En Negocios del Campo, evento organizado por LA NACION, referentes de la lechería, la cadena cárnica y los granos explicaron las condiciones en las que produce el sector
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En las distintas ediciones del dólar soja, la cadena láctea y cárnica han advertido sobre las distorsiones que este esquema ha generado en la producción. Esto, con la distorsión cambiaria, las retenciones y la inflación se ha convertido en un combo explosivo, según alertaron durante la 8° edición de Negocios del Campo, organizada por LA NACION.
“Si ves desde afuera el sector de la lechería, están los grandes números y parecería que no está tan mal, como está, porque la producción agregada ha caído relativamente poco, sostenida por el 5% de tambos que producen más de 10 millones de litros de leche por día”, comenzó a explicar Andrea Passerini, presidenta de La Arboleda SAAG, y coordinadora de la Comisión de Lechería de la Confederación de Asociaciones Rurales de Buenos Aires y La Pampa (Carbap).
Explicó que el último número del empleo directo e indirecto de la cadena láctea general, entre el sector primario e industrial, es de cerca de 200.000. Sumó a esto que el año pasado se exportó casi el 26% de lo que se produjo y fue por casi 1700 millones de dólares, a pesar de los derechos de exportación y los impuestos.
“Hoy enfrentamos una primavera muy compleja, porque tenés un combo de la macroeconomía y las vinculadas al clima y a los problemas que venimos arrastrando toda la vida dentro de la cadena. Lo macroeconómico lo conocemos todos, pero está el agravante dentro de la generación de valor agregado de la cadena: el bolsillo del consumidor está cada día más flaco y podés comprar menos. Y tenés el 75% de la producción que va al mercado interno, pero a la vez el mercado internacional que ha caído el 20%”, dijo.
Contó que ahora está en US$2700 la tonelada de leche en polvo, la referencia en el mercado internacional. “Vemos que se construyen, se perfeccionan o se destruyen mercados como la soja. En la lechería adentro de la cadena, hay situaciones que resolver, más allá de culpar a los gobiernos de turno”, puntualizó y explicó que se tiene que terminar con la falacia de las exportaciones versus la mesa de los argentinos. “Hay que desmontar muchos mitos que hoy están instalados y es responsabilidad nuestra, de los productores”, resumió.
La productora sostuvo que tanto el sector agropecuario como la sociedad argentina está en un momento difícil en general. “Lo vemos en el juego político también; está todo roto. La vaca come 365 días del año, si no cerrás el boliche… Estás en un estado de vulnerabilidad muy complicado y está el correlato, nosotros entregamos la leche todos los días con el nivel de tasas de interés que hay, a 30 días a la industria. Todavía no sabemos qué nos van a pagar de agosto. Es esa vulnerabilidad extra, porque no tenemos silobolsa para acopiar leche, nos deja dentro de la institucionalidad rota. Tenemos que sentarnos a construir la bendita confianza y decir: así no podemos seguir, más allá de la macroeconomía, esperando que el próximo gobierno tenga voluntad de arbitraje”, apuntó.
Por su parte, Víctor Tonelli, consultor en ganados y carne, indicó que la ganadería vacuna se vio azotada por la sequía y las pésimas políticas públicas. Este año, contó, que se va a perder el equivalente a 10 kilos por habitante por año. “La producción genuina que nada tiene que ver con la producción que es lo que surge con la faena, por la liquidación derivada de la sequía, con lo cual los próximos dos años, aún suponiendo que todos los planetas se alineen y que efectivamente ganen los candidatos que proponen la vuelta al mundo o la unificación del tipo de cambio o la quita de retenciones que es lo que estamos pidiendo, prepárense productores, gobiernos a una caída muy fuerte de la oferta de los próximos dos años”, aventuró.
Explicó que la carne viene de un veranito, porque la oferta superó en 6 kilos a los últimos dos años. “Fue una liquidación del negocio. Se tuvo que vender por encima de lo razonable, esto significó una caída de stock y la producción. Este año se perdieron casi 500.000 toneladas de producción de carne. Para el productor veo recuperación y una excelente oportunidad y para el Gobierno veo, lamentablemente, una presión de las carnes, dentro del IPC, y para el consumidor con las restricciones que tiene la Argentina de compensar con importaciones el faltante de carne vacuna, prepararse para comer entre 8 y 10 kilos per cápita menos”, destacó.
Por otra parte, sostuvo que en la carne vacuna el dólar soja impacta un poco menos que en el resto de las cadenas, pero lo hace en el último escalón dentro de las etapas de recría y la suplementación. “Sí lo hace en las aves, que son totalmente dependientes, con soja y maíz que son las proporciones en cada caso. El conjunto de las otras carnes que representa el consumo interno estamos muy afectados, porque es el 55% de lo que consumen los argentinos. Si uno mira el futuro para la carne vacuna, todo el crecimiento debe ir con destino a la exportación. Eso significa ajustar enormemente no solo el tipo de los animales, sino los procesos de alimentación sabiendo y anticipando cambios que se van a venir en el consumidor, que va a ir consumiendo cada vez más de las otras carnes. Eso implica ajustes de todo tipo, pero que tienen que ver con las políticas públicas que pasen de ser de gobierno a políticas de Estado. Esto para dar respuestas a las nuevas demandas, pero dando previsibilidad de largo plazo”, amplió.
Santiago del Solar Dorrego, de la Comisión de granos de la Sociedad Rural Argentina (SRA), afirmó que el mundo le sonríe al agricultor argentino, como lo hace con todos los agricultores del mundo. “Están quienes pueden aprovechar esa sonrisa, que son oportunidades de mercado y quienes no. En la Argentina estamos pasando los efectos de la sequía que fue un hecho dramático y puntual que uno espera que no vuelva a suceder algo similar. Lo más grave es la destrucción de los mercados. El mercado de soja lo han roto con el dólar soja I, II, III y IV que nadie termina de entender cómo funciona. Lo que hace es que el Estado irrumpe en el mercado y en el precio durante 30 días, al 31 ese precio se convierte en calabaza y se cae el hechizo. En esos 30 días hay un apuro por vender y los compradores nacionales saben que los productores tienen que vender en ese momento, y el comprador del exterior sabe que la ventana es corta para comprar y puede bajar los precios, haciendo pesar la logística”, dijo.
Añadió también que esto se transforma en una pérdida no solo para el productor sino para toda la Argentina, porque lo aprovecha el del exterior. “Hemos roto el mercado de la soja y el de maíz. Todo el tiempo se está esperando una irrupción del Gobierno, que por supuesto no lo hace solo, porque lo arreglan con el sector exportador. Nunca hay una resolución de estas que no tenga música y letra de los exportadores que saben sacar la tajada del cortísimo plazo, quienes hacen esto piensan más en el bono de fin de año que en la agricultura argentina pensando en las próximas décadas”, apuntó.
Dijo que se puede aumentar el volumen de exportación sin afectar el mercado interno sin lugar a dudas. “Los países vecinos no tienen derechos de exportación. Cuando uno se compara con Brasil, que multiplicó por 3 la producción. Hoy a un productor argentino le cuesta un 50% más de soja comprar una cosechadora, sensores, tecnología, que un brasileño. Cuando planteas sacar los DEX te dicen después, pero con ese después vamos a seguir estancados, si no sacamos esa gran carga para la leche, la carne, pero para maíz, trigo y soja, están las conversaciones allí. No podemos pretender exportar más y tener más dólares si seguimos con lo mismo”, sintetizó.
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