Según el especialista Rubén Echeverría, el calentamiento global es un hecho sin retorno, pero mitigable con la reducciónde emisiones de gases efecto invernadero; las prácticas inteligentes son la llave para producir alimentos en forma sustentable
El daño ya está hecho y es irreversible: el nivel de temperatura alcanzado en la tierra ya no se podrá bajar. Las estimaciones señalan que al paso que vamos el calentamiento global a fines de siglo llegará mínimamente a un grado y quizás a dos grados más respecto de la temperatura promedio actual, lo que aumentará la volatilidad climática con sequías y aumento de lluvias e inundaciones, todo ello con una población en crecimiento y menos recursos suelo y agua para producir alimentos.
"La meta científica es un acuerdo entres las naciones para no superar los dos grados de aumento de temperatura. Con esos parámetros la vida es vivible y otra agricultura es posible, porque lo que ahora es templado va a ser más tropical y lo que ahora es tropical, va a ser más desierto" sostuvo el especialista uruguayo Rubén Echeverría, uno de los disertantes del Foro Internacional de Cambio Climático desarrollado el jueves pasado en Buenos Aires.
Echeverría es ingeniero agrónomo y tiene una vasta trayectoria en investigaciones sobre cambio climático. Obtuvo una maestría y un doctorado en Economía en la Universidad de Minnesotta. Y desde hace seis años es director general del Centro Internacional de Agricultura Tropical (CIAT), con sede en Cali, Colombia.
Al ritmo del calentamiento global citado, entiende el investigador que en 20 o 30 años los niveles de rendimiento en la agricultura pueden bajar entre el 10 y el 20%, "que es muchísimo". Por eso hay investigaciones con métodos convencionales, demorarán de 10 a 30 años para obtener cultivos resistentes a sequías, a las altas temperaturas o a los excesos de agua, porque el calentamiento de la tierra y la evapotranspiración de las plantas provocará más precipitaciones.
Al margen de lo señalado, Echeverría explicó que si no se llega a ningún acuerdo entre las naciones y ni China, India y los Estados Unidos no cambian su patrón de consumo, "habrá otro escenario, totalmente impensable y creo firmemente que no ocurrirá y es que ese calentamiento pueda llegar a cinco, seis o siete grados más para esa misma fecha, lo que sería un caos".
Y agregó en ese sentido: "Estamos en 2015 y tenemos mucho tiempo para seguir trabajando. Hay mucha investigación detrás y disponemos de una herramienta fundamental que es la agricultura climáticamente inteligente, cuyos tres pilares son mantener los rendimientos, mejorar la adaptación de las plantas a nuevos niveles de temperatura y humedad y si es posible, mitigar los gases", dijo el experto a LA NACION.
Echeverría razona con calma: "Estamos en una situación de gran desafío, pero yo soy superoptimista. No soy para nada trágico. No pienso que es el fìn del mundo para nada, porque tenemos tecnología, herramientas y buenas políticas. Sí hay que pensar en cómo frenamos las emisiones. En la industria, con los combustibles y la energía. Si usáramos más el viento, el sol y el agua, en lugar de los combustibles fósiles iríamos bien. Y en el campo, aplicar lo que se denomina la agricultura inteligente". La agricultura, según el profesional, es uno de los actores involucrados en el cambio climático, es responsable de un cuarto de las emisiones de GEI (gases de efecto invernadero) en el mundo y de la mitad en la Argentina.
Responsabilidades
Señala el profesional que lo que está pasando ahora es el resultado de 150 años de un patrón de consumo de combustibles fósiles, y de calentamiento global por los gases que ha liberado la humanidad. "Son el anhídrido carbónico, que respiramos; el gas metano, que producen los rumiantes, y el óxido nitroso, que libera el sobreúso de fertilizantes nitrogenados. Hay otros, pero estos tres representan entre el 80 y el 90% de las emisiones que provocan el efecto invernadero", explicó.
Agregó el científico que hoy en el mundo hay 400 partes por millón de anhídrido carbónico de concentración en la atmósfera. Y las estimaciones a 2030 y 2050 y hacia más adelante dicen que al paso que vamos esa concentración va a seguir creciendo y podría llegar a las 500 partes por millón, "lo cual sería algo grave", señaló.
Y parafraseando al papa Francisco, el especialista advierte que los que más van a sufrir el cambio climático son los pueblos pobres que están en los países tropicales; en cambio, en el mundo templado están las naciones más desarrolladas y quizás se afecte menos. Es así que la agricultura argentina pueda beneficiarse, porque tendrá más luz y más agua.
"Aunque parezca una broma, entre la agricultura y el clima hay un matrimonio infeliz, porque la agricultura daña el clima y el clima a la agricultura. Por ejemplo la agricultura perjudica al ambiente a través de los residuos de la ganadería que liberan metano, el uso de los combustible fósiles en la maquinaria agrícola, el arroz inundado que genera metano, la quema de rastrojos, y el mal manejo de suelos y de agua que a veces la tenemos demasiado de golpe y no sabemos bien que hacer con ella y la deforestación, causa principal de la liberación de anhídrido carbónico, el sobreúso de fertilizantes nitrogenados", puntualizó.
Para Echeverría, la agricultura tiene mucho para adaptar. "Acá entra en escena lo que llamamos agricultura climáticamente inteligente a través de la siembra directa, el ejemplo argentino, el menor uso de combustibles fósiles, mejor manejo de agua y suelo, mejor agronomía, más rotación, menos quema de rastrojos, menos monocultivo, más rotación de ganado con cultivos y mínimas dosis de fertilizantes y pesticidas, a través de la agricultura de precisión para aplicar sólo lo necesario. En tanto, la ganadería debería rotar más, moviendo el ganado en distintos tipos de praderas", dijo Echeverría.
"La otra parte de este matrimonio es que el clima le pega muy duro a la agricultura: más calor, desertificación, más lluvia, inundaciones?", agregó.
Una nueva revolución
Entonces para Echeverría hay una cuestión entre clima y agricultura que "no está articulada como deberíamos". La buena noticia, para este investigador es que las convenciones mundiales de clima por primera vez empiezan a invitar a dialogar la agricultura. "Se dan cuenta de que es parte de la solución", agrega.
Entonces, se pregunta el investigador que como el gran tema mundial es la seguridad alimentaria "ya que de 7000 millones de personas vamos a pasar a 9000 millones ¿de dónde va a salir la comida para todas esas personas? Allí está el gran desafío mundial: producir alimentos en la tierra que tenemos y que no hay más superficie, y sin aumentar el calentamiento del planeta. Es lo que se llama intensificación sostenible con el aumento de los rendimientos. Es decir, producir más en menos tierra. Para eso se necesita tecnología y biotecnología bien utilizada con reglas de bioseguridad bien claras. La historia de la revolución verde demuestra que es posible", concluyó Echeverría.
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