Se incorporan plataformas volantes no tripuladas montadas con cámaras fotográficas para conocer mejor la variabilidad de los lotes; también detectan rápidamente ataques de plagas y enfermedades
Desde que empezaron a utilizarse las herramientas de agricultura de precisión, las imágenes satelitales tomaron protagonismo.
Al principio se usaban aquellas imágenes que no tenían un costo tan elevado (Landsat 7 o Landsat 5), la información relevada era muy útil, pero la captura de imágenes se hacía cada 8 días dado que el satélite demoraba esa cantidad de días para regresar al mismo punto y muchas veces el factor climático no permitía buenas tomas para definir manejos en los cultivos.
Dada la problemática de conseguir las imágenes en el momento oportuno es que surgieron algunas empresas que comenzaron a sacar fotografías aéreas desde aviones tripulados y entregando la información ya procesada para poder realizar el análisis agronómico correspondiente. Esta actividad fue desarrollada y dio buenos resultados agronómicos, pero en algunos casos el factor costo y logística para sacar las fotografías en vuelos programados era una limitante que aún se incrementaba cuando se quería hacer un seguimiento de los cultivos haciendo varios relevamientos en su ciclo.
Posteriormente surgieron las plataformas no tripuladas UAV o también equipamientos que hoy conocemos como drones, que son equipos propulsados por varias hélices y que pueden montar diversos tipos de cámaras fotográficas y filmadoras de alta definición que, dependiendo de lo que se desee realizar, deberían tener mejores prestaciones.
Otro avance importante se dio cuando a estas plataformas se les integro un GPS que permite direccionarlas bajo un recorrido preestablecido que se desee realizar en el campo y no estar dependiendo del buen manejo del piloto que la comanda desde tierra con un control remoto.
Dentro de las plataformas de trabajo se desprendieron varias opciones que van desde los aviones a los cuadricópteros, pasando por zeppelin con motor, helicópteros, entre otros. Es un factor muy importante lograr estabilidad en el vuelo y en la cámara filmadora o fotográfica para que las imágenes salgan con la mayor calidad posible para su análisis.
Actualmente hay dos grandes limitantes para esta tecnología: en primer lugar, los pilotos que deben estar capacitados para hacer que el equipo vuele de la mejor manera, para lo cual empieza a tener mayor importancia un sistema totalmente automatizado, y la otra limitante es el procesamiento de los datos según lo que se desee hacer posteriormente en el campo.
Existen sistemas de drones equipados con GPS que pueden salir desde una base, realizar el vuelo ya prefijado con un software y una vez terminada la tarea, pueden volver a la base para cargar nuevamente la batería y quedar listos para el próximo vuelo. A su vez los vuelos pueden estar prefijados en día y hora para la próxima salida y hasta contemplar los datos de alguna estación meteorológica que habilite el vuelo en tiempo real según condiciones del clima.
Todos estos equipos son muy llamativos y generan cierto marketing para las empresas que lo poseen, pero lo más importante es que su utilidad aún no está del todo definida y eso abre muchas posibilidades y potencialidades futuras.
Muchas de las empresas del sector agropecuario adquirieron drones para dar resultados agronómicos en lo que puede referirse a conocer mejor la variabilidad de los lotes, realizar un seguimiento de los cultivos de mejor manera y con mayor posibilidades de encontrar problemas rápidamente como puede ser un ataque de plagas y enfermedades, sectorizar ambientes de malezas, detectar fallas de siembra o fertilización si las hubiese, o para hacer una simple recorrida a campo desde la altura en momentos donde es difícil caminar por los cultivos.
Actualmente muchas de las empresas que los compraron, además de ofrecer estos servicios agronómicos, están amortizando el equipamiento realizando filmaciones en deportes, eventos, trabajos para empresas petroleras y planificación de barrios.
En lo que se refiere a usos agronómicos, todavía no hay un uso masivo de estas tecnologías montadas en drones, pero si se logra abaratar el proceso, mejorar los diagnósticos y actuar en consecuencia, seguramente se harán más masivos en el corto plazo.
Ante la posibilidad de adquirir una herramienta de estas características, es importante saber qué equipamiento debería ir montado en los drones, dado que de eso dependerá la decisión agronómica a seguir con la información recolectada.
En un trabajo realizado por INTA Manfredi se pudo detectar una muy buena correlación entre el dato logrado en la medición por una cámara multiespectral montada en un avión con respecto a la medición tomada con el sensor activo Green Seeker montado en una pulverizadora.
Eso estaría indicando que con el uso de un dron, en menor tiempo se podría relevar un área y estar aplicando una fertilización, ya sea promedio a nivel de lote o variable según ambientes en momentos más avanzados de los cultivos, lo cual empieza a ser una alternativa más respecto al manejo de los insumos en tiempo y forma.
Drones para todos los gustos
¿Cuánto cuesta un dron?
Puede costar desde 500 hasta 70.000 dólares, dependiendo del peso y estabilidad que se quiera tener. Por lo general en los drones el precio aumenta según la cantidad de motores que posee. Si tiene cuatro motores sustenta un peso determinado, y si tiene ocho motores el peso será mayor y logrará mas estabilidad.
¿De qué está hecho el dron?
Pueden ser de plástico, fibra de vidrio, aluminio, hasta de una especie de gomaespuma densa.
¿Qué tecnología usa para movilizarse?
Depende de la plataforma que se utilice, pero esta basado en motores eléctricos que hacen girar las hélices.
¿Qué tipo de cámara suele incorporar?
Las cámaras que se les pueden montar pueden ser desde las básicas tipo Go Pro, a cámaras de fotos comunes o pasando a cámaras multiespectrales, térmicas, según lo que se desee lograr procesar y conocer de los cultivos en el caso que se use con fines agrícolas.
¿Cómo toma la foto?
A las fotos las toma mediante sincronización con un GPS y quedan todas las fotografías geoposicionadas y formando mosaicos, con lo cual se logran mapas. Posteriormente se baja en una PC con un software y se las van juntando una con otra.
El autor es técnico del INTA Manfredi
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