¿Qué se nos viene a la mente al decir la palabra caballo? Cada uno de nosotros hará una asociación distinta. A mí me lleva a la manada con mis potrillos; a un historiador, lo ubicará en Troya y al domador de casa, a la gateadita que debe entregarme en marzo. Alguien de la moda pensará en Charlotte Casiraghi montando en un zaino, abriendo el desfile de Chanel; Cambiaso en qué nuevo récord romper con la Cuartetera y Almita Garrahan soñará con su petiso Milei. Habrá millones de formas distintas de conexión pero sin temor a equivocarme diría que siempre sobre un carril positivo.
En los últimos tiempos, las más variadas tendencias holísticas, espirituales y religiosas nos llevan por el camino del aprendizaje como concepto superior. Quizá hasta un punto extremo donde todo nos enseña algo y nos explican que hemos venido a este mundo a aprender.
Inmersos en esta temática, podríamos pensar en los caballos como instrumentos o al menos canales conductivos para ello. Pero personalmente prefiero elevarlos al magno lugar de Maestros. Deviene entonces una pregunta lógica: ¿qué nos enseñan? Aquellos que hemos vivido y convivido con animales sabemos que tienen sus tiempos para todo y claramente nuestra falencia es no entenderlos y menos aún respetarlos.
Pongamos de ejemplo la comida, donde rompemos con su natural ingesta permanente para crearles una rutina de un par de raciones al día y muchas veces ni siquiera respetamos aquello que les impusimos. Ni hablar de los tiempos de trabajo cuando el último animal nos encuentra generalmente cansados y cerca del mediodía, entonces sí o sí lo montamos contra reloj.
Aquellos que hemos vivido y convivido con animales sabemos que tienen sus tiempos para todo y claramente nuestra falencia es no entenderlos y menos aún respetarlos
Sabemos que en su etapa de hechura necesitan intercalar algunas semanas o meses de descanso. Ridículo es pensar que los ocho o diez de un lote lo necesitan al mismo tiempo. Todas razones muy concretas, lógicas y entendibles pero basadas en los tiempos del hombre y no del caballo. Respetar tiempos y momentos ajenos es una verdadera enseñanza que nos dejan los caballos. Nos hacen convivir con nuestra ansiedad y purgar todas las penas que de ella derivan. Sacarlos del corral campo afuera cuando todavía no están listos, como forzarlos a parar y doblar cuando no lo tienen claro, son acciones arrebatadas nuestras que sabemos se pagan caras. Y cuando todavía no aprendimos a manejar nuestra ansiedad e inmersos en un mundo de impotencia, el condimento que agregamos es aún peor, la ira.
Ésta viene de la mano de frases célebres que brillan por su absoluta ineficacia tales como “ya vas a ver quién manda”, seguida por un cúmulo de acciones violentas que podemos confirmar conducen a nada. Sabemos que en el diario trajinar con los caballos, las decisiones se dan momento a momento y las equívocas son moneda corriente. Debemos convivir con el fracaso y muchas veces acudir serenamente al Monje Shaolin que todos llevamos dentro para buscar nuevos caminos.
Para ordenarnos, volvamos un poco atrás y enumeremos qué nos enseñaron hasta acá: la comprensión de los tiempos ajenos, el manejo de la ansiedad, el convivir con el fracaso y el dominar la ira. No es poco, pero hay más. Convengamos en que todas éstas enseñanzas diarias que no por básicas dejan de ser complejas, son tan solo un punto de partida en lo que refiere a nuestro aprendizaje.
Antes de continuar con estas líneas, creo que es honorable aclarar que a lo largo de mi vida con los caballos, he pensado, dicho y hecho muchas cosas de las que no me siento orgulloso pero he aquí otra enseñanza que ellos nos dejan y es que siempre hay otra oportunidad. Tan solo tenemos que buscarla.
El caballo es un ser con bonhomía esencial absoluta. Significa que no tiene maldad alguna en sus actos. Si el caballo no hace lo que queremos, no es su culpa, sino la nuestra por no saber comunicárselo correctamente y sumamos así otra enseñanza, que es no poner las culpas en terceros. Hacerlo por momentos parece aliviarnos pero en realidad nos hace perder tiempo y no nos permite acercarnos a las soluciones.
Pero hacia donde miremos, los caballos nos siguen abriendo puertas. Viendo hacia el lado terapéutico me encuentro con el coaching con caballos que basado en su sensibilidad extrema nos enseña a visualizar nuestra problemática espejándose en nosotros. Lo mismo sucede en temas vinculares con las constelaciones con caballos y tantas otras formas alternativas de ayuda.
En esta senda de colaboración por parte de nuestros caballos, merece un párrafo aparte lo que hace Daniel Kuljko con su polo adaptado. Si pensamos que “coachea” un polista autista que solo se comunica con su madre cuando está con un caballo, qué nos queda por decir... Una vez más los caballos van a nuestro rescate.
He aquí tan solo algunas cosas que nos enseñan, aunque nos quedaron afuera del corral su libertad, empatía, lealtad, sus conceptos de liderazgo y tantas otras facetas.
Espero con esta columna colaborar a que mañana al ensillar clareando, nos dirijamos a nuestro caballo con el cariño y respeto que merece un verdadero Maestro.
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