Desde distintas actividades alertaron sobre un incremento de los costos y un impacto en los precios de los productos al público
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Crece la preocupación de los productores de Misiones luego de que ayer la Cámara de Representantes provincial aprobara una iniciativa que dejará sin efecto en dos años la utilización del glifosato y otros agroquímicos. Aseguraron que se verán obligados a aumentar las labores manuales o enfrentar una disminución en el rendimiento de los cultivos. Esta situación, sostuvieron, que resultará en un incremento de los costos y, como consecuencia, un aumento en los precios de los productos finales. Además, señalaron que quedan en una posición desfavorable en comparación con otras provincias y países que todavía tienen la opción de aplicar el herbicida.
En diálogo con LA NACION, Dario Bruea, presidente de la Federación de Asociaciones Rurales y Forestales de Misiones (FARM), explicó: “El glisofato es una herramienta que utilizamos en determinados momentos para controlar y combatir las malezas, nos permite optimizar nuestra producción y reducir costos. Por eso, esta medida provocará una disminución de la producción por unidad productiva o un encarecimiento, ya que no existe un producto sustituto y alternativo aprobado y debidamente registrado que sea igualmente efectivo y a los mismos valores”.
Según el dirigente, esta ley causará un incremento en el costo de producción que “podría superar el 100%” en las actividades que dependen del herbicida. Advirtieron que a largo plazo existe el riesgo de “una duplicación en el precio de los productos”.
El ruralista señaló que existen entre 40.000 y 50.000 productores en la provincia y se cultivan alrededor de 600.000 hectáreas entre diversos productos. Misiones es reconocida por ser una de las principales regiones productoras de yerba mate, con aproximadamente 230.000 hectáreas, según indicó. Además, el cultivo de té, tabaco y mandioca también desempeñan un papel importante. Y la provincia cuenta con una extensa área de bosques nativos, lo que convierte a la producción forestal en un sector económico significativo.
“Este aumento en los costos, ya sea a través de la adopción de labores manuales o debido a una reducción en el rendimiento por unidad productiva, colocará a los productores misioneros en una situación desfavorable en comparación con otras provincias que aún tienen la posibilidad de utilizar el glifosato”, reclamó Bruea. “En el corto plazo, los pequeños y medianos productores serán los más afectados, y muchos de ellos podrían enfrentar dificultades para mantener su producción y, eventualmente, podrían extinguirse”, agregó.
Por otro lado, advirtió que, en lugar de utilizar esta herramienta tecnológica para el control de malezas, será necesario recurrir a labores culturales de tipo mecánico. “Estos métodos mecánicos implican dejar el suelo descubierto, lo cual, considerando el régimen pluviométrico, las pendientes y la topografía de la región de Misiones, podría tener consecuencias catastróficas en términos de erosión hídrica y pérdida de suelo”, manifestó.
“Lo que más duele y molesta es la prohibición. Misiones es una provincia geográficamente chica, pero tiene más de 1500 kilómetros de frontera con países y otras provincias donde sí se vende el glifosato. Prohibir la venta y comercialización va a hacer que haya contrabando o uso de agroquímicos en negro, que los productores adquieran sin orientación técnica, y eso es grave”, indicó.
Vale recordar que el glifosato fue aprobado en la Argentina por el Senasa y cuenta con la autorización también en más de 160 países. En 2015, un documento del Centro Internacional de Investigación del Cáncer (IARC), un ente de la Organización Mundial de la Salud (OMS), catalogó al glifosato como “probablemente cancerígeno”. No obstante, al año siguiente la FAO y la misma OMS consideraron “poco probable” que el producto sea cancerígeno. El producto es una práctica habitual para la producción.
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“Con esta medida se disparan nuestros costos para mantener las producciones limpias. Vamos a necesitar más mano de obra por hectárea para eliminar las malezas y poder pasar la máquina para cosechar”, apuntó Cristian Ezequiel Klingbeil, director por la producción en la Comisión Provincial del Té y productor en el municipio de Comandante Andresito.
Según explicó, realizan cuatro cosechas de té al año, durante la primavera, el verano y el principio del otoño. Antes de pasar la máquina, los trabajadores retiran manualmente las malezas, normalmente requiriendo 10 horas de trabajo por hectárea para hacer la limpieza previa a la recolección del cultivo. Además, se hacen una o dos aplicaciones de glifosato u otros herbicidas para controlar las malezas.
“Al no poder aplicar herbicidas u algo eficiente para controlar los costos de limpieza, estos se multiplicarán por cinco, ya que tendremos que aumentar las horas de mano de obra”, afirmó.
Según detalló, hay alrededor de 4000 productores de té. El 90% de lo que producen se exporta, que equivale a entre 75.000 y 85.000 toneladas. Los principales mercados son Estados Unidos y Europa.
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