Siete apicultores formaron una cooperativa que, entre otras acciones, desarrolló un producto contra una grave enfermedad que genera importantes pérdidas
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En un viejo galpón abandonado en el campo de General Daniel Cerri, una localidad del sur bonaerense, siete estudiantes universitarios comenzaron en 2007 a hacer pruebas en busca de una solución orgánica para la varroasis, una enfermedad que afecta gravemente a las abejas. Entre ellos había bioquímicos, electromecánicos, ingenieros agrónomos y otros, provenientes de diversas carreras universitarias que se habían conocido durante sus estudios en una tecnicatura apícola. El fanatismo que compartían por las abejas los había unido y llevado a compartir mates y muchas horas de charlas sobre sus colmenas y los problemas que enfrentaban, impulsándolos a trabajar juntos en la búsqueda de una solución.
En menos de un año lograron desarrollar una formulación eficaz para combatir esta enfermedad de distribución mundial. Actualmente exportan a más de 12 países y su producto se utiliza en más del 30% de las colmenas del país.
“Tuvimos una cuota de suerte, pero fueron muchas horas de trabajo. Nos reuníamos los sábados y domingos a cualquier hora porque éramos todos muy fanáticos”, comentó Elian Tourn, uno de los que inició este proyecto. Hoy es presidente de la Cooperativa Apícola Pampero (CAP), fundada por estos estudiantes para darle un marco más formal a este logro.
Tourn relató que, junto con Luciano Morales, Gabriel Gómez, Diego Iaconis, Evangelina Torres, Danilo Rubenacker y Alfredo Marconi todos eran apicultores que se iniciaron en la actividad por ser segunda o tercera generación de apicultores o simplemente porque les atraía. Todos estaban cursando la Tecnicatura Universitaria Apícola en la Universidad Nacional del Sur.
“Al principio nos reuníamos de manera informal para discutir sobre nuestras colmenas, pero con el tiempo formalizamos nuestro grupo. Comenzamos a interactuar con otros grupos de la región y a aprender de los problemas que enfrentaban los profesionales, a diferencia de nosotros que veíamos de la apicultura como una actividad secundaria”, añadió Tourn.
Con todo esto, comenzaron las primeras pruebas en un galpón de la quinta de uno de los integrantes del grupo. “En la Argentina la plaga está desde hace más de 30 años y siempre fue un problema muy grave. Provoca grandes mortandades invernales y contamina la miel, lo que afecta su precio comercial al exportarla. Todos los medicamentos disponibles eran sintéticos y nosotros lo que buscamos fue hacer es un tratamiento orgánico tan práctico y eficaz como los métodos de aplicación de síntesis”, dijo.
No podían creerlo cuando, en tan solo un año, lograron una solución eficaz. “Como aún éramos estudiantes, fuimos a mostrar nuestro descubrimiento a la Universidad de Mar del Plata, donde hay un grupo de investigación especializado en esta enfermedad y son reconocidos a nivel mundial”, relató.
“Un laboratorio muy importante se enteró de nuestro descubrimiento y nos ofreció comprar la formulación, que aún no estaba patentada, pero ya había demostrado su eficacia en el campo. Entre todos decidimos formar una cooperativa, patentar el producto y comenzar a producirlo”, agregó.
Con la cooperativa ya creada, comenzaron con el proceso de habilitación, a comprar maquinaria y el patentamiento. Así nació Aluén CAP, su acaricida orgánico. Según detallan desde la cooperativa, ha demostrado tener una efectividad superior al 95% contra la varroasis. No fue hasta 2016 que lo pudieron llevar de escala de laboratorio a escala industrial.
Desde 2020 lo producen en su propio laboratorio y venden a 12 países, mientras que hay más de 30 en donde tienen contratos y se está en distintas instancias en el proceso de habilitación. “Cada dos meses aproximadamente sale un nuevo país y tenemos una gran proyección de seguir creciendo. Para ponerlo en números, en la Argentina, antes de que existiera, menos del 1% curaba las colmenas con productos orgánicos. Hoy, ya más del 30% de las colmenas del país utilizan este producto. No genera resistencia, no contamina la miel y no afecta a la abeja”, señaló. En el país estima que hay 2,5 millones de colmenas.
Contó que el último país habilitado fue Corea del Sur. “Teniendo en cuenta cómo comenzamos, para nosotros es un orgullo pensar que gran parte de las colmenas de Corea van a usar medicamento argentino”, afirmó.
La CAP reúne a apicultores, técnicos y científicos del sur de la provincia de Buenos Aires, Argentina. Cuenta con aproximadamente 100 productores y alrededor de 50.000 colmenas. Además, emplea a 15 técnicos que trabajan en investigación, producción y distribución del medicamento.
La cooperativa trabaja en grupos de productores y brinda asesoramiento autofinanciado. Además, generan microcréditos para aquellos que deseen comenzar en la actividad y tienen una línea de fondos rotatorios para los asociados, como apoyo en años de sequía.
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