El Telégrafo Mercantil retrató en sus crónicas la vida en el valle de Lerma, en Salta; desde las características de los habitantes hasta las enfermedades de las mulas
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El Telégrafo Mercantil, Rural, Político-Económico e Historiógrafo del Río de la Plata, primer periódico editado en tierra argentina, tuvo suscriptores a lo largo y ancho de la enorme jurisdicción del Virreinato con capital en Buenos Aires. Tirado por la Imprenta de Niños Expósitos, su breve vida se extendió entre abril de 1801 y octubre de 1802.
Sobre la Intendencia de Salta del Tucumán, que entonces comprendía las provincias de Santiago del Estero, Tucumán, Catamarca, Salta y Jujuy, apareció en el número del 6 de diciembre de 1801 una breve noticia sin firma titulada “Carácter de los habitantes del Valle de Lerma en la Intendencia de Salta”. “Los hombres oriundos de este suelo -decía la crónica- son por lo regular de buen aspecto, bien apersonados y de un ingenio bastante regular”.
Las temperaturas benignas, la alimentación frugal y el agua de calidad, habían permitido que muchos de sus habitantes alcanzasen gran longevidad. Diestros en el manejo del caballo, como que pasaban la mayor parte del día montados, los antiguos salteños trabajaban en “los diarios pastoreos de sus ganados y otras tareas que les son indispensables para la conservación de sus estancias”.
A sus mujeres las resaltó como “excesivamente fecundas”, al extremo de parir mellizos con frecuencia. Eran de “singular hermosura”, afables y airosas. Hablaban con elegancia la lengua castellana, a la que leían y escribían con perfección. Salteñas y salteños usaban vestimentas en todo iguales a las acostumbradas en España.
El Telégrafo del 4 de julio de 1802 publicó una dramática noticia fechada en Salta el 4 de junio: “Hay una peste general en las mulas, la cual ha cundido hasta estos potreros; y se teme mucho que, si llega a los de invernadas, mueran casi todas sin remedio. Los sujetos que caminaron con tropas numerosas para las provincias del Perú, escriben que se les han muerto la mitad”.
Desde aquella ciudad se especificaba el 5 de agosto la cantidad de mulas muertas en los arreos en lo que iba del año: más de 18.900 de un total de 38.000. Eran los dueños de las tropas José Robledo, Juan Valle, Francisco Rasines (el más perjudicado), Marcos Martínez, Domingo Olavegoya, José Guerra, Miguel Viña, Martín Garmendia, Manuel Gómez, Juan Escurra y Francisco Niño. La mayoría de las mulas habrían sucumbido en el camino que iba del Cuzco a la ciudad de Jauja, Departamento de Junín. “Gómez, Escurra y Niño tuvieron en Salta sus discordias con los muleros; pero al fin no repararon en arrear ganado chico y flaco de lo cual, y no de la decantada peste, ha resultado la presente pérdida”.
Para todo el año 1802 se aguardaba el comercio de sesenta mil mulas. Los limeños, decía la noticia aparecida en la edición del 29 de agosto de 1802, debían decidirse por la compra de animales gordos y de cuatro años. De no contar con esta previsión, finalizaba, se exterminaría “la casta de mulas, padeciendo un golpe mortal nuestra agricultura y comercio”.
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