

Eduardo Gutiérrez, en Juan Moreira, esto explicaba sobre el cepo de madera: "Un cepo de esta clase es siempre una gruesa viga de ñandubay u otra madera dura, llena de agujeros y aserrada a lo largo, tomando por centro la mitad de los agujeros; la parte baja de este aparato está asegurada en el suelo, a la vez que va adherida por medio de grandes bisagras a un extremo, la parte alta que se cierra al otro por un gran candado. Aquel aparato inquisitorial está colocado siempre a campo y bajo un árbol, que es la única protección que el paciente tiene contra los soles y las heladas y adonde es puesto del pescuezo, de las piernas o de donde se le ocurre al teniente alcalde que manda ejecutar el martirio".
En la campaña y a falta de cepo de madera, había dos opciones: una, era el llamado cepo de lazo; castigo que lo encontramos aplicado al gaucho matrero Calandria, en la obra de Martiniano Leguizamón. Este sistema consiste en un lazo que agarra con dos medio bozales los tobillos y los extremos del lazo van atados, bien tirantes, a dos estacas. La otra opción es el cepo de campaña o también conocido como colombiano, donde se ataban juntas las muñecas y estando sentado se le pasaban los brazos por fuera de las rodillas; y se colocaba un palo por encima de las flexiones de los codos y las partes de la pierna opuesta a las rodillas. Este tipo de cepo más complejo y dañino lo aplicó Ambrosio Sandes por el año 1862 a los riojanos que seguían al Chacho.
La estaqueada consistía en atar, en el suelo con los brazos y piernas abiertas, los cuatro miembros, con lonjas a estacas de madera; si no se encontraba madera para las estacas, se utilizaba la estaca india o pampa que consistía en atar la lonja a un hueso y enterrar este de forma perpendicular a la línea de la lonja, luego para que quede tirante se ajustaba del extremo atado a los miembros. En Martín Fierro: "Y pa mejor, una noche/¡qué estaquiada me pegaron! / Casi me descoyuntaron".
Sobre los azotes Gregorio Aráoz de la Madrid, quien al referirse a Rosas, escribió: "Las penas por las infracciones eran dos horas de cepo del pescuezo, a todo el que se le encontrara con cuchillo el día festivo y 50 azotes a pantalón quitado al que saliera sin su lazo al campo o corriera avestruces, etc. Pues él sufrió ambas penas, lo primero para enseñar a todos los suyos hasta dónde llevaba el cumplimiento de sus mandatos. En su primera falta por el lazo, no quiso el capataz que era esclavo suyo, aplicar a su amo los 50 azotes, sin embargo de haberse él mismo desnudado, bajándose los pantalones y tendiéndose en el campo y en presencia de todos sus peones para que cumpliera con su deber. El criado tuvo reparo en azotar a su amo y se resistió a cumplir en él la orden. ¡Pues le costó cien azotes bien pegados!".
Sobre estaqueadas y azotes viene a la memoria el Evangelio Criollo de Amado Anzi: "Por todos estos favores/ el hombre de poca luz / traicionó fiero a Jesús / lo condenó en mala ley / lo azotó a guasca de buey / y lo estaquió en una cruz".
Por la ley N° 94 de 1864 se derogaron los azotes y fue Dardo Rocha quien el 8 de noviembre de 1811 dejó sin efecto el uso del cepo.
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