La incorporación de diferentes técnicas y herramientas es indispensable para amortiguar los daños que la falta de agua puede provocar en los cultivos, como ocurrió durante la última campaña agrícola
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La adopción de tecnología por parte de los productores no para de crecer, más allá de los vaivenes de precios, climáticos, económicos y políticos. Según una encuesta reciente realizada por el INTA, el 78% de los agricultores utiliza plataformas digitales.
Históricamente, el sector invirtió en gran medida en hardware (“fierros”). No obstante, actualmente está creciendo con gran fuerza la inversión en software o tecnologías intangibles, que no se pueden tocar. Esto suma a los beneficios de la eficiencia y mayor escalabilidad que vienen aportando las maquinarias, además de mayor flexibilidad y reducción de los riesgos de la producción.
Esto es muy importante para aplacar los daños climáticos en el marco de una campaña agrícola, donde la sequía fue la protagonista, con una segunda “Niña” consecutiva, lo que implica menores lluvias en promedio.
Sequía de enero
De acuerdo al informe publicado en enero de este año por la Mesa Nacional de Monitoreo de Sequías, hubo 150 millones de hectáreas afectadas por este fenómeno climático y más de tres millones de hectáreas de cultivos con sequía moderada a severa. Para este mismo mes, en nuestro sistema vimos reflejado un 60% del área agrícola monitoreada con estado hídrico “seco” o “muy seco”.
Además de tener un alto impacto en la generación del rendimiento, las lluvias presentan la dificultad de ser muy poco predecibles, más aún a escala de lote, que es la unidad de manejo del productor. Pero, de la mano con el avance de las innovaciones, cada vez se dispone de mayores herramientas para mitigar los efectos de la falta de agua.
En este sentido, la principal es el conocimiento aplicado al manejo de los cultivos, que es una tecnología intangible, pero de gran impacto y constante evolución. Ejemplo de esto son los grandes avances en el manejo del maíz tardío, minimizando y diversificando el riesgo de déficit hídrico sin perder potencial de rendimiento.
Otro caso es la difusión de la práctica de medición de humedad en suelo y profundidad de napa, que proporciona información clave a la hora de planificar los cultivos. Además esto es ayudado con automatización a través de diferentes sensores automáticos y remotos que aportan mayor escalabilidad.
Avance en materiales
Por otro lado, desde la industria semillera se vienen desarrollando materiales cada vez más adaptados a situaciones de estrés hídrico. Un ejemplo es el trigo HB4, de la empresa Bioceres, con modificación genética que otorga mayor tolerancia a la seca.
En el caso del maíz, se están generando híbridos más estables en condiciones de estrés o bajas densidades, la cual es una práctica defensiva ante la falta de agua.
Por último, pero no menos importante, en casos de adversidades extremas como las que estamos viviendo, se pueden notar grandes diferencias debido a la aplicación de tecnologías y buenas prácticas sostenidas en el tiempo por parte de los agricultores logrando un suelo más saludable, con mayor capacidad de resiliencia y resistencia.
Es sabido que un suelo con mayor materia orgánica y mejor estructura, no compactado, es clave para un mejor almacenaje de agua. Pero esto necesita años de construcción. En campañas como esta esa construcción tiene su premio. Vale aclarar que, a diferencia de las plagas o enfermedades donde la alerta temprana que puedan generar otros productores es de mucha utilidad, la sequía es gradual y progresiva.
No obstante, son muy importantes las redes de generación de conocimiento entre los productores, donde los resultados de investigaciones, ensayos, y pruebas se van compartiendo y extendiendo con el resto. Así, nuevamente, la digitalización de la información es un gran acelerador de la generación de conocimiento y su posterior difusión.
El autor es cofundador de SIMA Agtech
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