Tras 32 años alejado del mundo de la apicultura, Francisco Idoyaga Molina fundó Alquimia con el objetivo de revitalizar su historia familiar y seguir su pasión
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Hace tres años, Francisco Idoyaga Molina tomó una decisión que le cambió por completo su vida. Tenía 47 años, la misma edad de Arturo, su padre, cuando murió. Eso lo impulsó a regresar a sus raíces y perseguir un sueño que había permanecido dormido por 32 años.
Su infancia transcurrió entre colmenas y abejas, en un campo bonaerense en San Agustín, Balcarce, porque su padre era apicultor. Sin embargo, tras su muerte, toda la familia se mudó a la ciudad, y Francisco, aún adolescente, comenzó un nuevo camino: completó sus estudios y trabajó en diversas empresas del ámbito comercial. Pero en 2021, sintió que era el momento de virar: renunció a su puesto en una de las prepagas más grande del país para crear su propia marca de miel.
“Fue una decisión de vida. Arriesgué la estabilidad económica que te da un trabajo en relación de dependencia para poder dedicarme a lo que siempre amé. Al principio, es un sacrificio enorme porque salís de tu zona de confort, pero vale la pena porque perseguís el sueño de tu vida”, expresa Idoyaga.
Así nació Alquimia, su propia marca de miel, un sueño que nació en su niñez. Idoyaga Molina recuerda que ayudaba a su padre en la apicultura, lo que le permitió aprender sobre las abejas. “Me hice fanático”, dice. Sin embargo, tras el fallecimiento de su padre a los 15 años, la familia vendió el campo y toda la producción apícola. El joven dejó atrás eso y empezó a estudiar comercialización en la Universidad de Belgrano.
Antes de terminar los estudios, se metió en el ámbito corporativo, trabajó durante varios años en diferentes empresas, lo que le permitió en 2012 trasladarse a Tandil. “Justo había nacido mi primer hijo y con mi mujer los queríamos criar en un lugar más tranquilo”, dice.
Después de unos años volvieron a hacer las valijas y se trasladaron a Córdoba, donde la familia de su esposa es originaria. El desembarco de los Idoyaga Molina en territorio cordobés coincidía con un momento que para él tenía un condimento especial. “Tenía la misma edad que cuando murió mi papá, y eso hizo que me empezara a conectar con todo el mundo de la miel. Se me ocurrió empezar a contactarme con los apicultores de la zona de la cuenca de Mar y Sierras, que son Balcarce, Tandil y Mar del Plata”, dice.
A quienes contactó eran los colegas de su padre o sus hijos que siguieron con la actividad. “Sé cómo trabajan y la trazabilidad con la que trabajan, entonces les compro miel a ellos”, dice.
Idoyaga Molina vende miel fraccionada en blisters de 25 gramos o en frascos de medio kilo. A la miel de los frascos la fracciona en Mar del Plata y cuenta que actualmente vende unos 4000 al mes través de redes sociales y algunas dietéticas. “Como es una miel premium y seleccionada, no la vendemos a cualquier cadena; buscamos lugares que cuiden bien el producto para que llegue al consumidor en perfecto estado”, dice.
Mientras que los blisters es una idea que cuenta que surgió hace tres meses. “Es una forma de poder llegar a sanatorios, líneas aéreas, cadenas de café y restaurantes, empresas”. Cuenta que fue una “odisea” conseguir a alguien que lo fraccione en esas proporciones. Logró que un proveedor de Santa Fe lo haga. Contó que están cotizando empresas que quieren empezar a darle esto a sus empleados.
El nombre Alquimia lo eligió por la doble alquimia que hace la abeja al transformar el néctar en “algo tan extraordinario como la miel, que tiene tantas propiedades y beneficios para la salud”, y con el polen fecundando la flor y transformándola en un fruto. Por eso, una de sus mayores aspiraciones es lograr que se conozca más sobre los beneficios de este producto: “Me desespera que en la sociedad se conozca tan poco”, dice.
En su camino hacia la expansión, hace apenas dos años, con el apoyo de dos amigos, con quienes se asoció, decidió diversificar su negocio y comenzar a trabajar para lograr exportar. A principios de este año, comenzaron a enviar muestras a Estados Unidos y a establecer contactos con importadores americanos. “El 95% de la miel argentina se exporta a granel y pierde todo el valor agregado. Queremos hacer lo contrario: que el productor y el que fracciona tengan una rentabilidad diferente y que la calidad de la miel argentina se venda como tal”, afirma.
“Nuestro desafío es que la sociedad conozca más sobre las propiedades y beneficios de la miel. Es importante que se reconozcan. Es un alimento super completo del que en general se sabe poco”, concluye.
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