Robo de animales, cuatrerismo. No sorprende que este mal "endémico" siga pasando con los años a pesar de los alambrados de siete hilos, las marcas, las caravanas y hasta los chips. Pero, en Mendoza, según informa LA NACION del sábado, ya se "cosecha a granel" la carne de caballo.
Debemos informar que no es una sorpresa, puesto que está regido por el Servicio Nacional de Sanidad y Calidad Agroalimentaria el consumo de yeguarizos para exportación, pero con todos los controles, los sellos violetas y sus disposiciones para la salubridad como si comiéramos nutria o cola de yacaré. El problema es la delincuencia, la depredación de un animal viejo y enfermo como uno de pedigrí y sano sin pasar por un mercado, por un ente regulador y sanitario.
Hace años que la Argentina mandaba a Italia caballos en barco y en pie en manadas que alcanzaban o alcanzan las 3000 cabezas. Siempre se les dijo caballos de "tacho". En Europa, bien sabemos que hay carnicerías de carne equina, de termocongelados, de embutidos, de picada... Aquí también se la suele entreverar.
¿Qué es más barata? Es cierto. ¿Qué es más dulzona? También. ¿Que en Francia la tratan tan bien como a un gallo viejo? (le coq au vin), es verdad.
Claro que antes de hablar de la realidad de la comercialización me detendría solo un poco en nuestra alma criolla, aunque a veces "El hombre es como un león,/ se come hasta la conciencia.., /se me mezcla la razón/ porque una respuesta no hallo,/ criollos cuidando caballos/ pa' darles con el facón".
"Allá en El Paso Obligado/ pago sureño y querido./ El honor cayo vencido/por cinco de mortadela/y los gauchos hacen muelas/con caballos embutidos".
"Los vi en la calle del hilo/ pastoreando pa' engordarlos./ Después vienen a llevarlos/ pal degüelle, pobrecitos./ Cada matungo es un grito/ que la Patria da al llorarlos".
"Los mismos hombres que andaban/ ensillando un redomón./ Los mismos que en el galpón/ los cuidaban de la helada/ Hoy les dan en la bajada/ el último rempujón".
"Me han dao por explicación/ que es un negocio legal./ Si está bien o si está mal/ ante la ley no lo sé./ Pero vi más de una vez los ojos del animal". (José Larralde).
La crónica del sábado pasado habla de caballos de 300 kilos. No se si está errada, pero eso es menos que un ternero. Un caballo de "tacho" no baja los 450 y en Francia son verdaderas bestias percherones. Allí sí importa el volumen carnicero.
Para explicarlo, las razas pesadas, sea cual fuera, perdieron el poder de tiro ante las máquinas, pero no el poder cárnico. Vaya entonces esta anécdota que aconteció durante la habitual muestra ganadera de hace casi 30 años de la Sociedad Rural Argentina.
Salieron tres percherones a competir por el gran campeonato. De los tres, dos eran impecables por corrección, morfología y aplomos. El otro era volumen (1300 kg). Los jurados (Saenz Rosas, Labiano y Romero Carranza) tuvieron una interminable discusión para distinguir al mejor. Ganó Ulpi, el potrillo tordillo importado de Francia por la cabaña La República. ¡Primó el volumen! Es decir, el gancho carnicero.