Caminar por los senderos de historia lleva a sumergirse en un pasado que cuentan de establecimientos olvidados como las caballerizas. Fueron útiles y necesarias, pero también insalubres. Cuesta pensar que estaban tan cerca del radio céntrico, por entonces la ciudad era una prolongación indeterminada de la pampa, que se fue extendiendo con los arrabales que iban ocupando lentamente la llanuras. Las caballerizas fueron desapareciendo del paisaje con el remplazo de la tracción animal por el automóvil que se lo consideró como “el salvador del ambiente”.
Las caballerizas generaban gran cantidad de estiércol, un caballo puede llegar a producir varios kilos de excremento diario. El Concejo Deliberante había sancionado distintas ordenanzas y requería su autorización para funcionar. Sucedía que muchos edificios inhabitables se destinaban para caballeriza sin cumplir las normas que exigían construcciones sólidas y adecuadas. Las paredes lindantes con los vecinos de 45cm construidas con cal debían ser revestidas con asfalto y tenían que tener pisos de material.
Las dimensiones mínimas que debían tener eran de un ancho 1,50 por cada animal y largo y alto de tres metros, con buena ventilación e iluminación. El piso del pesebre debía ser impermeable, lo mismo que los patios donde se bañaba a los animales y el resto del terreno debía pavimentarse con adoquines de granito y sellado con juntas de material impermeable.
El estiércol era insalubre, atraía las moscas y las ratas aprovechaban la avena no digerida por caballo por lo que debía retirarse diariamente por la noche o antes de las 9 de mañana en invierno o las 7 en verano. Se debía contar con un depósito a nivel del suelo, separado del pesebre, construido de material, piso y revoque impermeable, forrado con chapas metálicas y con tapa de hierro galvanizada, caño de ventilación y fácil desagüe de la canaleta, cloaca o pozo sumidero, con una pendiente del 2% para que los líquidos tengan una fácil salida para evitar el estancamiento del agua servida o de lluvia.
El tamaño dependía del número de animales. Las caballerizas con más de 50 caballos estaban obligadas a hacer la extracción del estiércol dos veces en invierno y tres en verano. Debían contar de agua corriente, fuera del radio de ese servicio, proveerse de pozos semisurgentes con un depósito elevado con capacidad mínima de 100 litros de agua por cada animal, “estos pozos serán servidos por molinos de viento o por motores” . Los carros que se ocupaban del transporte diario debían tener una caja cerrada y tapada con lonas alquitranadas, siendo los dueños de las caballerizas responsables de estas disposiciones.
No podían depositar el estiércol en terrenos baldíos con o sin cerco, en quintas de verduras, en potreros y parajes no provistos por las ordenanzas. Se prohibía alimentar a los animales verduras o residuos de mercado en estado de putrefacción. El estiércol utilizado por los hornos de ladrillos debían mezclarse con tierra inmediatamente de recibidos, no pudiéndose conservarse más de 24 horas en ese estado.
Blanqueo
Todos los años, entre octubre y noviembre, se obligaba a blanquear las caballerizas con cal viva y solo se permitía una en un perímetro de las calles San Juan, Saavedra, Pasco, Paseo de Julio y Paseo Colón. Estaba prohibido habilitar locales para la venta de potros en el radio comprendido por las calles Brasil, Defensa, Caseros, Castro Barros, Medrano, Soler, Godoy Cruz y Río de la Plata. Sólo se los podían bañar en el río entre el Arroyo Maldonado y el Tiro Federal. No se permitía andar al galope o trote largo entre las calles San Juan, Saavedra, Pasco, Paseo de Julio, Paseo Colón, excepto los empleados públicos cuyas razones justifiquen la mayor rapidez de su marcha. Los caballos debían cuidarse con esmero rasqueteándolos diariamente antes de ensillar lavándole las manos y las patas después de dejar el trabajo. Surgieron disposiciones que prohibían el maltrato de los animales. Los conductores no “podrán usar un látigo de más tres metros ni hacer chasquidos”.
Las revistas municipales publicaban de la preocupación de las autoridades para estudiar el tema sanitario que acarreaban las caballerizas. Destacaban que había un espíritu refractario inaccesible a cumplir con las normas sanitarias. Además, las denuncias de los vecinos por el hedor eran numerosas y caían al vacío a falta de pruebas para ratificarlas en el momento de la inspección, si es que se realizaba alguna vez. Finalmente, una ordenanza de 1925 prohibió las caballerizas y tambos en el perímetro de Brasil, Defensa, Caseros, Jujuy, Pueyrredón, Corrientes, Sadi Carnot (Mario Bravo), Coronel Díaz, Av. Alvear (Libertador) y Ocampo y Río de la Plata. Fuera de este radio se podían instalar hasta tres caballerizas limitándose a 100 animales por manzana.
No fue fácil su cumplimiento, una ordenanza en el año 1932, prorrogaba por seis meses más la disposición de cierre de las caballerizas y tambos. También disponía el cumplimiento para las caballerizas municipales y las dependientes del gobierno nacional. Las caballerizas siguieron funcionando en los barrios hasta su clausura definitiva.