El 37% del territorio nacional tiene erosión eólica, y el 32%, hídrica; para evitar la degradación, hay provincias que implementan normas de conservación y modelos productivos sostenibles
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Uno de los desafíos más significativos que ha afrontado la humanidad a través de la historia, es la degradación de los recursos naturales y principalmente la degradación de los suelos cultivados. Esta correlación fue muy bien resumida por el escritor y político francés René de Chateaubriand al expresar que “los bosques preceden las civilizaciones, los desiertos las siguen”.
En vastas regiones de la Argentina se viene observando con preocupación una reactivación de los procesos de erosión del suelo producto principalmente de los cambios producidos en el uso, simplificación o falta de rotaciones y el sobrepastoreo en regiones secas. Estudios realizados por la Fundación para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Fecic), el INTA y la Universidad de Morón, muestran que en la Argentina un 32% del territorio está afectado actualmente por el proceso de erosión hídrica en distintos grados, lo cual equivale a una superficie de unas 89 millones de hectáreas, mientras que la erosión eólica, afecta un total de 104 millones de hectáreas representando un 37% del territorio nacional. En relación a estimaciones y cuantificaciones realizadas en años anteriores, se observa un incremento del área afectada por erosión en función de la intensificación agrícola y la expansión de la agricultura hacia ecosistemas de mayor fragilidad. Para completar este panorama de maltrato histórico a los recursos naturales, debe mencionarse la destrucción de bosques nativos, humedales y pastizales, producto del avance de la agricultura sobre estos ambientes, situación que ha empujado a la ganadería a ambientes de mayor fragilidad, con incrementos de los procesos de degradación del suelo y desertificación.
Según un estudio realizado por Prosa-Fecic en 2019, existen actualmente unas 2,5 millones de hectáreas protegidas por prácticas para el control de la erosión hídrica. Resulta destacable la tarea conservacionista que vienen realizando las provincias de Entre Ríos, Córdoba, Salta y Tucumán, con intervención del INTA, universidades, organismos provinciales y productores agropecuarios. Es importante el avance que han registrado los sistemas silvopastoriles en el país, que efectúan un uso integrado y sustentable del recurso forestal y la producción ganadera. Se estima que alrededor de siete millones de hectáreas están empleando sistemas silvopastoriles los cuales constituyen un modelo de agricultura “climaticamente inteligente” que combina aumento de productividad, resiliencia al cambio climático y reducción de los gases de efecto invernadero.
La gestión del pastizal natural en los sistemas ganaderos también ha registrado avances muy importantes en los últimos años, muy especialmente en las zonas áridas y semiáridas de mayor fragilidad, cubriendo actualmente unas 19 millones de hectáreas. Sin embargo la erosión y degradación del suelo en sus distintas formas, continúa incrementándose, a pesar de los esfuerzos realizados por productores agropecuarios, organismos públicos y privados.
Iniciativas
Mientras esta situación ocurre y se agrava año tras año, han naufragado en el pasado múltiples iniciativas discutidas por las sucesivas administraciones, para poder contar con legislación y un programa nacional de conservación del suelo que contribuya a evitar la destrucción de nuestro principal recurso productivo. En 1981 se sanciona la Ley 22.428 de Fomento a la Conservación de los Suelos, producto del trabajo iniciado en 1979 por una comisión especial en la Secretaría de Planeamiento, presidida por el ingeniero agrónomo Walter Kugler, que pocos años después quedó desfinanciada. A pesar de ello, durante todos estos años se han verificado acciones conservacionistas importantes a cargo de instituciones públicas y privadas como el INTA, Aapresid, Aacrea, universidades y estados provinciales, pero que ante la magnitud, velocidad de propagación y extensión del problema, han resultado insuficientes.
Frente a la situación descripta se impone diseñar una estrategia a nivel nacional para cuidado del suelo mediante la implementación de un Programa Nacional de Conservación de Suelos que incentive la difusión de modelos de intensificación agropecuaria sustentable basados en la aplicación de buenas prácticas de conservación del suelo y del agua. La implementación de estos modelos deberían abordar los siguientes aspectos: cierre de brechas productivas, rotación de cultivos de mayor intensidad, incremento del carbono orgánico del suelo y evitar conversiones de nuevas tierras situadas en ambientes frágiles.
Se considera imprescindible contar con una ley nacional que promueva la conservación de suelos y articule la legislación provincial existente. De esta manera el estado nacional y los provinciales podrán formular y coordinar las políticas de mediano y largo plazo, imprescindibles para una buena gestión y conservación del recurso suelo. Merece destacarse el esfuerzo de provincias como Entre Ríos y Córdoba con leyes vigentes desde hace años, que sintetizan la importancia de las políticas públicas puestas al servicio de la salud de los suelos .
El 7 de julio de 1963 se instituyó por decreto 1574 firmado por el Presidente Arturo Illia, el Día de la Conservación del Suelo en homenaje al Dr. Hugh H. Bennett, pionero y luchador incansable por la protección de los suelos en remotas regiones del mundo. Decía Bennett hace 70 años, que en el cuidado del suelo descansa el futuro de la humanidad. Para la Argentina el futuro es hoy, por lo que debemos obrar en consecuencia.
El autor es miembro de la Academia Nacional de Agronomía y Veterinaria, y Director del Centro para la Promoción de la Conservación del Suelo y del Agua (PROSA – FECIC).
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