios de todo tipo (climáticos, tecnológicos y de mercado). Y esto es así porque cuando la teoría política interviene en el agro, lo hace mal.
En general, porque no lo entiende y porque además se aplican recetas simplificadas a todo un sector que llaman “el campo” y que, lejos de ser una uniformidad, en nuestro país abarca una compleja red de 32 cadenas agroindustriales bien estudiadas y descriptas, integradas por un universo variopinto de productores y en regiones muy contrastantes.
A este marco general intervencionista, se le agrega un marco internacional donde la cuestión ambiental se mete en la agenda política y es aprovechada por ideologías que “militan” el cuidado del ambiente, pero encubriendo un combate descarnado a la producción, a la propiedad y al desarrollo regional. El propio INTA y algunas facultades de agronomía están entrampados en esta telaraña en la que producir es sinónimo de destruir, instalando en la sociedad, que es mayoritariamente urbana, prejuicios que luego los decisores públicos no quieren, no pueden, no saben desterrar.
En todo este entorno, el agro argentino necesitaba alguien distinto. Estábamos esperando, utópicamente, alguien que nos libere de prejuicios e ideologías, y nos permita desplegar toda la potencialidad de recursos y capacidades que nos permiten infinitas posibilidades de crecimiento, y sin duda crecimiento sostenible. Este alguien debería venir como un “cisne negro”, y ese cisne ha sido el “fenómeno Milei”. Por eso el agro lo recibe con gran expectativa.
Claramente, Javier Milei, como él mismo se define, es un “outsider” de la política. Es decir, viene por “afuera del establishment”, del aparato partidario tradicional, pero conoce el sector privado. Lo cual, para muchos de nosotros, fue siempre una virtud. Y por eso me animo a decir que en el agro lo vimos con interés, y en especial los jóvenes. Pero después de las PASO, el “aparato partidario, y los medios” (no tanto en las redes), lo presentaban mas bien como un “outlier”.
Un outlier, estadísticamente hablando, es un “valor atípico”, un punto que está tan lejos de la media, digamos tres desvíos estándar, que se podría desechar porque no estaría dentro de la población normal (en este caso: un loco). Es más, si estadísticamente el “outlier” no se descarta, quedaría sesgado el valor de la media. Por eso se “etiqueta” de “extrema derecha” toda postura de “no izquierda”. Para intentar sacarla de la muestra y que la media siga quedando a la izquierda… Últimamente, me da la sensación de que el disenso ha sido considerado un “valor atípico”, que se debe descartar. Sin duda algo que debemos reconsiderar e ir madurando.
Es más, vemos que gran parte de la estrategia de Milei ha sido exagerar las posturas justamente para separarse de la media de la política (medio loco eso, porque luego debió hacer algunas “rectificaciones” de sus dichos, pero le funcionó).
Pero en la última elección, votó la población completa (no una muestra) y este balotaje (en sus 3 etapas: PASO, Elección general y ballotage) mostró que los “outliers” han sido más bien los políticos del establishment, que se alejaron cada vez más de la población de votantes. Como una casta, realmente. No es voto bronca, es que ya no nos representan. Y por eso, “El fenómeno Milei “es lo más natural de lo que tenía que pasar. En términos estadísticos, si los outliers cambiaron de lugar, lo que se está moviendo es la media.
Veníamos cada vez más metidos en una especie de democracia directa donde los temas fuertes se dirimían más en megamanifestaciones (la 125, la inseguridad, el aborto) que en el Congreso. Una democracia donde, con partidos que se vienen alternando desde 1989, no vemos muchos políticos que sean condenados en casos de corrupción, devuelvan lo robado, o se moderen al menos en sus sueldos. Ellos, los políticos, aparecen cada vez más ricos patrimonialmente y más poderosos en sus partidos.
Entonces apareció un ciudadano de a pie, que no lo dejaron entrar en ninguno de los mega partidos, y que, con un estilo rebelde, encarnó lo que todos pensábamos: “basta muchachos, son todo-lo-mismo”.
Volviendo a la estadística, el resultado del balotaje pareciera demostrar que Milei está más cerca de la media de votantes (la población normal), que la mayoría de los políticos de los dos mega partidos tradicionales.
Si quisiéramos mirar hacia adelante en términos políticos, me parece un tema relevante prestar atención al grado de afinidad de Javier Milei con Mauricio Macri, lo cual puede dar continuidad y fortaleza a un entorno favorable para el sector, que trascienda el momento de un “fenómeno electoral”. Ambos líderes tienen en común que son dos outsiders de la política, en sendos nuevos partidos. Pero, además, tanto Macri como Milei expresan coincidencias en un modelo de desarrollo económico con base en el agro y la energía y aspiran a construir un estado más profesional, moderno y facilitador de la producción y de la búsqueda de mercados nuevos. No sabemos cómo evolucionará esto, pero será clave para el largo plazo del sector agroindustrial.
Si Milei tiene éxito en su gestión, puede cambiar enormemente el horizonte de crecimiento para el sector agroindustrial de la Argentina, y como decimos en casa: “en 20 años no nos para nadie”. Lo que plantea Milei es una meta alta, y es lo que todos queremos, pero para materializar esta transformación habrá que ser constantes, y mirar el largo plazo a pesar de las dificultades que tengamos en los próximos meses o años. Tenemos una gran parte de los jóvenes que seguramente tomarán la posta. Estadísticamente, los jóvenes ya están empujando a cambiar la media.
El autor es ingeniero agrónomo
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