Leo Alloati tiene en Santa Fe un planteo agroecológico para ganadería y producción lechera
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“Soy la quinta generación vinculada al agro. Mi tatarabuelo vino de Italia en 1894 y se asentó en Colonia Raquel, en el centro de Santa Fe. Luego mi bisabuelo, con hermanos y hermanas, compró campo en Colonia Tacurales, más al oeste, a 30 kilómetros de Sunchales y a 75 de Rafaela”, cuenta Leo Alloati, de 43 años, productor responsable de 400 hectáreas en esa zona.
“Arrancaron haciendo agricultura -principalmente trigo- sobre lotes con suelos bastante overos, que van desde los salinos sódicos en los bajos hasta los de clase II y III en las mejores partes”, agrega. “Renegaron bastante con los cultivos porque el régimen de lluvias es muy variable en la zona: de 30 a 120mm según meses; por esa razón, fueron migrando a un modelo mixto con ganadería de carne. Y con el tiempo, la producción pecuaria fue la predominante, con la agricultura como actividad complementaria”, añade.
“Luego siguió mi padre con el campo. Durante su gestión se introdujo la soja y el sorgo como agregados al trigo y lino tradicionales. Mientras, para incorporarme la empresa, estudié en el colegio agrotécnico, en el que me recibí en 1999, con la idea de seguir con las actividades de cría de vacunos y producción de granos con mi padre”, continúa.
“En 2006 hicimos un cambio: comenzamos la actividad tambo achicando la cría con Hereford. La inversión necesaria se realizó con la venta de parte de la hacienda y apalancados con un crédito del CFI para emprendimientos, gestionado través de la provincia de Santa Fe”, recuerda.
“Terminamos de instalar el tambo y sufrimos una grave inundación en todo el campo al año siguiente. Tuvimos que llevar las vacas otro lugar más alto, para no abandonar la actividad iniciada. Y nos mantuvimos allí hasta que se retiró el agua y el campo se volvió a empastar”, prosigue.
“Volvimos al predio original, pero al año se volvió a inundar. Recién pudimos estabilizarnos en 2008, para desarrollar ganadería de carne y leche, combinada con agricultura a la usanza convencional, como hacia la mayoría de los productores de la zona”, apunta.
Golpe de timón
En 2019 vino el momento del cambio drástico. “Al observar los suelos, las plantas y el ambiente veía problemas crecientes por la producción extractiva, muy dependientes de los químicos, con deterioro de las condiciones originales y pérdida de productividad. Fue así que, con toda la familia, decidimos dar un golpe de timón y volcar el 100% de la superficie del campo a la producción agroecológica de manera drástica, de un día para otro”, rememora Leo.
Tomada la decisión, había que implementarla. “Comencé a averiguar cómo llevar adelante este tipo de producción, de la que no tenía conocimiento. Luego de consultar muchas fuentes, llegué a Brian Murphy, un ingeniero agrónomo de Santa Fe reconocido por su conocimiento de la producción agroecológica”, explica. “Vino el campo, lo recorrimos y me preguntó: ´¿Por dónde empezamos?´. Esa es la manera más común de implementar estos proyectos: comenzar gradualmente”.
El campo de la familia Alloati tiene 400 hectáreas, 200 dedicadas a la producción lechera y 200 en rotación que incluye ganadería y agricultura. En 2019 decidieron transformar en agroecológicas las 400 hectáreas; cambiar la forma de lo que se venía haciendo en el 100% de la superficie.
Suelos y pasturas con otro uso
El primer paso se dio en los suelos. “Cada vez habría que aplicar más fertilizantes, herbicidas e insecticidas en el campo porque el sistema lo iba pidiendo para alcanzar alta producción. Frente a estos problemas, Murphy me dijo: ´primero hay que recuperar los suelos´ porque hay un lema que dice ´suelo sano, planta sana, animal sano, hombre sano´, recuerda Alloati.
Es decir, “la base de todo es tener un suelo sano, con población microbiana, actividad biológica y un alto nivel de materia orgánica”, destaca. Mediciones recientes demuestran que los suelos del centro de Santa Fe han perdido el 30% un de la materia orgánica original. “Permanentemente nos quejamos por los problemas que acarrean el exceso o la escasez de lluvias, pero nos olvidamos que gran parte de la culpa es nuestra, que deterioramos las propiedades del suelo, sobre todo el contenido de materia orgánica”, lamenta Alloati. En resumen: hay que llevar los suelos a niveles correctos de materia orgánica para que se desarrolle la componente biológica, punto de partida para la producción vegetal y animal.
Con ese objetivo, y para favorecer la diversidad, “dejamos atrás las pasturas monofíticas de alfalfa, para pasar a consociaciones con gramíneas (cebadilla, festuca); crucíferas (achicoria) y leguminosas (tréboles, lotus y melilotus). Estas mezclas permiten lograr mayor densidad de raíces y captación de carbono, con producción de exudados que contribuyen a la acumulación de materia orgánica”, resalta el empresario.
El sistema de producción de leche y de carne de la familia Alloati es principalmente pastoril: el 90% de la dieta proviene del campo y el 10% restante es suplementación en cierto período del año, con maíz propio. Con esa dieta, Alloati mantiene una carga de 1,7-1,8 vacas de tambo por hectárea. Las pasturas se aprovechan con buen desarrollo, tras lo cual se da un periodo de descanso de 70 días en primavera y verano, y 90 días en otoño e invierno.
La producción por vaca con el sistema principalmente pastoril se redujo levemente respecto del sistema mixto anterior, con aporte de alimento balanceado y silaje, pero el resultado económico final no cayó por el ahorro de insumos (fertilizantes, herbicidas, alimento balanceado, etc.). Es decir, “el sistema agroecológico de menor producción es compensado por el menor costo de insumos, por el mejoramiento del suelo y por la mejora ambiental a largo plazo, un intangible importante”, argumenta Alloati.
Control biológico de malezas
Actualmente Alloati no utiliza herbicidas ni labores mecánicas para controlar las malezas de las pasturas, salvo algún escape ocasional. “Los periodos de descanso de las pasturas son tan largos que la biomasa que se produce es tal que no permite el desarrollo del barabal, capín, pata de perdiz o gramón”, sostiene.
El aprovechamiento de las pasturas es con alta carga, pero dejando desarrollar mucho las plantas antes del pastoreo: “Comemos la alfalfa con 14-16 nudos versus los 8-9 recomendados históricamente. Entonces, la vaca puede elegir, consume lo más tierno y deja un remanente para cobertura y aumento de la materia orgánica del suelo. Es un cambio de paradigma y de visión: el pasto que no se levanta no es pérdida; es el paso previo al aumento de materia orgánica”, distingue el productor. Tampoco utiliza control mecánico de malezas para no volver agredir a las plantas forrajeras luego del corte provocado por el pastoreo.
Raza adaptada al sistema pastoril
En un sistema lechero netamente pastoril imitando todo lo posible el pastoreo racional Voisin, se necesitaba una vaca más chica, de menores requerimientos, rústica y con buenas patas que le permitieran caminar mucho para alimentarse. Alloati a eligió la raza Normando, una genética francesa que funciona muy bien en zonas montañosas difíciles.
“Junto con el equipo de Select Debernardi analizamos alternativas genéticas para este sistema y nos inclinamos por la raza Normando, que tiene menor producción que la Holando, pero con mayor cantidad de sólidos en la leche. Además tiene una conformación más carnicera, que permite defender mejor la comercialización de los machos”, diferencia Leo.
“Comencé hace tres años la cruza absorbente con semen de toros de esa raza. Todavía no tengo un Normando completamente definido, pero aprovecho sus ventajas de alta fertilidad, estado corporal siempre bueno, que da facilidad para la preñez, resistencia al estrés calórico y excelente sanidad. Todo esto genera una producción estable y que permite mayor carga por hectárea, al tener menores requerimientos corporales”, observa Alloati.
Ecología en todo el campo
El espíritu ecológico de Alloati se manifiesta en otras áreas de su empresa. Desarrolla un sistema de crianza colectivo de terneros muy vinculado al bienestar animal. “Ser separado de la madre es un estrés fuerte para el ternero, que puede ser atenuado parcialmente al interactuar con otros animales de su misma edad en los primeros meses de vida”, afirma Alloati.
El suministro de la leche es con tetinas para simular el amamantamiento con los pezones de la madre; además, genera saliva que estimula la actividad ruminal. El empresario también está probando el agregado de microorganismos eficientes al agua de bebida, que tendría un efecto positivo para prevenir infecciones microbianas o parasitarias en la guachera.
En la búsqueda de economía circular, los Alloati incorporaron un biodigestor, para no tener fosas a cielo abierto generando metano hacia la atmósfera y proliferación de insectos con los purines.
El biodigestor tiene 35 metros de largo por tres de ancho tres de profundidad, y una capacidad de 250.000 litros. Está enterrado dos metros para mantener constante la temperatura. El gas producido se utiliza para calefaccionar y calentar agua. El digestato se distribuye en los lotes como biofertilizante.
El maíz producido por los Alloati parte de una semilla no híbrida. Es una variedad que permite su siembra al año siguiente y produce grano con alto nivel proteico y energético. Puede rendir 5000-6000kg/ha versus 6000-7000 que alcanzan los híbridos comerciales en la zona.
Usa semilla de soja no transgénica de los cultivares Iridio, Platino y Don Mario 48, una variedad primitiva del criadero. La producción tiene un mercado especial con un valor diferenciado que compensa el menor rendimiento respecto de un cultivar comercial actual.
Alloati también siembra unas hectáreas de mijo como cultivo de verano. Una vez cosechado se pela y se vende para consumo humano como speciality.
Esta nota se publicó originalmente el 8 de enero de 2024
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