Ramiro Cenoz trajo en su ADN el gen solidario de ayudar a cambiar la realidad de los que más lo necesitan. Once años como voluntario en distintas fundaciones lo llevaron a conocer de cerca los problemas de la gente.
En 2015 empezó a viajar por el norte argentino: Santiago del Estero , el Chaco salteño, Formosa , Corrientes y Tucumán , donde sus visitas a los lugares eran cada vez más extensas.
A medida que pasaba el tiempo, las comunidades le abrían sus puertas y el vínculo se hacía fuerte. Pero en cada vuelta a Buenos Aires no solo lamentaba dejar a sus amigos sino que sentía que los abandonaba en "su supervivencia".
"En todos los lugares se repetía la misma situación: la falta de alimentos. Se turnaban para comer: quienes habían desayunado, esa noche no les tocaba comer", cuenta a LA NACION.
Un día después de casi seis meses de viaje por el norte, Cenoz regresó con una idea en su cabeza: ayudar a que no faltaran más alimentos, ni agua, ni pañales pero de una forma rápida.
"Estaba desesperado. Quería hacer algo ya. Fue el camino inverso a todo emprendimiento, primero estaba la necesidad y debía pensar en cómo hacer frente a eso a través de algún negocio", recuerda. Por su trabajo, una agencia de marketing, tenía contacto con empresas y fue a ellas a quien recurrió y les propuso que se unan al proyecto.
A fines de 2016 nació Blumimax, un sitio de venta online donde por cada producto vendido se dona un porcentaje de su rentabilidad y se transforma en alimentos. El cliente elegía entre cuatro fundaciones: Haciendo Camino, Pata Pila, Margarita Barrientos y Conin.
"Esto generaba un círculo de confianza, la persona compró el producto que estaba buscando a buen precio y al mismo tiempo, ayudaba a alguien que lo necesitaba sin poner un peso de más", dice.
A días de haber recibido el producto que compró, al cliente le llegaba un mail con un remito sellado y firmado por la entrega de los productos a la fundación elegida. A su vez, la ONG le mandaba un mail en agradecimiento.
Los largos viajes al norte se interponían con su trabajo. A medida que el proyecto crecía, fue dejando a un costado su agencia. "Hacía tres viajes por año, con estadías largas. Se hacía imposible congeniar ambas cosas y me incliné, sin dudarlo, a Blumimax", expresa.
Pero el proyecto tenía una falencia que debía subsanarse. Los productos que se ofrecían en el portal eran de uso por necesidad, como un grupo electrógeno o insumos para pileta de natación, que la gente solo consumía de vez en cuando. Conoció a productores orgánicos y agroecológicos y le pareció una excelente veta.
"Debía buscarle un trasfondo conceptual a la página y vender productos más allá de la necesidad, que conecten a las personas con lo emocional, con la historia de los que los fabrican", explica.
El nombre nuevo
Cenoz percibió que había una línea directa entre la producción consciente de alimentos, el comercio justo, el respeto por la tierra y, por otro lado, miles de personas con dificultades para alimentarse.
"Ese fue un verdadero punto de encuentro donde entre todos podíamos sumarnos al compromiso de tratar de lograr que la falta de alimentos en sectores vulnerables no suceda más. Y así decidí hacer un relanzamiento con una nueva propuesta: Blumibox", indica.
El concepto es el mismo, pero esta vez todo viene en caja y donde se agregaron los productos orgánicos a los que ya estaban. "La idea es que no importa qué producto se venda ya que todo tiene su equivalente en alimentos, agua y pañales", cuenta.
A las cuatro fundaciones que estaban se sumaron otras cuatro: Pata Pila, Akamasoa Argentina, Manos en Acción y Semillas. Los productos que se pueden comprar en la página web van desde mieles, dulce de leche, mermeladas, salsas, aderezos, condimentos, sales, vinos, galletitas, jugos de frutas, aceites, yerba mate, tes, entre otros.
A medida que uno llena la caja, se va reflejando los productos de necesidad que irán a la fundación elegida. "Con un código QR se pueden encontrar videos con testimonios de referentes sociales y productores agrícolas, para que se conozca qué hay detrás de cada compra", sostiene.
Con 45 años, Cenoz extraña el norte y a su gente. Ya pasó un año de que realizó su último viaje al Chaco salteño, donde estuvo un mes y medio. "Siempre quiero estar del otro lado, donde realmente está la necesidad, a la que nadie se acerca", concluye.
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