En el sudeste cordobés se pasó de tener que sacar agua del sistema productivo ante los excesos a una situación alarmante con la sequía
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La historia de esta región dice que estamos frente a una de las peores campañas, sino la peor desde que se hace agricultura extensiva en el sudeste de Córdoba. El milagro es que estemos vivos, perdón, el milagro es que todavía gran parte de los cultivos subsistan con condiciones sumamente desfavorables como las que atravesaron desde la siembra hasta el presente.
Es que esta zona pionera en la siembra directa experimentó grandes fluctuaciones expresadas en ciclos durante los últimos 100 años, que intercalaron entre períodos secos, períodos húmedos y promedios. Pero veníamos de periodos de promedios a húmedo en cuanto a milimetrajes en los últimos 30 años, escapando a secas en el país como la de 2008 y 2011.
Los registros de la familia Díaz, en Monte Buey cuentan entre sus datos más sobresalientes que en 1910 las precipitaciones fueron de 460 milímetros (mm). En 1935 el registro anual se cerró en 568 mm. Cabe aclarar que en esa época el sistema productivo era totalmente diferente, basado mayoritariamente en la ganadería. En 1937 llovió 499 mm, período seco solo recordado en la zona por los mayores de 80 años, ciclo que se reacomodó recién en 1940 cuando se recibieron 1478 mm. Los registros finalizado diciembre de establecimientos al sur de Monte Buey marcaron 379 mm como es el caso de La Virginia.
Entre los últimos 30 años ocurrió que en 1993 llovió 1469 mm. En 2012 y 2014 encontramos la aparición de un período húmedo con 1423 y 1335 mm, respectivamente. Siguió lloviendo firme en 2014, en 2015, hasta que en el 2016 el vaso se llenó.
Durante 2016, 2017 y 2018 realizamos al menos 20 charlas y jornadas en la región para ver cómo íbamos a sacar el agua del sistema, ya que gran parte de las mejores tierras estaban al pelo de agua y los ambientes más altos se encontraban sorpresivamente con agua subterránea en sus lotes.
Tuvimos una reactivación de todos los consorcios canaleros de la región, grupos que se conformaban para trabajar el problema de las inundaciones desde el análisis de las cuencas en su totalidad. También numerosas críticas al sistema de producción, sostenidos con argumentos como la “impermeabilización del suelo” por parte de la directa o algunos análisis que demostraban la realidad en base a balances hídricos realizados desde un excel culpando del bajo consumo de agua a la sojización.
Nunca algo igual
La mayoría de los productores agropecuarios de la zona hoy al frente de las empresas nunca habían vivido algo semejante, no solo porque los registros rondan los 400 mm en todos los pluviómetros, sino porque gran parte de esos milímetros anuales fueron recibidos por la campaña anterior, ya que más del 80% de esos 400 mm precipitaron durante enero a marzo de 2022.
Durante 2016, 2017 y 2018 realizamos al menos 20 charlas y jornadas en la región para ver cómo íbamos a sacar el agua del sistema, ya que gran parte de las mejores tierras estaban al pelo de agua
La precepción del riesgo estaba conformada en su mayoría por la experiencia de los últimos 30 años y conocer el riesgo y las consecuencias de una inundación no es entender el 100% del riesgo en producción vegetal. Dicen los sabios del lugar: “A mi dame mucha, porque los bajos se perderán, pero las lomas compensarán”.
Obviamente este dicho no es traslativo al productor que cuenta con 100% de bajos, pero es bastante gráfico cuando el foco está puesto en las realidades generales. Ya que cuando no hay nada de agua…no hay nada de nada en ningún lado.
Es hoy cuando numerosos productores del rubro van a analizar un poco más los pisos de rendimiento presupuestados por cultivos a la hora de analizar futuros negocios agrícolas en la zona. Desde la primavera ya aprendió que el trigo puede rendir cero: está interiorizándose que los maíces que lleguen a cosecharse pueden soportar 1500 kg de rendimiento en un campo clase de uso 1. Y también está viendo cómo la soja en implantación es capaz de soportar todo, tanto la de primera como la de segunda.
Y el aprendizaje es sumamente duro cuando la superficie es arrendada. Porque como todos saben alrededor del 60% de la superficie trabajada en la región es alquilada, y la “piña” que soporta el que alquila está cargada entre 35% y 65% más de costos que en campo propio.
El escenario de realidades económicas por parte de los productores es muy variable para afrontar este tipo de campañas dependiendo de sus ahorros y endeudamiento antes de enfrentarla. Escucho a mucha gente esperanzada en que estos sinceramientos abruptos del negocio en cuanto a rendimientos posibles repercuta en los precios de los alquileres en la zona para las próximas campañas.
Creo el nivel de aprendizaje de esta campaña no va a pasar desapercibido en el análisis futuro, con lo cual creo positivamente que enfrentaremos, por primera vez en la historia zonal, contratos a la baja en los alquileres si la situación hídrica no se recompone antes de abril 2023. Porque, además de la experiencia vivida, tenemos que escuchar a los más viejos y así descubrir que no solo te puede llover una campaña 568 mm como en 1935, sino que te puede volver a pasar y peor una campaña después, en 1937, con 499 mm.
El autor es asesor de productores
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