El ave ocupa un lugar destacado en la literatura y el folklore de la Argentina
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Dice el refrán: “pura espuma como el chajá”, en alusión a su robustez que no es tal, incrementada por el abultado plumaje. Guarda una apreciable fama de “centinela del campo” junto al tero. Advertía a los criollos la proximidad de un malón y a los indígenas la llegada de soldados.
El ave ocupa un lugar destacado en la literatura y en el folklore de nuestro país. Se lo menciona en cuentos, leyendas y refranes populares. Pertenece a la familia de los anhímidos. Es un ave exclusivamente sudamericana, de gran tamaño, pesa unos tres kilos. Posee una cabeza pequeña con copete, dotada de un pico corto. En su cuello luce un ancho collar oscuro negro. Sus grandes y anchas alas tienen un rasgo distintivo de dos fuertes espolones, utilizados para defensa y ataque. Su plumaje es de color gris. Sus patas son rojas con dedos y uñas largas. Es gran caminador, pero lento.
Según el Padre Labrador, el origen del nombre Chajá o Chaha, proviene de la onomatopeya guaraní de su grito alarma. La toponimia utilizó el vocablo para denominar la localidad de Chajari, en Entre Ríos, arroyo del Chajá.
Es un habitante adaptado a los espacios abiertos, como esteros, bañados y lagunas. También en arrozales. Su dieta es vegetariana, semillas y hojas de las plantas acuáticas, lo complementa con insectos, orugas y gusanos. Su carne es oscura, semejante al pato salvaje, por eso no son presa codiciable para los cazadores.
Es muy conocida la fidelidad que guarda a su pareja. Dice Mario Maratea: si llegase a morir es total su desazón y enfermo, su corazón dejará de latir. Se reproducen en primavera. El cortejo dura varias semanas que incluye un mutuo acicalamiento de plumas de cabeza y cuello. Construyen sus nidos de paja y cañas entre los juncos bajos.
Marcos Sastre, lo describió como un “ave criolla, valiente, poderosa y voladora”. Lo hacen en bandada. En altura, planean con plenitud en círculos y cantando a intervalos. Llama la atención como pueden sostenerse durante períodos tan largos, haciendo sublimes ejercicios, demostrando gran resistencia. Debajo de la piel poseen una serie de celdillas o cavidades en las que retienen el aire que le facilitan el desplazamiento y la sustentación aérea a voluntad.
Guillermo Hudson en “Allá lejos y hace tiempo” escribió que al que envidiaba era al chajá?”yo anhelaba alzarme de la tierra como el pesado pájaro y ascender alto? y me mantuviera flotando, balanceándome todo el día como él, sin trabajo ?sin esfuerzo”, y decía " son aves pacíficas”. Conoció a gauchos que por placer los hacían pelear, presenciando grandes batallas.
El jesuita Florian Paucke (1713/1780), elogiaba a sus plumas para escribir, más flexibles y elegantes que las de ganso. No aceptaba “sus destemplados gritos” porque le lastimaba sus oídos. Sus hazañas vocales son muy destacadas, tanto de día como de noche. Comienza el macho con un Yohie, le sigue la hembra con Yiaha y los luego los dos desparraman un torrente sonido. Es fácil de domesticar, son muy sociables, dóciles y apegados a las casa y suelen recibir las caricias del dueño. Anuncian a la visita con fuertes gritos.
Ceferino Palma recuerda que cuando trabajaba en la estancia La Totora, Entre Ríos, alejada de todo, la comida diaria era un guiso de chajá, largaba un aceite roja y no era gustosa. En ocasiones, en su casa sólo se cocinaba la pechuga y se aprovechaban los huevos. Cuenta que cuando va a la provincia, en especial Ibicuy, se ven muchos chajaes a la orilla de las lagunas y también se los ve volar en bandadas.
Esteban Echeverría en La Cautiva: “... gozoso el yahá, de cuando en cuando turbaba el mudo reposo con su fatídica voz”
Martín Fierro lo evoca así: “Entre tanta escuridá. Echando al viento mis quejas. Cuando el grito del chajá, Me hizo parar las orejas. Don Segundo Sombra, “los chajaes delataban nuestra presencia a intervalos perezosos”.
Su gallarda figura fue inspiración de poetas y músicos que se encuentran expresados en chamarritas y chamamés.
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