La criatura sobrenatural, producto de una leyenda que circula en las provincias del norte argentino, tiene distintas apariencias según el lugar donde habita
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“Un país sin leyendas se muere de frío; un pueblo sin mitos está muerto” (Georges Dumézil)
Para el investigador Adolfo Colombres “Lejos de ser una superstición, el mito es un relato verdadero, anclado en la cultura. Es que el hombre, además de racional, es un animal simbólico…”
Según la creencia popular, el Familiar, embajador del demonio y guardián de los pactos que se celebran con él, es un ente diabólico que habita el inframundo, fetiche del infierno, que se le ha concedido al patrón mediante un pacto satánico por el cual se compromete a alimentarlo cada año con la vida de uno o varios de sus peones. A cambio de este sacrificio, el dueño obtiene abundancia y prosperidad garantizada en sus negocios con la única condición de que mantenga satisfecho al Familiar.
Esta criatura sobrenatural tiene distintas apariencias según el lugar donde habita. Generalmente adquiere la forma de un perro de color oscuro que lleva una pesada cadena en el cuello, largas uñas capaz de desgarrar a un hombre de un solo zarpazo, y mirada de fuego, o de una serpiente gruesa y corta con cabeza de gato, pelos en la espalda, y ojos de fuego, otras con cuerpo de jabalí a veces sin cabeza y gruesos pelos en el cuerpo. La más común es la figura del perro que se destaca por su enorme tamaño y ferocidad, capaz de devorar al hombre que se le presente. Es invencible, no le afecta ningún arma de ataque. Sólo se detiene ante la presencia de una cruz.
En La Rioja, este mito tiene su propia impronta. Según testigos, el Familiar es un huésped mimado, habita un sótano dispuesto solo para él, cómodamente apoltronado en mullido sofá y provisto de agua y alimento. Cada vez que se percibe algún crecimiento abrupto en la marcha de una empresa, familia o emprendimiento, de inmediato se conjetura con el acuerdo que puede haber hecho el propietario con el demonio, a cambio de su alma. Pacto sagrado que se cumplirá a ultranza.
Entre los zafreros
La leyenda originaria se funda en los ingenios azucareros de Tucumán, en la época de auge de la industria azucarera a inicios de siglo XX, y comprende a las provincias de Salta, Jujuy, Catamarca, Santiago del Estero, La Rioja. La leyenda del Familiar se empezó a afianzar entre los zafreros ante los eventos de enriquecimientos abruptos. La imaginación popular tejió su propia historia atribuyéndole a oscuros pactos entre el patrón y el Supay (diablo). Éste recibía a cambio de la riqueza asegurada, la vida de algún peón. Pronto el mito se robusteció; aterrados por las noches, los peones creían ver ojos de fuego rondando el cañaveral.
El Familiar se alimenta de la carne humana y del espíritu de su víctima. Se dice que vivía en las fábricas oculto entre las bolsas de azúcar, o en las chimeneas de los ingenios. También habita en los sótanos de las casas. Dicen que, por las noches, en época de cosecha, el patrón lo liberaba para que atrape su propia víctima, o bien le señalaba el peón que le causaba problemas entregándoselo. Se sabe de su presencia por el fuerte olor a azufre y carne podrida que despide, además del ruido al arrastrar las cadenas.
El patrón o el capataz, solía meter miedo entre los peones sembrando terror con el Familiar ante cada amenaza de huelga. Seguido de alguna desaparición misteriosa.
Según estudiosos, la leyenda comienza en el Ingenio Santa Ana, de Clodomiro Hileret, un francés que llegó a fines del siglo XIX, y quien logró hacer una rápida fortuna beneficiado por los créditos blandos del momento. Así, pudo comprar maquinarias con las que armó el colosal ingenio. La imaginería popular comenzó a tejer fantasías, el patrón hizo pacto con el Supay.
Sospechaban que Hileret tenía un pacto demoníaco, el cual le confería poder económico y político a cambio de la vida de un obrero por año. El empresario debía dejar el legado a sus descendientes para que el Familiar no muriera de hambre, de no hacerlo la fortuna se perdería y la familia sería maldita. Cuando sucedía algún accidente mortal en la fábrica los obreros decían que el Familiar se había cobrado su cuota. El industrial Hileret falleció repentinamente en un barco rumbo a Europa y se lo veló a cajón cerrado, con una fotografía. Esto alimentó el mito popular. Decían que Lucifer se había cobrado su deuda con la propia vida del amo. Poco después su familia pierde la fábrica y abandona Tucumán.
En esos pueblos aún permanece viva la leyenda del Familiar, donde algunos pobladores dicen oír cadenas arrastrándose en la noche, y ojos de fuego buscando un alma perdida.