Por la crisis de la producción, que no cubre los costos, en Villa Del Rosario, Entre Ríos, se perdieron “montañas” de la fruta
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“Duele ver cómo hoy se está desperdiciando tanta fruta”, se lamentó Marcos Dal Mazo, de la Asociación de Citricultores de Villa del Rosario, en el norte entrerriano. La imagen de un camión que descargó al menos 8000 kilos de mandarinas en el basural de esta localidad, donde ya se acumulan montañas de esta fruta, refleja la difícil realidad de los productores citrícolas de la región. Con precios entre $40 y $50 pesos por kilo, no logran cubrir los costos de producción. Además, la industria local se encuentra colapsada y no puede absorber más producción, que tampoco puede exportarse debido a la falta de competitividad. En este escenario desolador, miles de frutas terminan pudriéndose en el suelo
En diálogo con LA NACION, Dal Mazo alertó sobre la cruda realidad que se vive en “El Pueblo de Las Mandarinas”. Esta zona alcanza el mayor porcentaje de producción por kilo en la provincia de Entre Ríos y uno de los más altos del país, con aproximadamente 150 millones de kilos producidos por unos 400 productores en unas 5000 hectáreas. Sin embargo, este año se prevé un significativo desperdicio de parte de esta producción. “Es difícil ver las imágenes de cómo están empezando a tirar la fruta. Esto se debe, principalmente, a que en los mercados no hay ventas, los precios que reciben los productores son muy bajos y los costos de producción muy elevados”, contó.
Según detalló, el 70% de la producción se dirige al mercado interno, el 10% a la exportación y otro 20% a la industria. Sin embargo, la disminución de las ventas ha obligado a desviar más producción hacia la industria. “Hay exceso de producción en el mercado interno y como no se está vendiendo se traslada a la industria, que también está desbordada y no recibe todos los días o trabaja con cupos”, expresó. Las plantas tienen para moler varios días y eso genera cierres por un período determinado.
También hay problemas con la exportación por los requisitos y altos costos de producción que hacen difícil la competencia con otros países. “La caja final puesta en el puerto nos sale dos veces más de lo que nos pagarían o de lo que otros países ofrecen”, indicó. “Esto está llevando a que el productor necesite sacar la fruta de arriba de la planta, ya sea por la mosca [de los frutos que la afecta], para podar o evitar que caiga en el suelo, porque una vez que cae la fruta en el suelo en mucha cantidad desregula mucho lo que es el tema del pH. No queda otra que tratar de juntar antes que caiga y tirarla en un lugar donde no afecte a la citricultura”, señaló. Agregó que el problema es que la fruta que ellos producen no es adecuada para la industria debido a su calidad y el costo adicional que implica producirla, ya que están destinados principalmente a la exportación o el mercado interno, no a la industria.
Esto se da en un contexto donde tampoco los productores pueden cubrir sus costos. Indicó que el productor recibe entre $40 a $50 el kilo cuando deberían cobrar al menos siete u ocho veces ese valor. “Es una vergüenza; recibimos un caramelo por kilo de fruta. Con eso no se llega a cubrir los costos de producción, para que rinda, tendría que estar alrededor de 500 a 600 pesos el kilo como para cubrir costos, sin pensar todavía en rentabilidad”, explicó. Los costos que tienen son la cosecha, el flete, el empaque que implica la cera para darle brillo, la luz. Además están los costos de producción como lo que es poda, el riego, el abono, los fertilizantes, entre otros: “Llega fin de mes y no sabemos de dónde sacar la plata para pagar, por ejemplo, la luz”.
Explicó que la citricultura se realiza completamente de forma manual, lo que significa que necesita mucha mano de obra y esto hace que los costos sean altos. Además, los costos de transporte también son elevados. “Todo esto hace que el producto final que llega al mercado tenga un valor que es la mitad de lo necesario para cubrir los costos”, señaló.
Por otro lado, agregó que este año la situación se agravó porque hubo un aumento en la producción debido a mejores rendimientos. Después de años de sequía, las plantas estaban estresadas y producían menos, pero desde octubre comenzó a llover, estimulando una mayor floración y producción de frutos. “Mientras los mercados se siguen achicando, cada vez hay más fruta. Entonces tenemos mucho menos demanda y más oferta”, remarcó.
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