Desde que se decretó la cuarentena, el 20 de marzo pasado, las actividades agropecuarias fueron exceptuadas del aislamiento obligatorio por el coronavirus, por lo que se continuó con las tareas con normalidad.
Fernando Jacobsen tiene 59 años y vive de toda la vida en la estación ferroviaria de Ochandío, en el partido de San Cayetano, entre Necochea y Tres Arroyos . Es productor agropecuario y, sin ser propietario, arrienda varios campos de la zona para hacer agricultura y ganadería. Hace unos años que su hijo, Ezequiel, lo acompaña en las labores rurales.
Todos los días, la rutina de los Jacobsen comienza temprano entre bancos e idas a los campos, donde las recorridas diarias son parte primordial del trabajo. El martes pasado, una tormenta de agua y viento azotó uno de sus campos alquilados, al norte del partido. En esa tarde llovió 100 milímetros de agua sumado a un ventarrón constante que arrinconó a un rodeo de vacas y terneros contra el alambre en el límite del lote, "como siempre sucede cuando el viento es fuerte".
La presión y el amontonamiento de la hacienda hizo romper el alambre y las vacas se pasaron al potrero vecino, donde había trigo embolsado, resguardado con un alambre eléctrico. Sin embargo poco importó las medidas de seguridad que había implementado el productor porque las vacas tiraron abajo el eléctrico y rompieron el silobolsa para comer el cereal.
Al otro día, Jacobsen y su hijo recorrieron los lotes y el panorama que encontraron fue unas pocas vacas comiendo el cereal y el resto pastoreando cerca. Enseguida, mientras Ezequiel reparaba el silobolsa, llamó al veterinario.
"Me preguntó cómo veía a las vacas y le dije que ninguna se comportaba de manera extraña, que caminaban con normalidad. El miércoles y el jueves vimos que las vacas seguían bien", contó a LA NACION. Pero el viernes 1º de mayo, mientras almorzaba, recibió el llamado de su vecino que le decía que había un lote de vacas tiradas en un potrero. Ahí nomás se dirigió al campo y se encontró con un escenario que nunca había visto en sus 37 años como productor.
"Cuando fui llegando al lote encontré 25 vacas muertas. El sábado cayeron seis más y ayer (por el lunes) otra. En un lote de 140 vacas y 70 terneros fueron 32 vacas muertas en total: una jaula completa", describió.
El consumo directo del cereal les generó una acidosis, inflamación del rumen y luego la muerte. Si bien sabe que tuvo una pérdida concreta de $2 millones de capital, el daño se terminará de sentir más adelante. "El año que viene es cuando lo voy a notar al ver que me faltan las vacas que son mi fábrica de terneros, que en este caso puntual serán 32 terneros que no voy a tener", indicó.
A pesar de todo, Jacobsen está tranquilo y trata de mirar más allá de esta desgracia productiva. "Sabía que alguna vez me iba a tocar, pero voy a seguir adelante. En el pueblo no pueden creer el buen humor que mantengo, aun con lo que me ha pasado con el rodeo", contó.
"Lo que pasa es que he transitado por muchas cosas jorobadas en la vida: tuve cáncer y hace cuatro años perdí a mi mujer en menos de 48 horas. Cuando tenés golpes duros, las cosas materiales pasan a un segundo plano", concluyó.
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