Este ingeniero agrónomo defendió la expansión de la agricultura y la instalación de colonias rurales en el país
"El suelo es la patria, cultivar al uno es servir a la otra". Esta frase, grabada en la fachada del Instituto Agrícola de Grignon de Francia, quedó grabada de tal manera en la mente del joven Eduardo Olivera, aquella tarde de 1854 en la que arribó a la institución para comenzar sus estudios universitarios, que la convertiría en la obsesión de su vida.
Olivera había nacido para un destino de realizaciones, o al menos, eso pensaba su padre Domingo, el comerciante ecuatoriano que decidió ponerlo al frente de la chacra Los Remedios (actual casona Olivera, en Floresta) con sólo 14 años y seis años después lo mandó a estudiar ingeniería agronómica a Francia. La visión de su padre transformó a Eduardo en el primer agrónomo del país. Un ingeniero hecho y derecho, pero que recitaba piezas de Moliére o Racine y que admiraba a Jean Jacques Rousseau y a los enciclopedistas.
Fue el paso por el Grignon (establecimiento concebido en 1826 por Monsieur Bella, un ex general de Napoleón que impulsaba el estudio de la agricultura científica) y sus viajes por las profundidades del Viejo Continente los que le dieron a Olivera la idea de promover el desarrollo a través del campo. Idea que plasmaría en los cuatro tomos de Viajes Agrícolas y en los Anales de la Sociedad Rural.
Según su biógrafo, Carlos Ravelio, Olivera estaba convencido de que sólo a través de la explotación inteligente de la tierra, ayudada por la maquinaria de vapor y los adelantos de la ciencia, se podía traer progreso al país. Diría al respecto del desarrollo rural europeo, al que tomaba como modelo: "Allí, la agricultura y los intereses rurales forman las bases de la prosperidad, así como la población de sus campos es el fundamento del orden".
Además de una manada de ovejas para la chacra paterna (que originarían la raza Rambouillet Argentino), Olivera trajo de Europa cinco ideas que darían impulso a su existencia: copiar las exposiciones agrícolas de Birmingham y Salisbury, fundar una sociedad como la Royal Agricultural de Inglaterra, educar a los jóvenes dispuestos a trabajar en el campo y promover la fundación de colonias rurales con inmigrantes. En un viaje posterior, agregaría otras más: la conveniencia de fundar en bancos de crédito agrícola o hipotecarios y de usar la prenda agraria como forma de pago.
El resultado del impulso de Olivera se vio enseguida. Por mandato de Domingo Sarmiento, organizó cuatro exposiciones agrícolas en Córdoba, modelo de inspiración de la actual Rural de Palermo. En la primera (1871), concentró 180 maquinarias, 2200 variedades de cereales, 29.600 paquetes de semillas y 1500 visitantes. Al poco tiempo, organizó campos de cultivo en Río Segundo, adonde se vieron las primeras dinámicas de labranza con maquinaria agrícola de la historia argentina y fundó la primera chacra experimental (el Campo de Culturas Comparativas de Santa Ana).
Pero lo que más obsesionaba a Olivera era la formación de una sociedad de interesados en promover el campo, formada no sólo por propietarios, sino por agrónomos y científicos. Una idea que le costó casi una década llevar a cabo, por los vaivenes políticos. Luego de reunirse con Bartolomé Mitre, Adolfo Alsina y otros caudillos, y un intento fallido con la Sociedad Agrícola Rural de 1859, en 1865 Olivera logró su objetivo. Su amigo José Martínez de Hoz lo convocó para fundar la Sociedad Rural Argentina, que se concretó un 10 de julio de 1866.
Entre las bases de la nueva institución, redactadas de su puño y letra, Olivera pregonaba que los objetivos de la asociación eran "promover la mejora, orden y arreglo de nuestro pastoreo, por métodos más razonados que los actuales y conforme a las necesidades económicas y climatológicas del país" y "estimular a los hombres de ciencia para que se ocupen de difundir los conocimientos veterinarios y mecánicos para la mejora de nuestros instrumentos agrícolas".
Colonizar con campesinos
Luego de fundar la Rural, Olivera se ocupó de redactar Anales, desde donde hizo docencia para el sector, sosteniendo la necesidad de desarrollar una industria rural, expandir la agricultura y colonizar la tierra mediante el asentamiento de campesinos como propietarios (para lo que propiciaba rebajas del precio de la tierra y facilidades crediticias). Una idea parecida a la de otros pioneros, como Aarón Castellanos, que finalmente no llegó a plasmarse plenamente en el modelo rural local. "Hagamos que el proletario europeo comprenda que entre nosotros le espera un porvenir de riqueza. Apresurémonos en darles tierra para que fecunden con su trabajo, dándonos ciudadanos útiles y pacíficos", decía en sus escritos.
Con dos de sus metas alcanzadas, Olivera se lanzó a otro fin: la educación de los jóvenes. Así, en 1868, logró que se funde la Escuela Práctica de Agricultura y Veterinaria de Santa Catalina, en Lomas de Zamora. "El pastor es el esclavo más completo de la naturaleza. Es el hombre más apto para sufrir toda clase de tiranías y nunca podrá ser el ciudadano republicano que buscamos", reflexionaba, en relación a su urgencia por educar a los trabajadores rurales.
Promotor de aplicar lo mejor de la ciencia al campo, Olivera hacía gala de cierto nacionalismo a la hora de incorporar tecnología. "Mejorar razas implica mejorar la productividad en las condiciones de nuestra realidad de explotación y de mercado. Tened confianza en vosotros, buscad dentro del país los elementos mejores y más adaptados a nuestro clima y a las condiciones económicas de nuestros mercados, que los que hacéis venir con gran costo del extranjero. Aflige ver capitales propios que salen a enriquecer a criadores extranjeros, cuando podrían servir para mejorar nuestras razas de ganado", decía, aún en contra de las ideas de muchos de sus contemporáneos, que apostaban a la incorporación de razas europeas para el desarrollo de la ganadería local.
Este pionero, nombrado por el Gobierno a su muerte "Patriarca de la Agricultura y la Ganadería", falleció a los 83 años, en 1910. A diferencia de otros patriarcas de su época, no dejó una larga descendencia ni incrementó la fortuna de su padre. Pero el impulso de sus ideas dejaría huella en la forma de pensar el desarrollo rural del país.
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