En el Valle de Calamuchita de Córdoba, doce productores que tienen unas cinco hectáreas en producción y participan de un programa del INTA apuntan a agregar valor con la aromática
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CÓRDOBA.- El programa Cambio Rural del INTA tiene su único grupo de productores de lavanda en el Valle de Calamuchita de Córdoba. Está integrado por una docena de personas, algunas de las que vienen desde hace unos años cultivando la aromática y otros que recién comienzan. Entre todos suman unas cinco hectáreas y el objetivo es expandirse para crear un atractivo turístico más en la región.
Cristian Moya, coordinador del grupo, dijo a LA NACION que en el Foro de los Ríos (una asociación civil que trabaja hace años en la región) venían buscando alternativas para el cultivo de aromáticas para hacer producciones “amigables con el medio ambiente”. Así, terminaron constituyendo el grupo. Hace un año vienen organizándose con la asistencia de un técnico de Cambio Rural.
Entre las metas acordadas, por ejemplo, se incluye un crecimiento del 30% anual de la superficie plantada y del 25% por año de la producción de esquejes y de plantines; aumentar el agregado de valor y generación de subproductos (cosmética, aceites esenciales) y mejorar la cadena de comercialización.
“Apuntamos al turismo como un potencial importante -afirmó Moya-. La lavanda es un atractivo en medio del paisaje de Calamuchita. Los visitantes pueden recorrer las plantaciones y comprar los productos que se elaboran”.
En la zona hace cinco años, aun antes de la constitución del grupo, se hace en enero la fiesta de la cosecha de la aromática. Con la Agencia Córdoba Turismo avanzarán en la iniciativa.
Enrique Yanacon es el técnico del INTA con el que trabajan: “La lavanda es un cultivo plástico, se adapta a distintas condiciones; básicamente tiene que tener horas de frío, mucha luminosidad y suelos bien drenados; todo eso está en Calamuchita”.
Explicó que, para que una plantación sea rentable, se requiere una base de 5000 plantas (una media hectárea). A su entender, la iniciativa tiene “muchas posibilidades” en el mercado de la mano de la creación de un circuito turístico y del agregado de valor.
El plan de trabajo con Cambio Rural se extiende tres años: en el primero se mejoran las plantaciones; en el segundo las instalaciones y, en el tercero, la clave es el valor agregado. Moya describió que, hasta el momento, la mayoría de las plantaciones son pequeñas pero todas tienen proyectos de expansión. “El negocio no está en la venta de aceite o flores a granel, sino en lograr productos y venderlos en el lugar”, añadió.
La técnica Marta Ojeda, asesora del grupo, indicó que está en marcha un relevamiento de las variedades de lavanda que hay en la zona; los análisis los realizan con el Ceprocor, el Instituto Darwinion y con especialistas de Merlo. También, con el INTA, se está haciendo control de suelos y de plantas.
“La determinación de las mejores variedades es importante para, después, conseguir aceites de alta calidad -señaló-. También con la Universidad Nacional de Río Cuarto se analiza la posibilidad de insecticidas biológicos que ayudarían a mejorar el rendimiento”.
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