La urgencia por la “liquidación” de dólares de la soja, combinada con la urgencia de la industria aceitera por conseguir mercadería para moler, dio como resultante este extraño experimento del “dólar soja”. Un embudo de menos de 30 días, en el cual se permite liquidar dólares a 200$/US$ a quienes así lo quisieran, siempre y cuando compren y exporten soja.
Tiempos ajustados. Un embudo. La soja argentina vale más en pesos, pero menos en dólares. Vemos como la estrechez temporal de la medida hace que la cotización de septiembre en el mercado de futuros local se aleja de las posiciones inmediatas. Cae US$40 por tonelada en los primeros días. Ya que todos saben que luego del 30 de septiembre el hechizo se desvanece y el dólar soja vuelve a convertirse en calabaza.
La transferencia de recursos del productor al sector exportador se da naturalmente. Comprar en el embudo de urgencias y fechas que caen y apuran, mezclado por la confusión de la medida, genera el río revuelto en el cual la pesca es abundante y relativamente fácil.
La mejora para el productor, en teoría sería pasar de recibir el 30% del valor internacional, a recibir algo más cerca del 40% del valor que reciben nuestros competidores en países limítrofes y el resto de la producción global ¿Eso se festeja?
Daños colaterales
La medida es bien concentrada en un solo objetivo: que se venda soja y se liquiden dólares. Esto al hacer aumentar el precio temporalmente, como una efímera cañita voladora por pocos días, también hace que los subproductos de soja aumenten al mismo ritmo. Dejando así a las producciones animales (cerdos, vacunos y aves) en la situación complicada de estar del otro lado del mostrador, al ser agregadores de valor de la proteína de soja, transformándola en proteína animal. Estos tendrán que pagar más por la soja y no recibirán nada similar por sus exportaciones.
Ninguna asociación de productores avaló esta medida. Ni siquiera la cadena de la soja. Esta medida (“ primarizadora” por excelencia) parece tener solo como paternidad aceptada, a quienes gentilmente se ofrecieron a posar para una foto y aplaudir el día de los anuncios el pasado domingo. Eran pocos. Pero por lo visto eran pocos, pero convincentes. De todos modos, aunque no lo hubiesen reconocido, el ADN está impregnado de tal manera en la medida que la paternidad es indiscutible. Pero creen que el lineman no advirtió el “gol con la mano”.
Dejar de lado al resto de las producciones de este “beneficio” parece no tener mucha explicación. Dejar importar a 140$/US$ a quienes exportan a 200$/US$ tampoco. Y el mensaje para el año que viene, para cuando se coseche la soja el próximo otoño, lo más probable es que los productores se queden con la idea de retrasar sus ventas a la espera de una “promo primavera”, similar a la del 2022. Ese mensaje ya fue enviado a la producción mediante de esta medida.
Como siempre las soluciones más sencillas y ortodoxas son las más fáciles y con menores efectos secundarios. La baja de DEX (retenciones) y un mismo tipo de cambio y libre se obtendría la fluidez de los mercados y las señales para producir más. Pero pareciera, que la ideología no permite “un título” que figure que han sido eliminados o disminuidos los DEX. Y este tipo de alquimias serían más digeribles para el Gobierno actual desde el punto de vista doctrinario.
Ahora, ¿qué sucede una vez estimulada la venta de soja? La cantidad de soja no aumenta. Es la misma. Lo que se vende en septiembre no se venderá en meses posteriores. Y en diciembre y enero, nos vamos a encontrar no solo sin soja, sino con mucho menos trigo para exportar que en campañas anteriores debido a los “volúmenes de equilibrio”, así como también a la sequía que parece no tener ni piedad ni fecha de expiración.
El autor es productor agropecuario
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