El hierro es uno de los metales más conocidos y antiguos. Fue y es muy demandado. Se lo utilizó para la fabricación de herramientas como guadañas, hachas, azadas, horquillas, marcas de ganado y para obras del ferrocarril. Las herramientas manuales se hacían en forma unitaria; con la mecanización agrícola, fue disminuyendo el trabajo del herrero tradicional
Con los conquistadores, llegaron a América maestros y oficiales herreros, y manifestaban que "...sería necesario que nos enviasen? artesanos de toda clase, más útil que la de los soldados..."
Los herreros no podían faltar desde la fundación de la ciudad, "como que Garay traía herramientas de herrería", y eran necesarios para reparar arados y herraduras para los animales. Como materia prima, aquí solo existía hierro aerolítico (meteorito). Se trabajaba el hierro que venía de España y escaseaba, no así la madera. El carpintero iba personalmente al monte en busca de algarrobo o espinillo que cortaba y aserraba con la ayuda de los indios mansos o negros esclavos.
Indagando en la historia a través de la obra escrita del padre Furlong, los primeros herreros que llegaron a estas tierras fueron lusitanos y flamencos. Construyeron los molinos de viento, las cerraduras de las cajas del archivo, los estribos de hierro, sillas de montar, cruces para las iglesias, balcones de campanarios, etc.
También fabricaban garrochas, las banderillas que se empleaba en las corridas de toros. En 1611, se fijaron precios oficiales para los trabajos de herrerías: una hoz con cabo, 4 reales; 15 clavos de puntas de arar 1 peso; una espuela 2 reales, En 1675 los herreros prescindieron de los viejos aranceles y los aumentaron: una reja de arado de 20 pasó a 30 reales.
Los jesuitas instruyeron a los indios, que llegaron a ser eximios herreros. Uno de los religiosos, ante la demorada llegada de un yunque y los fuelles, "se puso a martillar todo el día componiendo, en poco tiempo, todas las hachas y los asadores..."
Como el hierro era escaso, en 1699 llegó a Buenos Aires una buena cantidad de hierro español y el Cabildo pidió que una tercera parte quedara en la ciudad para uso del vecindario. En 1748, un bando prohibió "exportar hierro al Perú o al Reino de Chile". A mediados del siglo XVIII, las herrerías estaban en su apogeo.
En 1778, el padrón de la ciudad registraba 37 herreros. Resultaron indispensables y fueron exceptuados cuando se decidió expulsar a los extranjeros. Ese mismo año se trajeron varios fragmentos del meteorito chaqueño y se dijo que por sus bondades era hierro de calidad. El jesuita alemán Antonio Stepp, misionero entre los guaraníes, extrajo con todo éxito, mediante el fuego, el hierro existente en las piedras Itacurú y llegó hacer variadas piezas. Se lo consideró precursor de la siderurgia rioplatense.
Primero los herreros fueron utilizados para fabricar las robustas rejas del calabozo del Cabildo, cadenas y grillos, cerraduras, clavos, etc. Se fabricaron cuchillos y puñales que se colocaban en la punta de la lanza y eran armas defensivas contra el indio.
Luego comenzó a funcionar el hierro forjado en puertas, ventanas, balcones, etc. Eran las rejas coloniales que tenían características de simplicidad. Se utilizaban barrotes, planchuelas y con pocos adornos. Después comenzaron a fabricar, para las mansiones de categoría, finas rejas artísticas, inspiradas en las sevillanas, pero con mayores fantasías, donde abundaban rizos, perillas, rosetones, palmeras, hojas, etc. Aparecieron curiosas veletas de hierro forjado que indicaban la dirección del viento. Coronaban torres, cúpulas y fueron realizadas por ignotos artistas. En 1739, por el peligro que surgían de los pozos de agua, el Cabildo dispuso que tuvieran brocales de ladrillos, mármol o piedra que eran rematados por artísticas rejas para sostén de la roldana. El herrero, con el calor de la fragua y entre golpe y golpe de martillo sobre el yunque, dio paso a su creatividad embelleciendo Buenos Aires con sus obras de arte.
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