Desde Martín Fierro, Don Segundo Sombra, pasando por la agricultura de precisión y los robots en los tambos, “El campo” conjuga las más arraigadas tradiciones con las más sofisticadas tecnologías. De esa manera “El campo” deja de ser un sustantivo y pasa a ser un verbo. Un verbo dinámico que se adentra en nuestra historia y raíces, que tiene un presente de indispensabilidad para la economía y la sociedad argentina, con una proyección de futuro, que nadie en nuestro país o en el exterior lo duda o desconoce.
Una identidad nucleada en un verbo, que nos trae imágenes desde un boyero cambiando novillos en una parcela hasta un GPS de un monitor de siembra. No necesita explicación, ni aclaraciones, todos sabemos a qué nos referimos. Incluye a muchos y muchos más quieren estar incluidos en la conjugación de este verbo.
No está tan claro los porqué, pero uno puede aventurarse en intentar explicar para qué, en algunos ámbitos, se quiere cambiar la denominación de lo que abarca actividades tanto sociales, identitarias, económicas, culturales, tecnológicas y de arraigo con una sola y simple palabra: Campo. En su lugar se intenta hacer un tren de vocablos inconexos donde la propia cacofonía hace que las invenciones de este tipo solo puedan arrastrase forzadamente contra natura.
Bio-Agroindustria-Circular-fotosintético- holístico y otras expresiones buscan crear una nueva identidad, incomprensible para propios y ajenos, generando una confusión excluyente, donde cada vez que se agrega un vocablo o acrónimo al tren, se termina excluyendo a otros, y nuevamente se intenta añadir otro vagón creando así una confusión infinita.
¿Cambio de marca?
“El campo argentino” no tiene necesidad de un “rebranding” (cambio de marca). La marca ya está y es valiosa. Quizás quienes buscan mejorar la imagen de su sector saben que subirse al tren campero es una buena alternativa. Lograr estar con quienes mejoran la imagen propia, que no es tan fácil de solucionar con campañas publicitarias, es una estrategia astuta de marketing. La percepción de la sociedad no es fácil cambiarla, pero fusionándose puede ser una manera de encontrar un atajo.
No digo que no puedan existir prejuicios, ideas en contra, falta de comprensión, desconocimiento, etcétera, desde la sociedad hacia el campo. Eso existe también. No se lo puede negar. Pero esos puntos deben ser trabajados bajo el buen nombre que hoy se explica solo, y todos lo entienden. Y no en un triple o cuádruple injerto de palabras que no prenderá nunca por tratarse de especies distintas con ciclos evolutivos distintos.
En la década del 70 había una publicidad de un banco que mostraba imágenes de chicos que pasaban y decían simplemente cómo se llamaban con orgullo frente a cámara. Cuando finalizaba el desfile de caras y nombres, se escuchaba como cierre de la publicidad: “Un buen nombre es lo mejor que uno puede tener”. Y ahí terminaba. Cuidar el nombre propio ¡Gran mensaje!
Un mensaje, sencillo, transparente, que inspira y está arraigado en la figura de un gaucho y en las más avanzadas tecnologías. Todo esto se sintetiza en el simple y dinámico verbo: “El Campo”. El campo argentino.
El autor es productor agropecuario
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