Todavía no hay nuevas estimaciones para soja y maíz, pero la zona núcleo tiene rindes afectados; los especialistas moderan sus proyecciones de beneficios extraordinarios y advierten que habrá cautela en las ventas de granos
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CÓRDOBA.- Todavía las bolsas de cereales más importantes del país no recalcularon las cosechas de maíz y soja que estimaron estaría entre las récord, pero los productores de la zona núcleo insisten en que los calores extremos y la falta de lluvias de las últimas semanas están afectando los rindes. A esa situación se suma la caída de precios internacionales, las dudas respecto a una nueva devaluación y que los costos de la campaña vienen subiendo.
Desde la Fundación Agropecuaria para el Desarrollo de Argentina (Fada), David Miazzo explica que la falta de agua y la ola de calor son determinantes para que no se alcancen los rindes potenciales en la zona núcleo. “No sería una cosecha récord, pero tampoco diezmada como la anterior -describe-. No vamos a una ‘mala’ porque se empezó en un buen punto, pero estamos volviendo a un escenario de precios como los de 2019/2020 y eso es más preocupante que el volumen”, explica.
Por ahora, Fada estima una exportación de todas las cadenas en torno a los US$50.000 millones, cifra que implica US$12.000 millones más que en el 2023, “pero no los US$60.000 millones del 2022″, señala Miazzo.
El economista Roberto Bisang advierte que “hay que dejar de pensar la macro desde los plenos 2002 a 2007 cuando esos dos cultivos generaban US$5000 millones adicionales, ahora habrá que sumar de a poco”, advierte el economista Roberto Bisang.
En diálogo con LA NACION, plantea que aunque haya una muy buena cosecha, no habría que pensar en beneficios extraordinarios: “El tipo de cambio pasó a más de $800, pero hay que restarle 33% en el principal cultivo (soja). La mayoría tiene entre el 60% y 70% de su estructura de costos dolarizada. Los tipos de cambio presentan asimetrías notorias y sigue la actualización de precios relativos atrasados. Todo depende del rendimiento, se vuelve crucial el clima”.
Sol Arcidiacono, responsable de las Operaciones de Latinoamérica de HedgePoint Global Markets, respecto al volumen de la cosecha señala que hasta la segunda quincena de enero era el “verano perfecto”, por lo que se apuntaba a rendimientos récords de 55 millones de toneladas de soja y 59 millones de maíz. La ola de calor y las lluvias “muy dispersas” posteriores afectan fuerte la zona núcleo. “La foto de hoy es de cultivos estresados y empezamos a preocuparnos -añade-. Si las lluvias llegan pronto, deberíamos estar en carrera de nuevo. Todavía hay tiempo”.
En tanto, el economista Ramiro Frías señala que “la ausencia de lluvias los últimos 15 días, sumada a la ola de calor, pusieron a los cultivos en una situación de stress justo cuando gran parte del área de soja y maíz está atravesando el período crítico para la obtención de rendimientos “. El especialista, de Farías Consultores, advierte que “si en las próximas dos semanas no se generalizan las lluvias con buenos milimetrajes habrá recortes significativos en la producción, con un impacto directo en la generación de divisas y en el rebote de la actividad económica”.
Precios internacionales
Los precios internacionales de las commodities están cayendo porque se espera una recomposición de la oferta mundial y porque China recortó su demanda de poroto de soja. La baja también alcanza al maíz y al trigo. Arcidiácono precisa que se entra en un ciclo en el que la demanda está “lenta”. China, que fue el principal motor de la expansión en los que va del siglo 21, está en una “situación distinta; no se recupera del confinamiento del Covid-19 y hay una crisis inmobiliaria. El ciclo expansivo de dos dígitos no estará y los márgenes de molienda están deprimidos”, dice.
Apunta que la expectativa es bajista. Entiende que es una “oportunidad” para la Argentina para abrirse al mundo: “Somos exportadores netos y con una cosecha grande se abre la posibilidad para trabajar desde el lado comercial. Después de tantos años del país separado del mundo, tiene que hacer un esfuerzo para reintegrarse”, afirma.
Los expertos consultados por LA NACION coinciden en que la baja de precios a nivel internacional ya se anticipaba. El problema, dice Farías, fue que el “desorden” del contexto local “no permitía gestionar más allá”. Con la suba de costos que se registra, agrega, los números están “muy justos e incluso, en algunas zonas, negativos para campo arrendado”.
“Si llega a haber problemas de sequía con menores rendimientos, la cadena agroindustrial lo va a sentir, porque ya viene resentida con el impacto de la gran sequía de la campaña 2022/23″, sintetiza el economista.
Costos altos y diferentes tipos de cambio
Los actores económicos vinculados al campo comparten las dudas del resto respecto a si habrá o no una nueva devaluación; hasta cuándo -con los niveles de inflación que se registran- puede el gobierno de Javier Milei sostener el actual tipo de cambio oficial. Hay consenso entre los consultados respecto de que podría haber un nuevo ajuste cambiario en marzo o abril.
Bisang reseña que los productores hicieron la “apuesta” de la cosecha en octubre y noviembre, con “otras perspectivas políticas”. Sin atreverse a predecir qué pasará con el tipo de cambio, enfatiza que la competitividad se definirá “estrictamente por el factor físico”. Analiza que hay que ver cuántos desvíos estándares se registrarán entre los 60.000 productores de soja, qué brecha de productividad tendrán.
Miazzo indica que la situación cambiaria para los productores no mejoró de manera significativa en comparación con el “dólar soja” y con los insumos que venían “inflados” en dólares. Subraya que la inflación ya “se comió cualquier tipo de mejora cambiaria y se deterioran los números; también suben labores, transporte y no bajaron, como se esperaba, los costos en dólares”.
El economista se inscribe entre los que espera una nueva devaluación. “Con este tipo de cambio, los productores venderán lo mínimo necesario. Tal vez con el ingreso de la cosecha, el Gobierno podría intentar una unificación, sino se da se repetiría lo que ya hemos visto”, sintetiza.
Farías comparte que el tipo de cambio va “a necesitar un ajuste” ya que después de la corrección de diciembre la inflación de ese mes fue del 25%, para enero se espera otro 20% y para febrero algo similar y todavía faltan ajustes de tarifas y actualización del impuesto a los combustibles, entre otros factores. En ese escenario el tipo de cambio oficial viene moviéndose al 2% mensual.
“Si sigue de esa manera las personas y empresas empiezan a tener comportamientos de resguardo, las exportaciones merman, todo se empieza a frenar y eso afecta negativamente en varios aspectos”, añade.
La analista Arcidiácono entiende que hasta el ingreso de la cosecha “queda mucho” por resolver. Reconoce que hoy las ventas están “lentas” pero cree que “hay tiempo”. Por el lado de los costos, sostiene que el ciclo fue inusual porque se planificó y se compró insumos con un tipo de cambio oficial diferente: “Es una circunstancia puntual que incluyó la devaluación de diciembre y la próxima que es inminente. Se cosechará con un tipo de cambio diferente”.
Un punto que aborda Miazzo es que sigue habiendo un beneficio para los exportadores por el mix 80/20 establecido por el ministro Luis Caputo pero el productor cobra al tipo de cambio oficial. “En los contratos a futuro se usa el dólar oficial; vendieron a $840 y el exportador está entre $930 y $940. Afecta al trigo en muchos contratos, esa es la queja. Ayuda a amortiguar que bajó el precio, cayó unos US$20 la tonelada”, señala.
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