Los datos sobre el área sembrada en Estados Unidos informados por el Departamento de Agricultura de dicho país (USDA, por sus siglas en inglés) del pasado 31 de marzo generaron un “revuelo” importante en la plaza de Chicago al ubicarse en 36,9 y en 35,5 millones de hectáreas para el maíz y la soja, muy por debajo de lo que el mercado esperaba.
Desde ese momento, el devenir de los precios se contonea entre los que creen que el USDA se equivoca poco en este tipo de estimaciones y aquellos que prevén que la cantidad de acres (o hectáreas) terminará siendo sustancialmente mayor. Y este no es un dato menor puesto que de ocurrir lo último, sería una de las pocas variables que podrían “mejorar” el muy ajustado esquema de oferta y demanda estadounidense, tanto para maíz como –mucho más– para la soja.
Mientras la demanda no muestre signos de racionamiento (aunque ya se nota cierto agotamiento en la molienda de soja estadounidense), lo único que queda es tratar de incrementar la oferta casi, a como dé lugar. El tema es que las estimaciones de producción, tanto en Estados Unidos como a escala global, están prácticamente en niveles récord y la forma más sencilla de poder incrementarla es con un aumento de área.
Eso puede ocurrir fácilmente cuando las subas de precios vienen por problemas de oferta. Pero cuando se generan por presión de la demanda, la historia puede ser algo más compleja. En este último caso y cuando el impacto de la demanda no “discrimina” entre productos, la competencia por el área se hace más reñida. Ello es así porque las cotizaciones son atractivas y rentables en casi todos los granos. Por caso, en nuestro país y dependiendo de las zonas, los márgenes pueden variar significativamente. No es lo mismo, por ejemplo, el sudoeste de la provincia de Buenos Aires, donde el doble cultivo trigo/maíz o cebada/maíz o inclusive el girasol compiten con la soja (algo parecido podría ocurrir con el girasol en la región NEA), que en la región núcleo donde, por ahí, un maíz como único cultivo podría competirle a la soja con resultados negativos para la oleaginosa.
El sorgo es otro cultivo que hay que tener muy presente por los valores que tiene. En definitiva, cuando existe un problema de oferta en algún cultivo en especial en alguna región del planeta, ese producto puede “desmarcarse” algo del resto en materia de precios marcando la diferencia.
Cuando la suba de valores viene por el lado de la demanda y es general (como es el caso), todos están en condiciones de competir por área y es difícil que uno se destaque por sobre el resto.
Así las cosas y volviendo al principio, la estadística muestra que el USDA se equivoca relativamente poco en las proyecciones de marzo en relación con los datos finales de área. Sobre todo cuando hablamos de una subestimación del área por parte del organismo. Más bien, las “equivocaciones” vienen por sobrestimación en aquellos casos en los que por cuestiones climáticas el área termina siendo mucho menor por imposibilidad de los productores cuando, por ejemplo, se dan copiosas lluvias al momento de la siembra, imposibilitando la continuidad de estas. Pero siempre puede haber sorpresas y hay que tener en cuenta que no son pocos los que creen que se va a implantar más maíz y más soja en los Estados Unidos. Para seguir con atención.
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El autor es socio de Nóvitas
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