Diego Morales, jefe de los viñedos de la Bodega Salentein, revela los desafíos de la profesión en su vinculación con esta actividad
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MENDOZA.- Amar la tierra, el aire libre y la naturaleza, en una provincia que llama cada vez más la atención del mundo no sólo por la calidad de sus vinos sino por sus sorprendentes “terroirs”, los cuales albergan un ADN único. Bajo esa realidad y conjunción perfecta, aparece en escena uno de los hacedores, en pleno campo, del presente de la industria vitivinícola argentina, quien va por más: encontrar nuevas zonas del país, algunas impensadas, donde desarrollar la actividad.
Así, en el Día del Ingeniero Agrónomo y el Veterinario, que se conmemora cada 6 de agosto, a modo de homenaje, y para poner en valor su ardua labor, surge con fuerza la figura del mendocino Diego Morales (44), quien este año fue elegido como el “viticultor argentino destacado 2023″, a cargo de los viñedos de la reconocida Bodega Salentein, en el Valle de Uco, una de las regiones vitivinícolas con mayor potencialidad del país.
En diálogo con LA NACION, el responsable de más de 1000 hectáreas de la compañía, cuenta sus vivencias en las fincas y la experiencia recorrida durante 20 años, con el objetivo de ampliar el horizonte de lo que el suelo argentino esconde a lo largo y ancho de su geografía, al tiempo que pone en valor el sitio que ocupan actualmente los agrónomos en el mundo del vino.
“Hoy en la viticultura hemos cobrado más importancia y protagonismo, porque se empezó a hablar de hacer vino del lugar, de entender las múltiples variables que hay, como clima, suelo, calidad de la uva, materiales y variedades. Antes, se trabajaba con pocos agrónomos, ya que la industria se regía más por lo enológico y las tradiciones o herencias, por lo que se copiaban más los modelos de Europa y Estados Unidos”, explicó el especialista, quien no deja de destacar a dos maestros que lo guiaron en su camino: el reconocido agrónomo Gustavo Soto y el premiado enólogo Laureano Gómez.
“Hoy entendemos mucho más los lugares y condiciones que tenemos y estamos trabajando mucho, con investigación y desarrollo. Es impresionante cómo ha crecido la viticultura y la calidad de los vinos; cómo nos van descubriendo de otros lugares por nuestros terroirs; los grandes vinos salen desde el viñedo”, aportó Morales, enfocado en un paraje único en el Valle de Uco, donde nacen caldos premiados internacionalmente, como es la Indicación Geográfica (IG) San Pablo, sorprendido por el viraje que se está produciendo a nivel global, con los ojos puestos en lo que se está haciendo en la Argentina. Entre los vinos destacados de la región se encuentran el Malbec Los Jabalíes 2020 y el Chardonnay Las Secuoyas 2021.
“No podemos decir que la torta se dio vuelta pero se sorprenden con todo lo que hacemos acá, ya que ellos tienen una carga cultural y familiar muy larga, y no están reaccionando rápido; de hecho, el cambio climático les representa un problema, ya que han tenido menos tecnificación y conocimiento; incluso todas las DOC (Denominación de Origen Controlada) las tienen muy limitadas”, completó el experto, quien arrancó su carrera en Salentein, haciendo pasantías, en 2002, cuando sólo había 250 hectáreas y un sólo agrónomo.
Hoy, en el equipo que lidera ya son siete los ingenieros que se especializan cada vez más en áreas claves, como riego, operatividad e investigación (I+D). “Venimos con un crecimiento sostenido, y nos han destacado en los últimos años. Ya son 1000 las hectáreas que cultivamos y trabajamos. Buscamos estar aggiornados y queremos ser líderes en el sector. La clave está en investigar y manejar bien los recursos, como es el agua, que va a ser la clave de lo que viene; hay que pensar en la sustentabilidad del cultivo y los recursos con los que disponemos”, aportó el ingeniero, quien comenzó a enamorarse de la tierra cuando era un niño que visitaba las fincas de sus tíos en Tupungato, viendo crecer las plantaciones de papa y no de vides.
Hoy todo el equipo está trabajando fuerte en los viñedos de San Pablo, un lugar grande, “no nuevo”, pero sí para la viticultura, que históricamente tenía mucha producción de pepitas, como manzanas, peras y membrillo, con un clima más fresco que las otras IG de la región, como Gualtallary o Los Chacayes, con una altitud que arranca en los 1200 metros y termina en los 1700 metros, con una marcada exposición al sur, y con un régimen de humedad más alto que la media provincial, lo que hace que las máximas y mínimas estén más atemperadas, lo que se traduce en un perfil salvaje y natural en los vinos.
El lugar es un cono aluvional pedregoso, redistribuido y modificado por los ríos Las Tunas y Villegas, pero que tiene poca intervención en los últimos tiempos. Así, aunque está virgen todavía, no se espera que vaya a crecer porque es chico el lugar que tiene derecho de riego.
En el medio de esta realidad, aparecen los desafíos de cómo seguir explorando el suelo en esta región y empezar a abrir el panorama a sitios impensados de la Argentina. “Estamos viendo cómo continuar con la producción, porque está acotada en recursos, orientándonos en la sustentabilidad, por eso, apostamos también a ideas más entretenidas: estudiar suelos y desarrollar “microterroirs”, lo que nos permitirá expresar San Pablo en todo su potencial. Son micro lugares, parcelas más chicas, que pueden ser de una hectárea, donde exploramos al extremo sus cualidades, con vinos muy particulares, para consumidores premium”, contó el jefe de Viñedos de Salentein.
Producción
“No es una moda, sino una necesidad de las compañías. Apostamos a investigar el suelo, y aprovechar esa oportunidad. Por eso, es importante que las empresas se den cuenta de las posibilidades hacia adelante”, resumió Morales, quien no deja de hacer hincapié en la potencialidad del país.
“La viticultura todavía no llega al techo. Por eso, fuera de Mendoza también hay mucho para hacer. Es como salir de tu zona de confort, donde está todo muy lindo, como el Valle de Uco, con infraestructura”, agregó el especialista, y apuntó: “Por eso, cuesta salir a buscar cosas nuevas, pero lo vamos a hacer. Así como nos enfocamos en los “microterroirs”, hay todo un desafío en otros lugares, afuera, aunque no esté la cultura del vino, ya sea en la mano de obra como en el riego. Pero, es lo que se viene, adonde vamos a apuntar, a desarrollar otros sitios de la Argentina”.
En este tren, empiezan a asomar algunos sitios que llaman la atención: las sierras cordobesas, donde Morales recorrió en las vacaciones de invierno, más zonas del oeste argentino hacia el norte, como las regiones altas de Catamarca, localidades de la Mesopotamia, de Buenos Aires y otras cercanas al mar.
“Me imaginaba el desarrollo en las sierras. Caminaba y recorría lugares y suelos en Córdoba, y se ven muy interesantes, con gran potencial para hacer tintas de climas templados, como Cabernet Sauvignon o Franc así como Tannat. También en Sierra de La Ventana, en Buenos Aires, o sitios de Entre Ríos. Hay mucho por hacer, con proyectos que necesitan tener una espalda. Puede sonar un poco utópico pero hacia allá vamos”, cerró Morales, en diálogo con LA NACION, quien se entusiasma con seguir trabajando en el terreno, lejos de oficinas, computadoras o corbatas, con más agrónomos aportando a una industria argentina que trasciende las fronteras.
Quién es Diego Morales
En este 6 de agosto, Día del Agrónomo y el Veterinario, pisa fuerte en la actividad el ingeniero Diego Morales, reconocido este año como “el viticultor argentino destacado de 2023″, por el reconocido crítico y Master of Wine británico, Tim Atkin.
“Siempre me quedó el bichito de la enología, porque empecé en ese sector de la mano de Laureano Gómez. Es importante poder hablar y saber de todo el recorrido. Fue un buen puntapié para entender todo el proceso. Hoy es así: todos lo buscamos, por eso también los enólogos se van involucrando cada vez más en el campo”, completó el mejor viticultor del país 2023.
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