Leopoldo Lugones y Fernán Silva Valdés dedicaron versos al sencillo pájaro
"... Avecita del campo
pájaro payador/
te llevaste contigo
toda la tradición..."
Antigua canción popular
En la vasta y hermosísima región gauchesca rioplatense, especialmente en la Argentina y el Uruguay, la figura arquetípica del payador concentra en sí las cualidades del genuino gaucho cantor, con su voz bien timbrada de acentos melancólicos y su inseparable guitarra vibradora.
Mencionemos a aquel gaucho payador que luchaba con las tropas del general Belgrano; al oriental Bartolomé Hidalgo, que en los fogones de las heroicas vigilias sacaba cenizas la llama de su inspiración y hacía escuchar los diálogos entre Chano y Contreras, o ponía en carta fingida de los jefes enemigos la copla de socarrona advertencia "? ai te mando, primo, el sable/ No va como yo quisiera/ de Tucumán es la vaina/ y de Salta la contera?"
No es tampoco necesario recordar a nuestro Santos Vega ni a Martín Fierro payando con el Moreno, y, aún más cercanos a nosotros, la celebérrima payada en Paysandú del payador oriental Navas con nuestro Ezeiza. Pero solamente dos poetas, uno uruguayo y el otro argentino, inmortalizaron en sus versos al pajarito payador: el chingolo. Me refiero a don Leopoldo Lugones, argentino, y a don Fernán Silva Valdés, uruguayo. Ambos en pleno auge del movimiento modernista que inaugurara Rubén Darío; ambos de cultura ciudadana, pero de raíz gaucha ancestral, ya que ambos llevaban en su alma al gaucho "? sacramente?", como expresó inimitablemente don Ricardo Güiraldes "? sacramente, como la custodia lleva la hostia?".
Ambos en sus obras supieron cantar a su tierra gaucha con imperecedera voz. Ambos fijaron su mirada de honda poesía en un pajarito de humilde apariencia, pero de inolvidable presencia, el chingolo, y ambos centraron su atención en el canto familiar del alado pequeño payador, con el que se sintieron hermanados.
Leopoldo Lugones en su obra El libro de los paisajes, en el capítulo "Alas", lo describe amorosamente, al detalle y lo muestra apareciendo en la puerta "? cuando el campo está más solo y la casa en paz, desierta?", con familiaridad confiada lo llama "chingolito de mi vida", compañero de su infancia, él añora, en la edad madura, precisamente, su canto.
Don Fernán Silva Valdés, en su Antología poética, en el capítulo "Poemas Nativos", una sentida vidalita en honor del chingolo, se detuvo también especialmente en su canto. Fernán Silva Valdés nos relata las circunstancias de su encuentro con el chingolo. Fue a caballo, por el campo, con su inseparable guitarra a los tientos; vio en el suelo al pequeño payador moribundo; lo recogió con ternura, improvisó una jaula, con su misma guitarra; le aflojó rápidamente las cuerdas, introdujo delicadamente al chingolo "? con mi mano grande, con mi mano ruda?" volvió a ajustar las cuerdas y la boca de la guitarra se convirtió en la redonda puerta de la improvisada jaula sonora.
A la medianoche, Fernán Silva Valdés oyó el último canto del adiós a la vida libre y feliz del chingolito payador. Las primeras horas del día certificaron la muerte del chingolo. Pero ese canto a la vez alegre y melancólico del payador ha quedado retenido en los versos de Lugones y Silva Valdés.
A falta de partitura musical, el canto del pajarito payador, que modula en la bemol mayor al estilo Chopin, los dos poetas se valen de la onomatopeya. Para Lugones: "? curí - curí - quí - quío...". Para Silva Valdés: "? biti bío - bío - bío?"
Siempre que escuchemos el canto del chingolo, el poema de la naturaleza nos repetirá en la poesía de Dios las estrofas improvisadas por el alado gauchito payador.
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