Hoy se celebra el Día del Agricultor en conmemoración de la conformación de la primera colonia agrícola del país en Esperanza, Santa Fe, en 1856.
El día a nivel nacional se instituyó el 28 de agosto de 1944, por el decreto 23.317, justamente para recordar primero el contrato para la colonización en 1853 y luego, ya en 1856, la delineación de las parcelas para los primeros colonos inmigrantes.
"El 15 de junio de 1853, el ministro de Gobierno de la Provincia de Santa Fe, Manuel Leiva, en representación del gobernador, Domingo Crespo, y el empresario salteño, Aarón Castellanos, firmaron el contrato de colonización agrícola bajo el sistema de subdivisión de la propiedad que otorgaba una concesión de tierra a cada familia colonizadora. Y luego fueron el trabajo, las ilusiones, los hijos y las cosechas que llegaron a tiempo para desterrar, al menos temporariamente, la nostalgia por esos puertos lejanos. Así surgió la transformación, como en un cuento. Fue posible que la entonces Colonia Esperanza se convirtiera en una referencia para el mundo", dice un texto de la Municipalidad de Esperanza.
Pero, ¿qué es ser productor hoy en un momento de profundos cambios tecnológicos, desafíos y en un contexto político económico difícil?
"Ser agricultor hoy es una profesión que se lleva en el alma", dice Roberto Riera, productor de Lincoln que, a los 11 años, ya se trepaba a los tractores para hacer labores en el campo familiar.
Agrega sobre los riesgos de la actividad: "En 10 años sale dos veces bien, cinco regular y tres mal. Con bien ganamos unos pesos, con regular empatamos o salimos hecho, que es lo mismo, y en mal perdemos".
"¿Porqué sembramos entonces? Porque nos gusta y es lo único que sabemos hacer. En mi caso particular, porque tenemos una larga trayectoria, ya que mi abuelo vino en 1905 desde España y se quedó por esta zona, en Bayauca más precisamente", señala.
Riera recuerda anécdotas de su padre. "Mi papá me contaba que el abuelo sembraba maíz y que para la época de cosecha el campo parecía un pueblo, ya que venían familias enteras a juntar el maíz a mano y tardaban como tres meses o más. La cosecha la guardaban en trojas, luego desgranaban las espigas a mano y después embolsaban, cargaban en la chata, que la tiraban 8 caballos y salían para Bayauca, que estaba a 10 km, más o menos. A las 2 de la mañana salían y llegaban a las 8 a la planta del Ferrocarril Sarmiento", cuenta.
Hoy Riera trabaja con sus dos hijos alrededor de 400 hectáreas, la mayoría propias. "Hacemos trigo, maíz y soja tratando de respetar la rotación. También tenemos algunas vacas donde hacemos ciclo completo", indica.
LA NACIONTemas
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