Mariela Zarrabeitia, ingeniera agrónoma, y María Emilia Socrate, veterinaria, hicieron sus carreras a la par de vivencias ligadas al sector; por qué eligieron estas profesiones
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“Mi profesión es realmente mi vida, lo que me conecta con mi antepasado, con mi presente y mi futuro”, confiesa Mariela Zarrabeitia, que desde pequeña supo que quería ser ingeniera agrónoma. Hoy, 6 de agosto, en la Argentina se celebró su día, al igual que Maria Emilia Socrate, una veterinaria.
La conmemoración de este día data de 1883, cuando comenzó a dictarse clases en la Escuela Agrotécnica y Veterinaria Santa Catalina, en Lomas de Zamora. provincia de Buenos Aires.
Zarrabeitia lleva el amor por el campo en la sangre. Fue su bisabuelo, vasco, el que emigró a la Argentina y comenzó con el trabajo en el tambo y en la agricultura. Luego, su abuelo siguió la tradición, que continuó su padre Marcelino. Ella también nació y se crió en el campo. “Siempre supe que me quería dedicar a esto, yo colaboraba en las tareas del campo, a arrear las vacas, pero en realidad lo que más me gustaba era ayudar a mi mamá con su huerta y las plantas”, confiesa.
Al igual que ella, a Socrate le inculcaron el amor por la actividad desde pequeña. Ella describe su crianza como una dualidad entre el campo y la ciudad, porque si bien vivía en Mar del Plata, solía pasar gran parte del tiempo con sus abuelos en el campo. Algo que la diferenciaba de sus pares. Desde los 10 años que sabía manejar el tractor y tenía un amplio conocimiento sobre los animales. “Me acuerdo una vez que un profesor nos hizo hacer una tarea que teníamos que dibujar un pollito y uno de mis compañeros lo hizo en una bandeja, como lo veía en el supermercado”, cuenta.
A Zarrabeitia la emociona recordar cuando iba conversando con sus compañeros mientras de fondo se escuchaba el ruido de las ruedas de la combi al transitar por el ripio. Es que todas las mañanas se dirigían a la escuela rural en Gardey, un pueblo a 25 kilómetros de Tandil. Allí cursó el jardín, la primaria y la secundaria. Pero a los 18 años dejó el campo y se mudó a Balcarce para iniciar sus estudios en la Facultad de Ciencias Agrarias. Aunque confiesa: “Siempre le digo a mi hijo más grande que cuando sea vieja voy a volver al campo. La paz, la tranquilidad y el poder producir tus alimentos para mí tiene una carga emocional muy grande”.
“Hoy en día no me imagino haciendo otra cosa, no podría”, indica y continúa: “Es un amor y una pasión que cuando uno es veterinario todas las cosas que a otras personas le desagradan o les parecen asquerosas a uno la apasionan. Por eso es algo que realmente se debe hacer con pasión y yo la tengo”.
Ella estudió en la facultad de Tandil. En 2015 se recibió y se dedicó a la producción equina en Las Heras, provincia de Buenos Aires. Después continuó con su desempeño profesional en Capitán Sarmiento, Areco y Olavarría. Finalmente, a fines de 2017 se mudó a Necochea, en donde actualmente vive y se dedica a la clínica de equinos particular y a los pequeños animales.
En tanto, Zarrabeitia mientras estudiaba conoció a Martín, su actual marido y el padre de sus dos hijos, Salustiano, de ocho años, y Josefa de dos. “Elegí ese nombre porque con la agronomía conocí el país vasco, el pueblo de mis antepasados mientras estaba embarazada, ahí me enteré de que mi tatarabuela se llamaba Josefa”.
Con el título en mano, comenzó a trabajar en una agronomía de la ciudad de Tandil, donde estuvo siete años, hasta que en 2010 se asoció a un contador y crearon Suelos Serranosa, una empresa que vende insumos y brindando asesoramientos, y después empezaron con la producción propia.
“Siempre estamos tratando de innovar, nuestra idea es siempre ir agregándole cosas a la agronomía. Hace un año nos asociamos con un chico que tiene un pulverizador para comenzar a brindar el sistema de aplicaciones dirigidas”, cuenta. Además, junto a su familia son contratistas rurales y tienen su propia producción.
Al hablar sobre su profesión destaca: “Tenemos mucho para especializarnos; el campo de trabajo nuestro es muy amplio y hay mucho por hacer. Hay que especializarse más, la incorporación de tecnología es cada vez mayor y ahí apunta nuestra profesión”.
Socrate coincide: “Uno tiene que estar totalmente a la vanguardia y constantemente actualizada. Una vez que empezás a estudiar, no terminás nunca porque siempre hay algo nuevo para aprender. Sobre todo ahora que hay auge de los tratamientos alternativos, que yo le digo complementarios. Hay que estar constantemente formándose”.
Además, explica un problema que considera se genera con Internet: “Hoy en día en todo lo que es la tecnología ayuda Google; es uno de los mejores aliados y enemigos porque los propietarios se guían por lo que dice y se terminan mandando macanas o piensan que los cuadros (clínicos) son peores que lo que realmente son”
Si bien confiesa que a veces es una profesión que es “ingrata” por la manera en que los humanos se vinculan con los animales, remarca: “Cuando uno, pese a las adversidades, logra sacar adelante un cuadro muy complicado o al menos mejorar la calidad de vida, es gratificante”.
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