Muchas regiones de la provincia de Buenos Aires están amenazadas de sufrir nuevos anegamientos por tener las napas más altas y la ausencia de inversiones en infraestructura canalera
De abril a septiembre de 2014, buena parte de la provincia de Buenos Aires estuvo bajo el agua.
Nada menos que diecinueve distritos de la provincia fueron declarados en emergencia y/o desastre por parte de la Comisión de Emergencia y Desastre Agropecuario de la provincia de Buenos Aires (Cedaba).
¿Fue una situación excepcional o, muy por el contrario, de ahora en más se debería tomar como un evento recurrente?
La viabilidad económica de muchas explotaciones, sean ganaderas, tamberas o agrícolas, depende de la frecuencia que tengan estas inclemencias en el futuro.
Como muchos otros, el caso de Pedro Merbillhaa, ex presidente de la Confederación de Asociaciones Rurales de Buenos Aires y La Pampa (Carbap) y productor agropecuario de la zona de General Guido, puede servir para tomar cuenta de la dimensión del problema. De las mil hectáreas de su explotación, 600 estuvieron literalmente bajo el agua, se perdieron 300 hectáreas de verdeos, las vacas tuvieron que parir en plena inundación y los caminos vecinales de acceso al campo parecían ríos. Sin embargo, ésta no es la inundación más cruel que vivió Merbillhaa. "La inundación de 1980 fue la peor que recuerdo", señala casi con la resignación de quien ve pasar los años sin ser testigo de los cambios necesarios para paliar los desastres que provocan los excesos de lluvias no sólo en el sector agropecuario, sino también en los cascos urbanos, con eventos cada vez más frecuentes desde comienzos de la década del 70.
Si se tomaran las últimas inundaciones que sufrió la provincia de Buenos Aires, es evidente que aumentaron tanto la frecuencia como el riesgo de sufrir pérdidas en la producción. Un hecho incontrastable es que las napas en buena parte de la provincia se encuentran muy altas, a poca profundidad del suelo, por lo que se necesitan muchos menos milímetros de lluvia como para que éstos sufran inundaciones. En Junín y Bragado, por ejemplo, es común encontrar la napa a menos de 50 centímetros del suelo.
Según los productores, técnicos y especialistas consultados, este incremento en la recurrencia de los anegamientos se debe a una multiplicidad de factores. En algunos de ellos el hombre puede intervenir como para evitar o morigerar los efectos, mientras que en otros, como el cambio climático o los ciclos húmedos (por el que se estaría transitando desde la década del 70), sólo se pueden tomar como un dato de la ecuación productiva.
Pero la política agropecuaria que implementa el Gobierno no es neutra, sino que es uno de los factores que aumentan el riesgo de tener excesos de agua en los campos. Las restricciones y falta de estímulo al cultivo del trigo provocaron en los últimos años una caída en la cantidad de hectáreas destinadas a cultivos invernales (de 3 millones de hectáreas como promedio de los últimos 40 años a 1,8 millones de hectáreas de la campaña 2014/15) que afectó el balance hídrico de los suelos. "Hay 300 a 400 milímetros de agua que comienzan a sobrar en los suelos porque no hay cultivos invernales para utilizarlos", razonan los productores. A pesar de esto, muchos buscan atenuantes técnicos, como siembras tardías y tempranas en maíz para diversificar riesgos climáticos y tiempos de cosecha, o el uso del silobolsa, que permite diferir el transporte de la cosecha hasta cuando los caminos rurales así lo permitan.
Sin dudas, la falta de infraestructura es la gran asignatura pendiente -y responsabilidad- del gobierno de la provincia de Buenos Aires. Hasta el momento no pareciera haber tomado nota de esta situación, y nuevamente se pone en evidencia la falta de una solución integral y definitiva para el manejo del agua. ¿Cuál es la solución que plantean las autoridades provinciales? Todos los remedios se enarbolan en el Plan Maestro Integral para la Cuenca del Río Salado (PMI-CRS) -a pesar de las numerosas voces que se alzan en su contra (ver recuadro)-, que fue el resultado de un estudio que a fines de los 90 la provincia de Buenos Aires encomendó a la consultora inglesa Sir William Halcrow & Partners con el financiamiento del Banco Mundial y para elaborar un plan de recursos hídricos con el objetivo de terminar, en el largo plazo, con el problema de las inundaciones en la provincia de Buenos Aires. "En la actualidad se estima que se ha ejecutado tan solo el 40% del total de las obras del Plan Maestro Integral para la Cuenca del Río Salado (PMI-CRS)", dice el diputado Carlos Brown, es decir, un total de 700 millones de dólares de los 1800 millones del presupuesto inicial. Su ejecución comenzó en 2002, cuando se constituyó el Fondo Hídrico y se obtuvieron los fondos para su iniciación. Se estableció un plazo de 11 años para la concreción de las obras para unas 17 millones de hectáreas.
La obra debería haber concluido en 2013. Sin embargo, se está lejos de ese objetivo. Según explica Brown, se encuentran terminadas sólo dos de las cuatro etapas del Plan. El proceso licitatorio se abrió para el tercer tramo recién durante 2010.
Pero además de la realización de las obras en tiempo y forma, los productores reclaman también su mantenimiento. Los más memoriosos recuerdan que cuando en la Argentina comenzaron a realizarse los primeros canales, a principios del siglo XX, existía la figura del canalero, que controlaba su correcto funcionamiento.
Dolores de cabeza
Hoy día no es una excepción encontrar trabajos inconclusos y mal construidos, falta de dragado en los canales o compuertas rotas.
Tal es el caso de Dolores, localidad en la que llovieron 1600 mm en 2014, lo que hizo desbordar el Canal 1 a la altura de una obra de retención que en el momento de mayor caudal tenía un terraplén de tierra por una obra de mantenimiento inconclusa, que hizo de tapón.
Como resultado, al ex presidente de la Rural de Dolores Germán Galdos, que trabaja 3500 hectáreas entre propias y alquiladas, sólo le quedaron 450 libres de agua entre abril y octubre. Sin embargo, Galdos decidió no acogerse a los beneficios de la declaración de emergencia y/o desastre porque considera que los paliativos son mínimos (diferimientos impositivos y en el mejor de los casos exenciones) y porque si lo hace tiene un alto riesgo de perder los créditos a los que accedió, incluso los del Banco de la Provincia de Buenos Aires. Por eso cree que es el momento para terminar las obras que quedaron a mitad de camino y que, según cuenta, les prometió el Ministerio de Asuntos Agrarios.
Éstas son, entre otras, una compuerta automática en el Canal, el reforzamiento del terraplén sur, la reparación de las compuertas abandonadas y ensanchar el cauce primario hasta el paraje del 60. En el Canal 1, la mencionada obra de retención a la altura del Tordillo, fundamental para que pueda abrirse y aliviar la zona en épocas de inundación, y ensanchar el cauce primario del Canal 2 hasta el arroyo La Favorita.
Hasta ahora, ninguna de las obras comenzó. "Hay que insistir en que se hagan las obras, y que los intendentes las pidan, porque pasa el agua y se olvidan", dice Galdos.
Juan P mERBILLAA
Productor
"El plan de la cuenca del Salado hubiera sido extraordinario si se circunscribía sólo a la tarea de drenaje de la cuenca."
CARLOS BROWN
Diputado Nacional
"Se han ejecutado sólo el 40% del Plan Maestro. La obra debería haber concluido en el 2013, pero se está muy lejos del objetivo. "
Causas y consecuencias
Napas altas
A menos de 50 cm
Representan una amenaza latente para la producción por el riesgo que ante una lluvia con un milimetraje promedio se vuelvan a anegar los campos
Aislamiento rural
Abandono de campos
En una inundación los caminos rurales terminan siendo intransitables por muchos meses. Cada vez menos gente quiere trabajar bajo estas condiciones.
Falta de trigo
Agua sin consumir
El milimetraje que no consumen los cultivos invernales explica en parte los excesos de agua
Canales ilegales
Sálvese quién pueda
Hay quienes agudizan los excesos de agua buscando soluciones individuales
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