En estos días, escuché un periodista que planteaba cuál era la gran diferencia entre la selección de Scaloni y las anteriores. Decía que, antes, el equipo esperaba que Messi los salvara. Que jugara para ellos y disimulara los errores que se cometían en ataque, mediocampo y defensa. La selección actual es un equipo en el que todos juegan. Todos piden la pelota. Todos meten goles. Todos se hacen cargo. Y hasta los que entran desde el banco comparten el espíritu solidario y sacrificado de los titulares. Ahora, el equipo no vive de Messi, sino que juega con y para Messi. Y eso destrabó todo el potencial ganador del equipo.
En el contexto de este anuncio del dólar soja II, pienso: ¡qué mensaje le da la Selección a la economía argentina! Ojalá cada vez más dirigentes lo entiendan. Lo voy a explicar.
Para empezar, cuando salió la norma del dólar soja II me dolió ver la marca registrada de nuestra política económica reflejada en el primer artículo: “(...) de manera extraordinaria y transitoria (...)”. En fin. Ya dijimos muchas veces el rol que las expectativas y la improvisación tienen sobre la producción. Además de la sequía histórica y de la imposibilidad de importar tecnología, hay otro frente de tormenta: la imprevisibilidad en los precios.
Más allá de todo lo que ya sabemos que esto generará, como inflación y falta de dólares el año que viene, conceptualmente, insistir con esta medida empieza a ser muy peligroso para el sector y para todo el país por otras razones. Frente a esta medida, anticipo tres problemas concretos si, como hacemos en el campo, pensamos en el largo plazo.
El primero es tranqueras adentro. Como la rana en la olla, corremos el riesgo de empezar a acostumbrarnos a vender sólo en las ventanas de tiempo que el gobierno lo vea conveniente. Relanzar la Junta Nacional de Granos sería torpe. Con este mecanismo, el Gobierno evita el conflicto político y logra más o menos el mismo objetivo. Se lleva el beneficio y no asume ningún costo. Inteligente.
Ahora, el segundo problema se lo está generando el propio gobierno a sí mismo. Claro, ahora van a conseguir las liquidaciones que pretenden. Pero, ¿qué va a pasar en enero? ¿Y en febrero? ¿Y el resto del año? Es probable que la liquidación paulatina y constante de divisas a las que nuestro país está acostumbrado se reemplace con ventas masivas, pero esporádicas, a la espera de la “autorización oficial”, que sólo llegará después de graves conflictos y negociaciones con los productores. Va a empezar un ciclo de mercado con parálisis total por meses, seguidos de breves frenesís exportadores.
Lo que viene
Y por último, toda esta situación atenta contra la confianza de la sociedad con nuestro sector. Se refuerza la idea de los productores que “especulan” (palabra ridículamente demonizada), y que tienen en sus campos los recursos que pueden salvar a la Argentina de un cataclismo pero, como son egoístas, no quieren entregarlos. Guardan dólares que serían “de todos” en silobolsas y “no se solidarizan con sus compatriotas”. Esto agrava la conflictividad social y destruye la confianza, que es el principal lubricante de la economía. Es como cuando se decía de Messi: “La rompe en Barcelona pero con la camiseta de Argentina no hace nada”.
Como bonus track, la diferencia de retenciones entre el poroto (33%) y sus derivados (31%) es solo una muestra más del desconocimiento que se tiene sobre el valor que se crea y la tecnología que implica producir en la Argentina. Y, además, alimenta la grieta entre productores y exportadores, dos sectores que se necesitan y que, en otros países, tienen una relación armónica y virtuosa.
¿Qué tiene que pasar? ¿Queremos ser campeones? ¿Queremos ser potencia? Eso va a pasar cuando entendamos que no nos podemos colgar de un solo sector y esperar que nos salve. Como la selección hizo el click de no depender solo de Messi, la Argentina no puede depender solo del campo. Y, ojo, hoy le pasa a nuestro sector, pero también le podría pasar a la industria del conocimiento y la minería, otros sectores muy dinámicos y tremendamente superavitarios en términos de divisas.
Necesitamos que el Gobierno entienda que tiene que jugar el partido con nosotros, que no nos mire con desconfianza y que no quiera apoyar su incapacidad sobre nuestros hombros, esperando salvarse de milagro en la última jugada. Ojalá, como la selección, podamos armar un gran equipo.
El autor es socio de Barrero & Asociados
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