José Hernández vivió el éxito de su libro y recibió elogios consagratorios de grandes personalidades, pero a él le interesaba especialmente la opinión del gaucho y, en el mismo libro, ya intuía, por eso escribió: “Y si la vida me falta, / ténganlo todos por cierto/ que el gaucho, hasta en el desierto, / sentirá en tal ocasión/ tristeza en el corazón/ al saber que yo estoy muerto./Pues son mis dichas desdichas/ las de todos mis hermanos, / ellos guardarán ufanos/ en su corazón mi historia;/ me tendrán en su memoria/ para siempre mis paisanos.”
Y así ha sido hasta el día de hoy, hasta el más humilde de los paisanos de cualquier campo de Argentina tiene por el solo nombre del libro una veneración casi religiosa.
El libro que tiene el carácter de fundacional, conquistó desde siempre el corazón de todos los argentinos.
Ricardo Rojas escribió sobre el libro “Don Quijote de la Mancha”: “Si España desapareciere, sobreviviría en América y en ese libro. Estos son sus dos más duraderos galardones en la historia”. Pues en ese nivel está el Martín Fierro. Son obras que le dan a la palabra escrita una fuerza misteriosa. Demás está decir que las más grandes religiones, como los pueblos más primitivos, siempre le han dado a la palabra una importancia vital.
El gran benefactor del libro ha sido la aceptación del pueblo argentino, y en cuanto a individualidades que se ocuparon de la obra y lo beneficiaron. Entre muchos intelectuales del país y del extranjero, destacamos a Leopoldo Lugones, Ricardo Rojas y Miguel de Unamuno.
La obra presenta al gaucho con mucho respeto y con gran conocimiento. Todas las muertes que hizo Martín Fierro fueron peleando, si él no mataba, lo mataban a él, en los dos casos en que se lo cuestiona, él mismo se defiende con sus argumentos y por nuestra parte podemos decir que está justificado. No podemos con la mentalidad actual comprender acabadamente los hechos y menos desde una mentalidad urbana. Vayan a un francés o a un español a cuestionarles los hechos de sangre de la “Canción de Rolando " o el “Cantar del Mío Cid”.
El gaucho tiene mucho que ver con los caballeros de la Edad Media; cuando Martín Fierro encontró a un indio matando a rebencazos a una mujer cautiva después de haberle matado al hijito lactante todavía, nos cuenta de ese encuentro: “Y me clavó una mirada/como pidiéndome amparo.”. Ya sabemos cómo terminó esto.
El coraje, la condición de caballeros y la habilidad que tenían los gauchos de antaño ha quedado magistralmente bien pintado en la obra. Nadie ha escrito sobre el gaucho mejor que José Hernández en su Martín Fierro.
Una persona en desgracia, seguramente puede tener tanto en el mate como en el libro Martín Fierro una gran ayuda en su ánimo. El libro es muy alentador, diríamos terapéutico.
Hernández fue un hombre bueno y pacifico en su hogar, pero en en una ocasión su esposa lo encontró golpeando con fuerzas con su mano al escritorio mientras gritaba: “¡Yo salvaré al gaucho!”
Las duras verdades a más de uno no les gustan, pues deben aguantarlas como el sermón de un padre, y evitar que el árbol les tape el bosque. Si los aludidos no aceptan esto y atacan al libro o al autor, se perjudicarán a sí mismos.
El libro, en sus múltiples ediciones, ha tenido ilustraciones de varios artistas. El que ha reflejado como nadie el sufrimiento humano denunciado en la obra y el estoicismo con que fue soportado, son las ilustraciones de Juan Carlos Castagnino.
Las injusticias que sufrió el gaucho provocaron sufrimientos tan grandes que es casi imposible una reivindicación suficiente. Acaso una obra como “La Piedad” de Miguel Ángel haría falta, para testimoniar desde el mármol o el bronce, tanto estoicismo frente a la adversidad reflejada en nuestro Martín Fierro.
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