Con 45 años, Lorena Elorriaga se convirtió en la máxima autoridad de la Asociación Rural de Salliqueló; su historia de vida ligada al campo
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Por primera vez, la Asociación Rural de Salliqueló tiene a una mujer de presidenta. Se trata de la ingeniera agrónoma Lorena Elorriaga, que con 45 años afronta un enorme desafío por delante.
Nacida y criada en el pueblo, desde chica tuvo que enfrentar dificultades. Cuando tenía solo tres años, su padre, productor agropecuario, falleció y su madre docente quedó a cargo de ella y de Laura, su hermana más chica.
“Me crié en un lugar donde las mujeres se pusieron al hombro no solo la familia sino el negocio agropecuario. Mi madre se encargó, como pudo y con mucho sacrificio, de conservar el patrimonio que nos había dejado nuestro padre pero sobre todo darnos una educación porque eso nos iba ayudar a salir adelante”, cuenta a LA NACION.
En ese contexto, la productora creció sabiendo que si quería lograr algo “debía esforzarse y hacer que eso que quería, sucediera”. Todos los veranos, junto a su hermana, iba al campo a trabajar. A los 15 años tuvo su primer emprendimiento rural: hizo un curso de apicultura, compró unas colmenas y con esas ganancias pudo comprarse un auto.
“En los inviernos me entretenía armar las colmenas para luego llevarlas al campo a colocarlas. Mis amigas siempre me recuerdan que cuando ellas estaban pensando en las pilchas que se iban a poner para salir, yo pensaba en los trabajos que tenía que hacer en el campo”, relata.
Cuando terminó la secundaria decidió estudiar agronomía. Con 23 años, y a pocos finales para recibirse, nació Martina, su única hija. Sola y con una beba chica había que conseguir un trabajo rápido para seguir adelante. Se asoció con Laura, también agrónoma, y empezaron a asesorar a productores de la zona.
También se convirtieron en contratistas, primero con un avión aeroaplicador y luego sumaron más maquinarias a su nuevo emprendimiento. Asimismo, entró a trabajar como responsable técnica a campo en la firma Los Grobo. Veinte años después aun continúa trabajando para esa compañía.
“Con Laura somos hermanas y socias. Nos complementamos muy bien. Ella es la estricta de los números y que lleva a tierra las cuestiones financieras y yo la que proyecta y pone en marcha los negocios”, señala.
Madre, productora agropecuaria, contratista, asesora y con el gremialismo rural a flor de piel, no se sorprende hasta adonde llegó. Nunca se sintió discriminada en el sector por ser mujer, muy por el contrario. “Les agradezco a los hombres que siempre me subestimaron y me daban un cuerpo de ventaja porque eso me permitió enfocarme y cumplir mi objetivo”, dice.
“Las mujeres somos organizadas y tenemos una capacidad innata de hacer muchas cosas a la vez. Doy gracias a las muchas mujeres que estuvieron dando vueltas alrededor de mi vida y me ayudaron a criar a mi hija”, añade.
En el gremialismo
Para la agrónoma, su nombramiento no tiene nada que ver con una cuestión de género, sino más bien con un recambio generacional que impulsó y puso en marcha el anterior presidente de la entidad, Arnoldo Mazzino. “Hablar de los cupos femeninos me pone furiosa. Los puestos deben ser ocupados por la capacidad e idoneidad de las personas para ocupar esos cargos”, aclara.
En cuanto a su eje de trabajo en los dos años de mandato que tiene por delante, Elorriaga destaca que en la comisión directiva se trabaja para dar discusiones de toda índole: “Es una entidad muy viva y combativa, es una rural donde representamos fielmente a los productores”.
Por otra parte, un tema transversal para su gestión es la educación rural. De hecho hace dos años integra la Comisión de Educación en Carbap. “Es lo único que realmente transforma una sociedad. Aspiro que en la ruralidad los chicos que asisten a una escuela rural tengan acceso a una educación similar a la que exista en las ciudades”, detalla.
Otro tema que la preocupa son las Buenas Práticas Agropecuarias (BPA). Para la presidenta de la entidad se debe educar de manera consciente sobre las conductas ambientales. “Soy productivista pero haciendo bien las cosas, con responsabilidad, sin perjudicar a terceros y al medio ambiente. Esa es una de las huellas que debemos dejar”, dice.
Asimismo, le gustaría que su entidad posea ateneos donde haya una participación de jóvenes que realcen el valor del trabajo en el campo. “La presencia de la juventud en el gremialismo es necesaria para que sigan existiendo instituciones fuertes que son el contralor necesario cuando algo se desbanda. El amor al trabajo a la tierra es algo que no debiera perderse”, apunta.
Por último, remarca que el sector necesita una mejor representatividad gremial que muestre lo que se hace en el campo. “El productor trabaja en silencio, tranqueras adentro y no milita con su producción. Solo se lo escucha cuando algo se detona. El sector tiene mucho para contar”, concluye.
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