Lo que hemos visto en las últimas semanas en nuestro país, en términos políticos, institucionales y de política económica, muestra nuestra incapacidad manifiesta para superar los errores que arrastramos desde hace algo más de 50 años. Seguimos tropezando con los mismos problemas que nos ha hecho retroceder sistemáticamente internamente y en el mundo en relación con otros países.
Volvimos a nuestra vieja costumbre de no respetar las leyes vigentes, la Constitución, la división de poderes y las instituciones. Volvimos como en los 70 a plantear intervenciones del Estado en la economía (por el caso Vicentin) y en el manejo de empresas privadas y lo que es aún peor sumamos el intento de expropiación de una empresa, con la excusa de defender a los trabajadores y lograr soberanía alimentaria.
Solo el fallo del Juez a cargo del proceso judicial en marcha, limitó hasta ahora la arrogancia de quienes quieren decidir sobre los negocios de otros o sencillamente nacionalizar empresas que en manos del Estado son sencillamente inviables como lo muestra la historia y son subsidiadas finalmente por aportes del Tesoro nacional financiado por quienes pagamos los impuestos.
Sumado a ello continúa la indefinición en la negociación de la deuda con el riesgo de caer nuevamente en un default total o parcial, lo que nos mantiene en un primer lugar cómodos, de la lista de países incumplidores seriales de sus obligaciones financieras.
El resultado obtenido con todos estos logrados méritos, es una paralización total de las decisiones de inversión en todos los niveles de actividad económica y a través de ello nos aseguramos dar continuidad a la profunda recesión económica en que estamos y eliminamos la posibilidad de promover a través de nuevas inversiones la generación de nuevos empleos.
Sin inversiones en la Argentina no hay crecimiento posible, ni generación de empleos. La agroindustria tal como lo hemos mostrado con trabajos recientes y no tan recientes de la Fundación Producir Conservando, sigue siendo un pilar fundamental para el ingreso de divisas genuinas del exterior, ya que representa el 55-60% de los ingresos por exportaciones; aporta desde sus 41 cadenas agroindustriales entre el 43 y 46% de los recursos tributarios totales del Estado argentino y dichas cadenas generan directa e indirectamente el 35% del empleo formal en el país.
Todos los años se invierten entre 15.000 y 17.000 millones de dólares solo para tener en marcha el complejo granario y producir 130-145 millones de toneladas, que procesadas y transformadas básicamente en harinas y aceites son generadoras del mayor ingreso de divisas con que hoy contamos. Si agregamos a esto el potencial de crecimiento que existe en todas las cadenas agroindustriales y sumamos otros sectores como la minería, energía, turismo, tecnología, etc. vemos claramente que nuestro país cuenta con el potencial para lograr salir de la gravísima situación actual de nuestra economía.
No hace mucho tiempo planteamos desde la Fundación Producir Conservando, que con una Argentina de 160 millones de toneladas de producción y agregando valor a granos forrajeros y proteínas animales (en carnes y lácteos) en 2027 podríamos exportar algo más de 40.000/42.000 millones de dólares anuales.
Si sumamos las otras cadenas agroindustriales y el resto de las actividades exportadores en el país llegaríamos seguramente a lograr un ingreso de divisas del orden de los 80.000/85.000 millones de dólares. Esto es más actividad económica, más trabajo genuino, menos pobreza e indigencia y comenzar a salir lentamente del pantano en que estamos hace años.
El mundo empieza lentamente a querer recuperarse de la pandemia y muestra ya síntomas de crecimiento en los intercambios comerciales entre países, que estuvieron paralizados en los últimos meses. Con ello los mercados comienzan a operar y marcar nuevas tendencias a las que nos deberemos sumar rápidamente para no quedar afuera.
Los países y sus economías quieren arrancar nuevamente y por ello demandarán nuevamente alimentos. La Argentina está en condiciones de abastecerlos en calidad y cantidad.
¿Seremos capaces de hacerlo o seguiremos discutiendo y haciendo lo que nos ha llevado al fracaso y aumento de la pobreza en los últimos 50-60 años?
Para poner ese potencial en marcha hace falta que dejemos de destruir lo poco que hoy tenemos en pie y comencemos a construir un país distinto. Para ello debemos aprender de lo que lo han hecho por ejemplo nuestros vecinos Uruguay y Chile que trabajan denodadamente para construir para el largo plazo.
Comenzar una etapa de crecimiento permitirá, con esfuerzo, disminuir la pobreza e indigencia y generar oportunidades para todos a través de la generación de empleo nuevos y en la economía formal.
Trabajemos ya para construir ese país, no nos podemos quedar atrapados donde estamos hoy, pongamos una mirada de largo plazo y arranquemos.
El autor integra la Fundación Producir Conservando
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