En la región del Neguev están los kibutzim dedicados a la producción agropecuaria, pero hoy no se les permite la actividad agrícola, lo que puede provocar la pérdida de las cosechas
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¿Qué ocurre cuando nos vemos inesperadamente enfrentados a situaciones que exigen replantearnos y reorganizarnos como comunidad, familia e individuos, más allá de nuestras afiliaciones regionales, urbanas o nacionales? De repente, nos vemos cuestionando lo que antes considerábamos sencillo y cotidiano, como ir al supermercado a comprar frutas y verduras, desplazarnos al trabajo o encontrarnos con amigos. Experimentamos este tipo de desafíos durante la pandemia del Covid-19 y, desafortunadamente, aquellos que residen en zonas de conflicto, como Ucrania, y se enfrentan una lucha continúa debido a la prolongada guerra entre Ucrania y Rusia.
En lo personal, y es aquí donde deseo centrar estas reflexiones, sin pretender ser un analista político o un experto en estrategias militares, me siento liberado de la necesidad de analizar la complejidad geopolítica de esta región. En su lugar, me gustaría compartir otro aspecto de la difícil realidad que enfrentamos aquí en Israel en octubre de 2023. Este último sábado nos despertamos ante una realidad completamente diferente, una realidad que nos fuerza a reconsiderar la magnitud de nuestra fuerza y a enfrentar un futuro incierto.
Para muchos de nosotros, esta situación inesperada y no rutinaria representa el fracaso de la creencia en que siempre hay espacio para el diálogo y la exploración conjunta de problemas para encontrar soluciones compartidas. Lo que ocurrió en la frontera sur de Israel el pasado sábado significó para mí, en lo personal, abandonar la casi ingenua idea de que nuestros esfuerzos por el diálogo y la coexistencia se han convertido en meras ilusiones. Nos enfrentamos a un futuro incierto y desafiante, incluso para los más optimistas entre nosotros.
Hace casi 40 años emigré a Israel en busca de un futuro que me permitiera explorar nuevos caminos para mi desarrollo personal, enfrentándome a desafíos diferentes a los que estaba acostumbrado. Me sumergí en un estilo de vida con un idioma, comida y cultura diferentes, lleno de interrogantes. Con el tiempo, superé las dificultades comunes a todos los emigrantes y logré establecerme. Completé mis estudios y me uní al servicio de extensión rural del Ministerio de Agricultura de Israel. Durante 18 años, trabajé como asesor en producción lechera y visité innumerables veces los kibutzim dedicados a la producción agropecuaria en la región del Neguev, en el sur de Israel.
El Neguev, un vasto desierto que abarca unos 13.000 km², se ha convertido tristemente en noticia a nivel mundial debido a los eventos recientes. Debido a la actual situación y siguiendo las pautas del Ejército, no se permite la actividad agrícola en áreas de cultivo dentro de un radio de 0 a 7 kilómetros desde la franja de Gaza, lo que resulta en la pérdida de cosechas. Esta zona que rodea Gaza es el principal proveedor de hortalizas del país, con una diversa oferta de productos durante todo el año, destacando los tomates de invernadero, responsables del 70% de la producción de tomates en Israel.
A nivel personal, me gustaría enfocarme en la producción lechera, que ha sido mi principal actividad profesional durante años. En la zona que rodea la franja de Gaza, existen 16 tambos que albergan alrededor del 6.5% de las vacas lecheras de Israel. En estos días, siete de los dieciséis tambos no pueden ordeñar sus vacas y están cerrados, mientras que los otros nueve operan de manera parcial. Hay dificultades para transportar la leche a las empresas lácteas debido a la falta de trabajadores en toda la cadena de suministro. Esto ha llevado a una situación en la que muchos productores se ven obligados a desechar a diario miles de litros de leche.
A lo largo de los años, a través de mi trabajo, establecí relaciones y amistades con productores, directores de fincas y tamberos de la región del Neguev. He sido testigo de la evolución de muchos de los tambos en los kibutzim de la región y de la dedicación de quienes los operan. Desafortunadamente, desde el sábado pasado, me enfrento a una realidad completamente diferente. Somos testigos de la destrucción en lugar del diálogo y observamos cómo el paradigma basado en la cooperación y el entendimiento mutuo se desmorona sistemáticamente.
Desde hace años vivo convencido que la agricultura es un puente que nos permite sobreponernos a las diferencias ideológicas y permite el acercamiento entre personas. El secuestro de colegas y amigos, la destrucción y el saqueo en las fincas, así como los asesinatos de personas que simplemente estaban realizando sus labores diarias, como ordeñar sus vacas, regar sus cultivos o cosechar hortalizas en invernaderos, son sucesos sin justificación alguna. Estos eventos obstruyen la senda que se basaba en el diálogo, el intercambio de ideas y el respeto, y que podría haber conducido a acciones concretas para lograr la convivencia en paz.
El autor de la nota es ingeniero agrónomo, con una maestría en la Universidad Hebrea de Jerusalén, fue parte del Servicio de Extensión Rural perteneciente al Ministerio de Agricultura y Desarrollo Rural de Israel, actualmente ocupa el cargo de Director del Departamento de Relaciones Exteriores y Cooperación Internacional
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