Mientras esta nueva crisis nos sumerge y arrastra sin rumbo, tarde o temprano tendremos que decidirnos entre hacer cambios "tácticos" para salir simplemente a flote o transformaciones "estratégicas" para reinsertarnos en el mundo.
La geopolítica de los alimentos, los flujos del mundo financiero y los activos subvaluados en la Argentina son tres factores que podríamos aprovechar para iniciar un ciclo de recuperación si generamos un shock de confianza que garantice seguridad jurídica, reglas de juego claras y previsibles, respeto a las instituciones y lucha contra la corrupción e impunidad. Y no es una utopía: el actual boom de inversiones y reformas en Perú se asemeja a Chile en los 90, el milagro colombiano capturó un récord de inversiones extranjeras durante 2013 después de años de violencia y Paraguay es la otra revelación de los mercados tras la salida de Lugo.
Si la Argentina regresa como país emergente podría aprovechar sus ventajas únicas en la cadena agroindustrial y complementarse con países deficitarios en alimentos que necesitan proveedores competitivos y confiables. Estos tienen como estrategia disminuir su dependencia en los grandes grupos internacionales y que sus empresas estatales/fondos soberanos desarrollen su propia originación a través de joint ventures o alianzas con empresas privadas (desde grupos de siembra, exportadores, industrias integradas, redes de acopios o distribuidores) como plataformas iniciales de originación.
Para las empresas locales esa inyección de capital o apertura de nuevos mercados les daría un mayor impulso en su crecimiento, mayor defensa frente a los grandes grupos y su efecto derrame beneficiaría también al entorno productivo.
Efecto dominó
Por otro lado, gran parte del financiamiento de las inversiones para aumentar la industrialización en capacidad de procesamiento y valor agregado tendría que venir de los flujos de capitales globales o regionales, cuya disponibilidad dependerá de la mayor o menor propensión al riesgo en los mercados emergentes. Si bien éstos últimos están bajo cierta presión, si la percepción del riesgo país mejora, el universo de jugadores financieros es tan profundo y sus necesidades de inversiones tan diferentes que el ingreso de los primeros puede ir generando un efecto dominó en el resto.
Con los activos valuados por debajo de sus pares regionales (metros cuadrados, hectáreas, mercado de capitales) y con un financiamiento externo limitado, la Argentina tiene atractivos para capturar inversiones.
Como esta crisis política, económica y social es colectiva, por la impericia de unos pero la complicidad explícita e implícita de otros, debiéramos dejar de buscar chivos expiatorios y de priorizar los egos individuales para buscar consensos que definan cuáles son las mejores políticas públicas que le puedan dar al país un marco de credibilidad, crecimiento y progreso.
La mayoría de los políticos de la oposición reconocen que el sector agropecuario es mucho más que un simple recurso fiscal y que sin privilegios y sólo con un marco adecuado puede convertirse en el tractor que impulse a la economía.
El desafío para los partidos y sus equipos técnicos será como integrar la política agropecuaria como eje principal de la política económica y en definir la agenda involucrando a los distintos subsectores y expertos para consensuar sus factores críticos y sus necesidades ( bottom-up ). Desde modificar la excesiva y distorsiva carga impositiva y eliminar las restricciones y regulaciones al comercio a repensar las leyes de tierras, de arrendamientos o de semillas, restructurar el sector pesquero, incentivar fiscalmente a inversiones productivas, potenciar las economías regionales, revisar el rol del Senasa con la mayor presión en seguridad alimentaria a implementar programas de asistencia a minifundistas, entre otros.
El autor es consultor y sociodel Grupo Agrarius
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