En el marco de una coyuntura apremiante, el Gobierno anunció el lanzamiento de una nueva versión del programa de incremento exportador, con un tipo de cambio diferencial para la soja en $300 por dólar, vigente entre el 10 de abril y el 31 de mayo. En lo inmediato, partiendo de cálculos teóricos de capacidad de pago de la exportación, estaríamos hablando de unos 105.000 pesos por tonelada. ¿Cuáles son los posibles impactos de la medida y los puntos claves a considerar al momento de tomar decisiones?
Para poner en perspectiva la mejoría en las cotizaciones, podemos calcularlas en términos de “dólar billete”, o sea, el resultado de la dolarización de las ventas a través del tipo de cambio bursátil.
En este sentido, la conversión alcanzaría un total próximo a 263 US$/t. Si bien aún nos encontramos muy por debajo de los estándares internacionales (debido a las distorsiones cambiarias y a las retenciones), no se puede dudar de que estamos frente a una recomposición significativa. Este valor, representa el mayor desde la vigencia del último dólar soja.
Ahora bien, de cara a la toma de decisiones y a modo de alerta, hay que recordar que en las dos versiones anteriores de dólar soja tuvo lugar un aumento del dólar MEP en el transcurso del mes de aplicación de la medida. Este fenómeno tendió a erosionar las mejorías. En ambos casos, el diferencial entre el “dólar soja” y el MEP comenzó rondando el 35%, para superar el 45% sobre el cierre de los programas.
Vale destacar que la alternativa de hacerse de dólares vía Bolsa estará sujeta a la letra chica de las resoluciones.
¿Qué esperar en materia de comercialización? Recapitulando, las ediciones anteriores dispararon importantes volúmenes de negocios. En la primera versión, se movieron cerca de 13 millones de toneladas y en la segunda la cifra rondó los 6 millones de toneladas entre contratos y fijaciones.
Ahora, según datos oficiales, restarían comercializar del ciclo anterior cerca de 6,5 millones de toneladas (y unas 9,5 millones de toneladas aun no tendrían precio). Gran parte de estos volúmenes podrían volcarse a partir de la próxima semana.
A esto, podría sumarse volumen de la campaña actual, de la cual solo se han negociado 5,4 millones de toneladas (y solo se ha puesto precio a 1,1 millones de toneladas).
Para poner en perspectiva, en las últimas tres campañas, en promedio, los volúmenes negociados acumulados hasta fin de mayo, promediaron los 20 millones de toneladas (y cerca de 10 millones contaban con precio). Pensar que llegaremos a fin de mayo con estos números parece muy lejano, considerando que la producción actual se ubica en torno a 25 millones de toneladas.
En definitiva, la decisión última estará en manos de los productores, en un ciclo de mayores necesidades financieras respecto a otras campañas.
No dejar de considerar el contexto internacional. Junto con las medidas locales no debemos perder de vista lo que ocurre en el resto del mundo. En términos generales, si bien la Argentina no podrá brillar en los mercados internacionales, Brasil estará aportando un volumen histórico de producción, llevando tranquilidad a precios.
Así, de no mediar otros cambios en el plano fundamental, resulta difícil plantearse un escenario alcista para la soja. Además, no hay que pasar por alto la posibilidad de que los estímulos a las ventas en Argentina puedan condicionar, en alguna medida, la evolución de las cotizaciones a nivel global.
El autor es responsable del Departamento de Análisis de Mercados de Grassi SA
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