Los biocombustibles a nivel mundial son fruto de políticas públicas, no fueron generados como demandas espontáneas de los mercados y por ello son altamente vulnerables a cambios de políticas. Esta alta dependencia de las políticas de cada país hace que el desarrollo de los mercados de biocombustibles sea incierto y cambiante, a la vez que se caracterice por la presencia de medidas proteccionistas. Por otro lado, los mercados de biocombustibles son altamente volátiles. No sólo por la presencia de políticas públicas cambiantes, sino también por ser una commoditie energética vinculada en su precio a la oferta de materias primas, a su costo de transformación, al precio del petróleo, la nafta y el gasoil.
También es un mercado altamente regulado, en donde existen medidas de asignación de cuotas de producción y entrega, fijación de precios de venta o precios mínimos, licitaciones públicas, transacciones vinculadas a subsidios de mezcla con combustibles, bonos públicos que cotizan en mercados poco transparentes, altos aranceles de importación, prohibiciones o restricciones de origen de biocombustible para alentar producciones locales, entre otras medidas.
Este panorama proteccionista nace junto al impulso de estas energías renovables en Europa y Estados Unidos, que tienen como objetivo iniciar una política de reducción de la dependencia del petróleo y reducir los efectos del cambio climático vinculado al nivel de emisiones de gases de efecto invernadero que emite la producción petrolera. Para promover sus producciones de biocombustibles, tanto Europa como Estados Unidos aplican amplios y variados sistemas de subsidios a sus producciones y permiten importar únicamente poroto de soja para industrializar ellos y generar empleo en sus países.
La Argentina no tiene subsidios a la soja ni a la harina, menos al aceite y mucho menos al biodiésel, pero debe lidiar con un mundo altamente proteccionista y subsidiado. ¿Qué debemos hacer? Lo primero es reconocer que el complejo industrial sojero nacional es un cluster altamente competitivo y de escala global, así como representa el 25% de las exportaciones totales, 6% del PBI, cerca del 10% de la recaudación y cientos de miles de empleos directos e indirectos, principalmente en el interior.
Destrucción de valor
En segundo lugar, debemos entender que vender sólo aceite destruye valor. La Argentina es el principal exportador del mundo de aceite de soja - el principal insumo para la producción de biodiésel- y es responsable de alrededor del 60% del flujo global de este producto. Perder exportaciones de biodiésel es confirmar la victoria del proteccionismo de los países compradores.
La Argentina tiene instalaciones capaces de producir más de 4,5 millones de toneladas anuales de biodiésel, producto de los más de 2000 millones de dólares en inversiones que generan más de 6000 empleos en forma directa e indirecta. Estas inversiones están principalmente sostenidas por las grandes empresas (un 79% de la capacidad de producción argentina). A estas hay que sumar las inversiones realizadas en las plantas de refinado de subproductos, tal como la glicerina (primer exportador mundial), e industria conexa como la fábrica de metilato de sodio recientemente emplazada en Santa Fe, que es un insumo básico de la industria del biodiésel.
En tercer lugar, la existencia de derechos diferenciales de exportación entre materias primas y productos industrializados no es un subsidio de acuerdo con la Organización Mundial de Comercio. Es exclusivamente un impuesto al producto exportado con fines recaudatorios, pero no genera beneficio para la exportación.
Todos los países del mundo fijan impuestos variables a la producción de bienes y servicios, y la Argentina además cobra por tonelada exportada. El diferencial de derecho de exportación entre poroto, aceite y biodiésel es un mecanismo eficiente para contrarrestar el escalonamiento arancelario en países compradores (mayores aranceles sobre la base del nivel de industrialización) y los subsidios a la producción y comercialización que existen en EE.UU. y la Unión Europea. Los diferenciales de derecho de exportación son legales, no recurribles en la OMC y la mejor herramienta para lograr agregado de valor frente a la tendencia proteccionista.
Evitemos entrar en la falsa dicotomía de libre comercio puro: no existe y no existirá. Las reglas multilaterales del comercio así lo plasman y nos permiten aplicar medidas inteligentes para contrarrestar el proteccionismo. No dudemos en hacerlo.
El autor es director del Centro de Estudios del Sistema Agroalimentario de la UNLZ
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