A lo largo de su historia, esta raza equina ha anotado aproximadamente 95.500 productos, en un 90% de alto valor agregado
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Hace unos días compartí una pasta con un gran amigo que tiene, entre otras de sus muchas virtudes, la curiosidad. Lo caracteriza una cualidad de las personas inteligentes que es hacer buenas preguntas. Es argentino, pero vive en el paradisíaco Positano, lo que lo mantiene alejado de toda información ecuestre. Y esto, dado sus orígenes, de algún modo lo inquieta.
-”¿Cómo anda el mundo de los caballos en la Argentina?”, me preguntó.
Intenté sacarme el lazo con un escueto… “Bien…..”, pero su mirada me charló de poco y fue entonces que me comprometí a desarrollarla en mi columna.
Para conocer la realidad de los caballos en nuestro país, se me ocurrió que el camino era contactar las entidades que los agrupan, o sea, las asociaciones de las distintas razas. Solo por ser quienes abrazan mi sentir a diario, empezaré con los de polo. Haré a un lado los incontables logros deportivos que ostentan para no ser redundante y me centraré en el desarrollo de los caballos de esta disciplina, en sus distintas etapas.
Si vamos a hablar de ellos, es sumamente importante saber que para jugar no necesitan pertenecer a una determinada raza. En más de 2000 años de historia de este deporte, se habrá visto un inimaginable espectro de equus caballus pero en la actualidad, su cada vez más cuidado profesionalismo, nos conduce hacia un tipo de caballo muy específico. Tan es así que en 1984 se crea la Asociación Argentina de Criadores de Caballos de Polo (Aacp). A partir de ahí, los pasos se han dado con una vertiginosidad que solo la realidad puede crear.
Con medio centenar de socios en sus inicios y alrededor de 400 en la actualidad (37 en el exterior) es una raza que busca la excelencia con modernidad. Con una estructura similar a la del de Sangre Pura de Carrera (SPC) amplía sus fronteras con el trasplante embrionario (8000 en el último año) y el clonado (300 aproximadamente en esta temporada).
Generaciones
Arrancando con una lejana charla de Alberto Pedro Heguy en la Sociedad Rural Argentina sobre posibles padrillos para polo, llegamos a ver en la actualidad, familias enteras de cinco o seis generaciones de Polo Argentino y esto nos permite pensarla como una raza ya consolidada en sí misma.
Tiempo atrás, una yegua jugaba hasta una avanzada edad, por ponerle un número, 16 años. Podíamos con fortuna, sacarle dos o tres hijos y el testeo por resultados se hacía con la yegua probablemente ya muerta. Esto, en el mejor de los casos y pensando que alguno de ellos fuese hembra, ya que por cuestiones de manejo, no trabajábamos con padrillos. Otra opción eran las líneas laterales de sangre, o sea, las hermanas, pero sabemos que no es lo mismo. Ni hablar de las yeguas más destacadas que se iban al exterior, de las cuales perdíamos absolutamente la genética. Ahora se le sacan embriones a potrancas de dos o tres años, jugando sus crías al mismo tiempo que las madres y al cabo de esos mismos 16 años, podemos tener decenas de sucesores.
Todo esto para bien o para mal y, como dice Roger Federer, tenemos que aprender a trabajar sobre las derrotas porque suelen ser más que las victorias. Lo importante es contar con mayor y mejor información para tomar decisiones. La aceleración que logramos para visualizar errores y aciertos le da a la raza un sesgo de empatía con lo contemporáneo nunca antes visto en esta clase de instituciones.
A lo largo de la historia de vida de la raza Polo Argentino se han anotado aproximadamente 95.500 productos, pero el dato interesante es que, en los últimos años, el 90% de ellos tienen un valor agregado tecnológico por ser trasplante embrionario, clon o ICSI.
Vemos, en cuanto al desarrollo genético de los caballos de polo, una línea ya bien definida y la flexibilidad de incluir outsiders con buenas campañas, que los empuja los horizontes del éxito continuamente. Tales los casos de las yeguas australianas de Ellerstina como Claret, Music y Lizzie y la Santana rescatada por los chicos de La Natividad de los demoníacos pagos de Tasmania. La Bolocco chilena traída por La Aguada y las americanas Bruma, Ethel y Hannah Montana por La Dolfina. Todas ellas son aportes de sangres nuevas para nuestras manadas.
Crianza
Al igual que en la etapa de crianza, el avance del siguiente paso, que sería la doma, ha tenido un cambio sustancial. Tenemos que ser conscientes que se partió de un piso muy bajo, envuelto en formas cruentas y teniendo el descarte de animales como una posibilidad económica contemplable. Pero estos métodos evolucionaron bajo el liderazgo de Polito Ulloa bien secundado por Bonilla, Fabricio García, Carlitos Mendonça, Joaquín López y Nico Benoit, entre muchos otros. Esta nueva generación viene con una impronta de respeto por el animal totalmente distinta. Se le suma a esto el aporte interdisciplinario entre otros de personalidades como el uruguayo Villamor, el brasileño Ronaldo Kreusch, y el chileno Coteco Aguirre que nos aggiornan con lo que pasa en el mundo. Pareciese entonces este casillero de la doma estar bastante completo.
Pasemos al siguiente, llamado hechura. Por alguna razón los polistas tendemos a relativizar la importancia de esta etapa, así como el trabajo del piloto. Económicamente es de difícil valoración y se deba tal vez a que gran parte de su mano de obra no se ha preparado específicamente para esta función. Son jóvenes deportistas a la espera de una oportunidad profesional, la que dinamitaría su continuidad. Siempre pensé que como piloto quiero alguien que le dé su experiencia a mis caballos y no uno que haga su experiencia con ellos. Sumémosle o restémosle, mejor dicho, su limitada cohesión con el trabajo del domador y que muy pocas son las organizaciones con un proceder metódico y sistemático. Claramente el polo en general no ha encontrado una evolución tan grande en términos de hechura. Basta pensar que todos recordamos al domador con quien estuvo un año y no al piloto con quien convivió tres.
Presencia argentina
Llegamos así a la etapa donde el polo se desenvuelve más cómodamente, que es en la competencia. No cabe duda el sitial de privilegio que ocupan los caballos argentinos en el mundo. Tan solo saber que este año en la Copa de la Reina en Gran Bretaña participaron 945 caballos de los cuales 862 eran Polo Argentino. Y eso, no hace más que confirmarlo.
Hecho este paneo sobre las distintas etapas del caballo de polo y con el fin de profundizar un poco más en esta raza, qué mejor que hablar con Santiago Ballester, exquisito criador y actual presidente de la Aaccp. Sabiendo que no es un hombre que se anda con vueltas para decir las cosas, arranquemos con un tema complejo. Si pensamos que el 12 de julio se cumplieron 100 años de nuestra primera Medalla Dorada y ahora no podemos pasar a una cuadra del Comité Olímpico, claramente el doping es un tema a tratar. Ante esto, Santiago me cuenta que, en pos de extremar el cuidado de nuestros caballos y por otro lado aumentar el factor transparencia, ítem fundamental en la industria, es que han diseñado un protocolo antidoping. Se llevó a cabo con los veterinarios de los equipos de la Triple Corona Argentina y el laboratorio del Hipódromo de San Isidro esperando este año poder implementarlo.
Llamé entonces a Delfín Uranga, presidente de la Asociación Argentina de Polo (AAP) quien me confirmó que forma parte de un proyecto que incluye las últimas modificaciones del reglamento en relación con el Bienestar Animal y que se implementará en la temporada 2024.
Teniendo en cuenta los innumerables éxitos deportivos, la evolución en todas sus etapas y que es una industria pujante, me permito robarle algún dicho a la próxima raza que analizaré, los Sangre Pura de Carrera, al decir que, el caballo de Polo Argentino “viene ganando por varios cuerpos.”
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