Los tres últimos ciclos secos dejaron muy poca humedad y sin la presencia de napa útil para los cultivos, razón por la cual es vital que sigan las lluvias
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Parece ayer que todo se perfilaba hacia una buena y necesaria cosecha de gruesa en el país. Pero como la cosecha termina cuando sale el último camión del lote, resulta que las especulaciones fueron demasiado prontas y optimistas frente al escenario que se vivía en los lotes, muchos de ellos en la misma zona núcleo.
También hay que tener el recaudo a la hora de generalizar estados de los cultivos a nivel país cuando las realidades zonales son a veces muy disimiles entre ellas, ya que las precipitaciones nunca fueron parejas en las distintas regiones, aun en intrazonas. Otro aspecto importante a la hora de tratar de interpretar la campaña 2023/24 en cualquier análisis es discriminar la gruesa por cultivo y por fecha de siembra.
Un claro ejemplo de esta campaña es el maíz de la zona núcleo, donde el estado del cultivo de fecha de siembra temprana, desde principios de septiembre a mediados de octubre, está en estado de bueno a muy bueno en numerosos lotes. Estrategia que parecía la más arriesgada y de la que muchos dudaban de su éxito en medio de un año pronosticado Niño sin reservas.
Pero el maíz temprano tuvo la “suerte” de que las precipitaciones en general acompañaron mejor las necesidades a lo largo de su ciclo, ya que no contábamos con reservas de humedad en los lotes por venir de tres Niñas consecutivas.
Las tres últimas campañas secas dejaron por resultado lotes con muy poca humedad y sin la presencia de napa útil para los cultivos, razón por la cual es vital ir recibiendo precipitaciones a medida que el cultivo crece y se desarrolla. Esta capacidad de retener en el suelo, de una mejor manera el agua recibida depende de la calidad del suelo, la pendiente, la cobertura, el sistema de siembra, etc. Es por eso que los mejores ambientes vinieron resistiendo de una mejor manera esta falta de lluvias y calor extremo.
A pesar de que todos los estadios de los cultivos se tornan críticos con tan bajos recursos, en el maíz su periodo de mayor criticidad lo es su floración, algunos días antes y después. Para los maíces tempranos las lluvias de diciembre y principios de enero llegaron a cubrir las necesidades de esta etapa acompañado también de temperaturas más agradables para el cultivo.
La historia del maíz tardío es otra, ya que al arrancar su siembra en diciembre viene más atrasado por ciclo y donde, además, sufrió condiciones de crecimiento y desarrollo no del todo favorables en numerosos lotes ocasionadas por la escasez de lluvias y altas temperaturas. El maíz tardío es una estrategia que persigue, entre otras, acumular agua de las precipitaciones primaverales en el suelo previo a la siembra, tratar de hacer coincidir el periodo de mayor demanda (crítico) del cultivo con el de menos rigor en esa zona y en algunos casos aprovechar una mayor oferta de nitrógeno (N) en el suelo.
De estos tres objetivos buscados, dos se dieron que fueron más milímetros (mm) acumulados a la siembra que el maíz temprano (las lluvias desde septiembre a diciembre), obviamente dependiendo de los mm recibidos en cada lote y de la capacidad del mismo de mantenerlo hasta la siembra.
Además encontramos muy buenos valores de nitrógeno disponibles fruto de años de pocos rendimientos (baja extracción) y temperaturas que favorecieron la mineralización durante esos periodos.
En la soja existió en la mayoría de las zonas productoras de la leguminosa una desincronización entre las lluvias y su momento clave para definir rendimiento
Pero las lluvias no aparecieron más a partir de mediados de enero y justo esta ausencia coincidió con el periodo de mayor demanda atmosférica producido por altas temperaturas y bajas humedades relativas. Situación que empezó a complicar a varios productores, no solo de lotes de calidad inferior o marginales sino también ya se está sintiendo en los mejores ambientes.
El caso de la soja
En la soja la cosa viene un poco más complicada, ya que su periodo crítico es llenado de granos y, además, se siembra un poco más tarde que el maíz temprano, con lo cual existió en la mayoría de las zonas productoras de la leguminosa una desincronización entre las lluvias y su momento clave para definir rendimiento.
Si bien la realidad de todos no es la misma dependiendo de la calidad del lote donde se implantó, el grupo de madurez elegido, la fecha de siembra, de las lluvias recibidas, etc., la verdad es que la soja vino sufriendo y empeorando día a día.
En los ambientes inferiores ya se venía marcando desde hace unas semanas, y se empezó a ver también en los mejores ambientes de producción hace tres semanas, que donde se esperaban muy buenos rendimientos hoy se está viendo qué pasará con las lluvias de febrero para conformarse con un rinde aceptable.
Recordemos también que más del 60% del área sembrable del país se hace bajo la modalidad de alquiler, que somete al productor a una base de costos altos donde su indiferencia se alcanza recién con rendimientos de muy buenos a excelentes. Dentro de este escenario traemos del recuerdo dos o tres campañas malas que desfinanciaron al productor y donde esta cosecha era clave para empezar a enderezar el barco.
Si la soja de primera vino complicada en algunos lugares, la soja de segunda viene complicada en todos lados.
A la soja de segunda la vienen acompañando en varios lotes de la zona núcleo desde su siembra: las fitotoxicidades de algunos herbicidas hormonales (por falta de agua) usados en antecesores, bicho bolita, seca y calor. Dependiendo de la calidad del ambiente y de las lluvias recibidas este escenario mejora o empeora, pero estuvimos en lotes donde se están perdiendo plantas y eso no tiene vuelta atrás. De no restablecerse las lluvias en la región la situación va a pasar de amarilla a anaranjada en sojas de primera y podría ponerse en alerta roja para sojas de segunda y maíces tardíos y de segunda.
El autor es asesor de productores
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