Cristian Mira, editor del suplemento Campo de LA NACION, destacó que hay que aprovechar las oportunidades de los mercados internacionales y las nuevas tendencias
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Encauzar el diálogo con el Gobierno, profundizar la inserción en el mundo, incorporar más tecnología y cuidar el medio ambiente son parte de los cuatro desafíos que tiene el sector agropecuario y que mencionó Cristian Mira, editor del suplemento Campo de LA NACION durante el sexto capítulo de Negocios del Campo, organizado por LA NACION.
Ante la amenaza que significa para el sector una mayor intervención del Gobierno en los mercados, Mira aseguró que el desafío más grande que tiene el agro es encauzar un diálogo productivo con el Gobierno. Recordó que el Gobierno tiene la potestad por ley de aumentar los derechos de exportación del maíz y del trigo en tres puntos porcentuales (de 12 a 15%). En tanto, hoy la soja tributa un 33%.
“El Gobierno tiene la teoría de que los precios internacionales de los granos afectan el precio de los alimentos que consumimos en el mercado interno. En el sector se le ha explicado más de una vez que la proporción es reducida”, explicó Mira. Dio como ejemplo el caso del trigo y su relación con el pan. “El sector le ha explicado más de una vez al Gobierno que impacta sólo en un 8% el costo del trigo respecto del costo del pan y aun así el Gobierno puso no una intervención, sino una autorregulación en el mercado de trigo para que no se exportara más de una cierta cantidad”, detalló.
Este tipo de medidas, sostuvo, “son señales que los productores las ven como negativas para poder aumentar la inversión y aumentar la producción. Vista la posibilidad que hoy ofrecen los mercados internacionales porque crece la producción, crecen los recursos en una gran cantidad de países, entonces mejora la dieta de la población y demanda más alimentos.”
Es por ello que otro de los grandes desafíos que tiene el sector es profundizar la inserción en el mundo. Mira mencionó el caso de China como “una gran aspiradora” porque es el mayor importador de soja con 100 millones de toneladas y está importando grandes cantidades de toneladas de maíz, 15 o 20 millones de toneladas, siendo que es algo que “hace unos años no se esperaba”. Pero explicó que la Argentina no puede exportar harina de soja a ese mercado, su principal producto de exportación, porque el país asiático tiene la prioridad de agregar valor interno. Es decir, compra grano, lo procesa y lo trasforma en harina. “A pesar de que hubo un principio de negociación no se está exportando harina de soja (a China). El Gobierno no está ejerciendo presión sobre el gobierno chino, pero sí hay una gran oportunidad que si se está aprovechando en países del sudeste asiático”, remarcó.
Vietnam, por ejemplo, es el principal comprador de maíz argentino y también está creciendo la demanda de Indonesia. “La Argentina tiene una gran oportunidad ahí, no solo en granos, sino también en alimentos más elaborados”, remarcó.
Hoy el mudo está demandando cada vez más alimentos, pero también que se cuiden los recursos. Es allí donde la tecnología juega un papel clave. En esta línea, el otro desafío que tiene hoy el sector es “aprovechar toda la revolución que se está viviendo con la agricultura digital. Hay un cambio enorme, hoy es posible conocer los nutrientes que necesita el suelo o el estado de los cultivos y los fitosanitarios necesarios para protegerlos. Y hay máquinas con sensores que pueden determinar qué nivel justo de agroquímicos se pueden aplicar”.
Asimismo, la Argentina tiene una gran ventaja que es que puede exhibir su modelo de producción en siembra directa, ya que más del 90% de la superficie agrícola se hace con esta técnica de no remoción del suelo. Además, es un sistema que está en constante cambio. “Hoy está creciendo lo que se llama cultivos de servicios que logran aumentar la captura de carbono. Por lo tanto, si bien es un sector que emite gases de efecto invernadero, también es de los pocos que puede capturar ese carbono”, sostuvo.
Para finalizar, en relación a cómo imagina el escenario pospandemia, Mira indicó: “Con mayores exigencias en términos ambientales con los consumidores, que en el exterior van a pedir más información sobre los alimentos que se producen. Pero en un mundo en crecimiento y para un país exportador neto de alimentos significa una oportunidad para la Argentina sin descuidar el mercado interno y el consumo interno. Entonces, ahí la agroindustria tiene la posibilidad de aprovechar, ser capaz de atraer inversiones, generar empleo y generar desarrollo en todo el país”.
Clima: el impacto de la bajante del río Paraná
En la actualidad, el río Paraná registra su peor bajante en 77 años. Al respecto, en el marco del sexto capítulo de Negocios del Campo organizado por LA NACION, Pablo Mercuri, director del Centro de Investigación de Recursos Naturales del INTA, dio detalles del impacto de este fenómeno sobre la hidrovía, la navegabilidad, el sistema de producción, la pesca y el ambiente
“Se trata de una situación extraordinaria, no solamente por la magnitud, sino también por lo prolongada en el tiempo”, sostuvo Mercuri. Detalló que el valor medio del río es de 2,95 metros en agosto respecto a la regla histórica de medición, pero hoy está en -20 cm. Mientras que en el año 44, que es la situación extrema a la que se hace referencia, llegó a -1,39.
Mercuri remarcó las dificultades para acceder al agua y generar energía, además de que para el caso del agro los barcos que no pueden cargar suficiente tonelaje deben completar carga en Bahía Blanca. Indicó que esto complejiza toda la logística de exportación y, además, genera mayores costos que paga el productor.
Alertó que esto impacta en los sistemas de producción, como la ganadería de islas de la zona. También hay un efecto sobre apicultura a lo largo del Río Paraná, que “está muy afectada”, y la toma de agua para los sistemas de producción arrocera en el norte de Entre Ríos y Corrientes.
En lo que respecta al clima en el centro del país, Mercuri explicó que desde 2003 hasta el 2020 en la primavera se registraron anomalías porque llovió menos, se extendió la estación seca del invierno y siempre “estábamos esperando que comiencen a regularizarse las precipitaciones”.
En cuanto a los océanos, que son los grandes reguladores y moduladores del régimen de precipitaciones en la región, detalló: “El océano pacífico y ecuatorial está en situación neutral, pero con tendencia hacia el enfriamiento y durante la primavera lo más probable es que se registraría un enfriamiento que luego se mejoraría una vez que comience el verano y luego volvería a valores neutrales”.
En el corto plazo se esperan precipitaciones en el centro norte de la provincia de Buenos Aires, en el litoral y también en la cuenca del Río Iguazú. “Esto puede aliviar la situación que estamos viviendo”, sostuvo. Aunque remarcó: “El pronóstico de precipitaciones estacionales nos marca que lamentablemente hay déficit de lluvia en el trimestre de agosto, septiembre y octubre. Una nueva primavera con probables precipitaciones por debajo de las normales”.
Frente a este contexto, Mercuri explicó: “Hay que hacer el balance del agua que disponemos, cuánta agua tenemos en el horizonte superficial y perfil del suelo en profundidad. También la dinámica de las napas, el pronóstico de corto y largo plazo y visualizar la tendencia de largo plazo”.
”Estamos ante una crisis de escasez del agua, pero es una crisis que podemos convertir en un desafío. Debemos ser más eficientes en la gestión del agua, con más innovaciones y en tecnología para el riego y con una gestión precisa del agua para todos nuestros sistemas de producción”, agregó.
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