Hace unos años, en el marco de una de las megamuestra del agro argentino, recuerdo que Aapresid utilizó como premisa comunicacional: "Nos une el suelo". Concepto que en la actualidad sigue tan vigente como entonces, y que es bueno revalorizar este 5 de diciembre, fecha en la que se conmemora el "Día Mundial del Suelo".
Al respecto, el sistema de siembra directa -del cual la Argentina es uno de los países pioneros en adopción- cambió el paradigma en el uso y conservación del suelo proponiendo una agricultura que imite el funcionamiento edáfico de los ambientes naturales.
La implementación continua del sistema de siembra directa, con rotaciones con adecuada intensidad y diversidad, tiene como consecuencia el aumento en un volumen superficial del suelo de los tenores de materia orgánica. En siembra directa se genera una capa superficial enriquecida con residuos orgánicos, alterando la dinámica de la materia orgánica y el ciclado de nutrientes. Resulta deseable mantener o incluso aumentar los tenores de materia orgánica del suelo, considerado uno del principales indicadores de su calidad.
En segundo lugar, la implementación de la siembra directa tiende a mejorar las propiedades biológicas, químicas y bioquímicas de los suelos, y cambia la composición, distribución y actividades de las comunidades microbianas. El aporte adecuado en cantidad y calidad de residuos orgánicos, además de promover aumentos en los contenidos de materia orgánica, estimula a aumentos significativos de los niveles de carbono de la biomasa microbiana.
A ello se suma que los suelos con mayor antigüedad en siembra liberan menores niveles de dióxido de carbono. Esto sugiere una protección de la materia orgánica contra el ataque microbiano, favoreciendo el secuestro de carbono en el suelo, y un efecto mitigador sobre el cambio climático. Debemos profundizar el estudio de la biología del suelo y su interacción con la producción y la preservación del recurso. Este sea tal vez, el principal desafío actual.
Finalmente, el mayor, más rápido, y evidente impacto de la adopción de la siembra directa sobre las propiedades del suelo se da en la porosidad edáfica. La no remoción, la descomposición de raíces y la deposición de residuos orgánicos en superficie favorece a la regeneración permanente de poros estables. A ello se suma la acción de lombrices, gusanos e insectos en general con la construcción de galerías. Estos macroporos son continuos, poco tortuosos y estables siendo responsables del rápido ingreso y movimiento del agua en el suelo, de favorecer su aireación y de brindar un hábitat favorable para el crecimiento de las raíces.
Un suelo con cobertura y sin remoción disminuye la escorrentía superficial y los riesgos de erosión asociados, lo cual da más tiempo para que el agua ingrese al perfil del suelo. Sumado a ello, la macroporosidad generada permite un rápido drenaje facilitando el almacenaje en todo el volumen de suelo explorable por las raíces de los cultivos. Finalmente, la presencia de cobertura disminuye las pérdidas de agua por evaporación directa y protege a la estructura del suelo del impacto de las gotas de lluvia. Todo redunda en más agua disponible para los cultivos y menos pérdidas. En síntesis, un uso más eficiente del recurso generalmente más escaso, el agua.
Sigamos buscando estrategias productivas que a la vez permitan conservar o mejorar los suelos. Y que este 5 de diciembre sigamos diciendo, hoy más que nunca, "nos une el suelo".
El autor es director de Okandu y socio de Aapresid
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