Mientras los avances disruptivos en los alimentos reconfiguran la geopolítica y las ventajas competitivas de los países, en la Argentina seguimos presa de cuestiones ideológicas o resentimientos, cuando debiéramos estar enfocados en desarrollar e impulsar al complejo agroalimentario.
Rethinking Food and Agriculture 2020-2030 plantea, por ejemplo, las amenazas para la industria de la carne vacuna y láctea a partir de la innovación y nuevas tecnologías que ya producen hamburguesas, leche, cuero o colágeno.
Los avances de la biología de precisión o sintética, además de la ingeniería genética, biología computacional o ingeniería metabólica, permiten programar células u organismos que, potenciados con inteligencia artificial y robótica, mejoran su estructura, calidad, aspecto nutricional y sabor, además de reducir los problemas del corazón, obesidad o cáncer.
Mientras que la fermentación de precisión, programa microorganismos con especificaciones exactas para producir casi cualquier molécula orgánica, desde proteínas (incluyendo enzimas u hormonas), grasas, aceites y vitaminas, cada vez a mayor escala y a menor costo.
Tan disruptivo como cuando en los ochenta la insulina humana desplazó a la insulina animal para tratar la diabetes, ahora los avances se multiplican en distintos ámbitos. Desde HumaColl21TM, el primer colágeno humano creado como cosmético para rejuvenecer la piel, EverSweetTM surge de replicar una de las moléculas responsable del sabor de la stevia, a Memphis Meat Inc, que multiplica células de carne en laboratorio.
Por otro lado, los nuevos hábitos de consumo y una mayor conciencia de algunos segmentos de consumidores por la emisión de gases, la escasez de agua, los factores ambientales y sociales, los desperdicios o el bienestar animal, podrían profundizar la tendencia a desarrollar formas más eficientes y económicas de producir proteínas animales.
Por su importancia estratégica, los países están destinando mayores recursos para desarrollar polos de investigación en alimentos (Sillicon Valley, Wa-geningen, o sus equivalentes en China, India, Israel o Corea del Sur), pero sobre todo, otorgando incentivos o subsidios a empresas y emprendedores del sector privado. Tanto en los países exportadores que buscan potenciar su competitividad, como en los países importadores que necesitan encontrar alternativas en el suministro de alimentos.
En la Argentina seguimos enfrascados en una caza de brujas con las retenciones, cuando debiéramos potenciar no solo la competitividad y desarrollo de los diferentes clusters agro exportadores que generan empleo y divisas, sino también en promover al sector público y privado para lograr avances científicos, tecnológicos y del conocimiento.
Porque si no generamos el marco de previsibilidad y seguridad jurídica para las inversiones, y no articulamos a las universidades, a los organismos estatales y al sector privado para innovar y desarrollar el complejo agroalimentario, corremos el riesgo de perder posiciones en el escenario mundial.
El autor es socio de Grupo Agrarius (www.grupoagrarius.com)
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